E L futbol es un juego, un deporte, un entretenimiento, en buena medida es un esparcimiento, pero también es un negocio al que hay que darle su verdadera y justa dimensión. No sé si las autoridades asistieron, como tales, al magno evento deportivo que se celebró en dos ocasiones primero en nuestra ciudad la de los grandes esfuerzos y después en Monterrey lo que en realidad es lo que menos importa, pero hubieran demostrado que están al lado de lo que el cronista deportivo Ángel Fernández llamaba el juego del hombre. Los aficionados de aquí estaban entusiasmados, nuestro equipo que, se dice es de todos, (menos cuando se puede negociar la venta de un crack), jugaría la final desatando el entusiasmo de los aficionados a ese caro deporte que se juega con los pies. Los banderines, las flautas y las camisetas se vendían en las calles como pan caliente. Los estadios lucían abarrotados por un público expectante que esperaba que el equipo local arrasara al contrario. Con un gol en contra terminó el primer partido, lo que produjo el entusiasmo de quienes se apasionan tocando el claxon de sus vehículos transitando por las avenidas, produciendo un barullo que encendía la esperanza en los corazones que anhelaban un triunfo.
No vimos los pases mágicos a que nos tienen acostumbrados los Santos y que por lo común culminan con la pelota anidándose en la red. Perdieron el ritmo y las jugadas geniales que triangulan nuestros muchachos, como verdaderos artistas del compás, no se vieron como si les hubieran dicho ábranse paso a patadas, pero respeten la pelota. Al inicio del segundo tiempo en el juego final pareció que las instrucciones eran manténganse defendiendo, lo que produjo un incesante bombardeo de los rivales a los que no les quedó más remedio que anotar.
Recordé el episodio de la madre que viendo lágrimas en su hijo que regresaba de una feroz batalla le dijo no llores como mujer lo que no has sabido defender como hombre. Era el rey moro Boabdil el último gobernante de la Granada musulmana, era aficionado de hueso colorado (eso creo) al futbol se despreocupó por la defensa de la plaza provocando su caída, en la que además influyó su inveterada tendencia a las fiestas y al ocio. Los árabes estuvieron poco más de 8 siglos en la península Ibérica.
Qué decir de los anuncios, tanto los que están en las pantallas de televisión como los que se hallan en el interior de inmueble. Hace algunos años estuve en Chichén Itzá. Algún lector despistado me preguntará molesto "y eso qué demontres tiene que ver con el futbol". En efecto los aborígenes mayas eran gente seria no dada a practicar con una bola cualquiera. Los españoles ya andaban por estas tierras, pero aún no aparecía la furia roja. Así que los mayas tenían una especie de anillo en la pared de la cancha en la que celebraban torneos para demostrar quien, golpeando el balón con la cadera, lograba embuchacarla más veces-. Lo singular de esta competencia es que al final los perdedores eran sacrificados usando la calavera para hacer un montón en el lugar. Es obvio que no volvían a jugar contentándose con servir de ejemplo macabro a los equipos que de ahí en adelante se formaban conformándose con ser espectadores de nuevos torneos, sin voz, sin manos, sin pies, sin ojos y sin cerebro.
Los sueldos que perciben los que corren en la cancha, dan para que el futbolista obtenga una suma de dinero envidiable. No, si manejar una resbalosa y caprichosa esfera no es cosa sencilla, pretendiendo acabe su inercia en las redes. Es más fácil estudiar trigonometría o los sistemas binarios o en su caso, es más sencillo meterse en la política, que lograr que la de gajos acabe adentro de la portería, y si no me creen vean sus lujosos automóviles que valen en el mercado un potosí. La mayoría de los futbolistas viene de una clase social que bien podía aspirar a figurar como candidatos a presidentes pues no se exige como requisito indispensable que hayan leído un libro en su chamagosa vida. Pero ¿qué es lo que hace que este deporte cause el delirio de las masas? Algo de esotérico debe tener que arrastra a nuestra mujeres antes renuentes a que sus maridos acudieran a perder el tiempo en la barra más grande de la ciudad. Cuya libre venta no está restringida por las autoridades. ¿Qué atractivo tendrá el juego del hombre que arrebata los sentidos de ambos sexos?