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El Año Nuevo

GILBERTO SERNA

Antes, en los días de juventud, cuando despreocupados afrontábamos la vida, teníamos un estómago libre de dispepsia. No obstante las Navidades daban paso libre a una indigestión, producidas por grandes comilonas, de ésas de muy señor mío y padre nuestro, en que se consumen los tamales que con esmero madres amorosas van colocando en una lata de cuatro hojas después de embarrarles la masa de maíz preparada especialmente, una vez que el guisado de puerco está en su punto, doblándose las hojas para asegurar su contenido colocándolos uno tras otro en círculos, como soldados de un batallón de infantería en posición de firmes, atole champurrado, sabrosa pierna de puerco, pavo con relleno y los exquisitos romeritos, platillos tradicionales de estas fechas, en tanto que el año nuevo era, a lo más, una guarapeta de esas que hacen época, en que todo mundo empina el codo con desbordante alegría, gritando eufóricos, como si la llegada del año nuevo significara una meta a la que arribamos salvos después de correr el total de 365 días desaforados trayendo a la calaca tras de nosotros.

Gracias a esa pantagruélica cena de Navidad tuve pesadillas y creo también las tuvieron mis amigos. El pavo que haría las delicias de nuestros paladares, como es la costumbre, habría de ser sacrificado. Era un buen guajolote de rancho, de doble pechuga. Tan pronto llegó a la cocina, supo cuál sería su breve destino. Miró a su verdugo, traía una pequeña hacha, lo subió a una mesa, en la que puso su cuello estirado esperando recibir el golpe mortal, en ese instante lo llamaron (al cocinero no al animal) para avisarle que su mujer acababa de dar a luz. Sucedió que pasados los días el guajolote se la pasaba inflándose orgulloso de haber burlado a la muerte. Lo seguía una comitiva que glugluteaban jactanciosos se decían unos a otros: nadie podrá con nosotros, luciendo el rugoso moco que les colgaba por encima del pico. Era una soberbia inútil pues a poco todos sufrirían la degollina. (Cuando llegan a su mesa los comensales no ven la tristeza que se ha apoderado de sus ojos porque la cabeza del pavo ha sido bárbaramente decapitada como fueron las de Luis XVI y María Antonieta en tiempos de la Revolución Francesa).

¿Qué nos espera en este año nuevo? ¿Somos los humanos como guajolotes a punto de ser llevados al matadero? Nuestro planeta, que ha girado sobre sí mismo cada 24 horas, ha seguido en un año la misma ruta de siempre alrededor del Sol. En ese lapso nos hemos dedicado a reproducirnos hasta llegar a la descomunal cifra de 7 mil millones de seres humanos (unos no tan humanos). El agua escasea hasta llegar a límites intolerables, tanto la potable como la dedicada al cultivo de alimentos que compramos en el mercado local. Antes se decía que llegaría el día en que un litro de agua tendría un valor mayor a un filón de oro (masa metalífera que rellena una antigua quiebra de las rocas de un terreno) y no nada más en el desierto. Ya en 1798 se pronosticó que la población aumentara con más rapidez que el suministro de comida, lo cual provocará una catástrofe, dijo Thomás Malthus al exponer su predicción. Decía, que debido a que los recursos alimentarios serán insuficientes para mantener a una población que dobla su número cada 25 años, dará lugar a que sobrevengan hambrunas, que a su vez provocarán guerras impías, (obvio, no se conoce en el devenir histórico guerras que no lo sean). Usted recordará su planteamiento, el de Malthus, de que mientras la población crece en progresión geométrica, la producción agrícola de alimentos crece aritméticamente.

En otro orden de ideas, no estamos muy lejos de que se cumpla la predicción de Napoleón Bonaparte de que: cuando China se levante la tierra temblará. En efecto, en nuestros días hablar de China es hablar de una potencia cuya sola mención pone nerviosos a los países occidentales. "China encarna la imagen terrorífica de un orden ultracapitalista globalizado orientado hacia el "todo por el beneficio" en detrimento de los principios democráticos más elementales del respeto a los derechos humanos y de las condiciones de trabajo de los asalariados". Sin embargo no olvidemos que muchas de las industrias que mantienen la mano de obra china, bajo condiciones de trabajo inaceptables, son en realidad empresas de capital occidental. En fin, dejemos a un lado las teorías. En este nuevo año, que en unas horas estaremos festejando, ¿en el mundo quiénes serán los guajolotes?

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