H An pasado ya más de dos semanas del catastrófico sismo que movió a Japón de su posición geográfica por casi dos metros y medio, seguido por una cadena de desastres: el devastador tsunami, las numerosas réplicas, la amenaza nuclear; todo ese tiempo observamos con admiración el ejemplo de disciplina, estoicismo y civilidad que nos ha dado el pueblo japonés. Tienen tal entereza que incluso se llegó a decir que a pesar de la magnitud de la pérdida, en un par de años lograrán recuperarse. Incrédulos ante las imágenes de tal desgracia natural, los problemas de nuestro país nos parecen indignos de queja alguna.
En este México lindo, querido y sufrido, la opinión pública, siempre alimentada por los diligentes medios de comunicación, sigue con más interés y entusiasmo los dimes y diretes de la patética clase política clavada ya en una lucha a muerte por las elecciones del 2012. ¿Qué puede ocurrir -de aquí a entonces- que nos haga vislumbrar la más remota posibilidad de un mínimo cambio de mejoría para nuestro país?
Quienes ya hayan cumplido con la obligación moral de ver el documental "Presunto culpable", antes de que difuminen la cara del testigo falso, del juez o de la cínica representante del Ministerio Público, peor aún, de que suspendan la exhibición, estarán de acuerdo en que la realidad del sistema judicial mexicano que ahí se presenta es mucho más grave de lo que cualquiera que no padeció la desgracia de ese tormento, haya podido imaginar. Me dicen personas que saben, que el sistema judicial mexicano está en un proceso de transición, y que no se puede determinar cuándo pasará de ser transitorio a cambio real y efectivo. Y cuándo ese cambio transformará también a los jueces, a los judiciales y a tantos funcionarios que encadenan y entorpecen cualquier posible cambio. Así también en el control de los monopolios, en el de la responsabilidad cívica, en el sistema educativo nacional y en el de lo que se quiera agregar a la lista.
Mientras cualquiera de estas cosas llegara a ocurrir, me pregunto por qué es tan difícil en México entender cuál es la verdadera función de la política y del funcionario público, y por qué siempre nos parece importante que cualquier autoridad o persona que ostente un cargo público, -desde el presidente de la República, gobernadores, secretarios, senadores, presidentes municipales, etc., etc., sea una buena persona, que tenga buenas intenciones, buena voluntad, que al menos "sea una persona conocida." ¿Es alguna de estas cualidades garantía de que hará bien su trabajo? ¿Y cuál es la parte que inversa y obligatoriamente corresponde al ciudadano común y corriente?
En el mes de abril de 1997, cuando en México aún no se daba la alternancia de partido en la Presidencia de la República, antes de que Vicente Fox desinflara las esperanzas de tantos, antes de que AMLO mandara al diablo a las instituciones, y mucho antes de que se le declarara la guerra al crimen organizado, el conocido filósofo español Fernando Savater, invitado por la organización "Causa Ciudadana", ofreció una conferencia en el Poliforum Cultural Siqueiros, cuyo texto tengo la suerte de haber leído y estudiado en varias ocasiones: "Ética, política, ciudadanía." (Editorial Grijalbo, Rayaenelagua, Colecc. Textos del nuevo ciudadano, México, D.F., 1998.)
En la presentación del destacado intelectual Savater, se dijo que una de las razones por las que "Causa Ciudadana" lo había invitado era "...hacer una reflexión del más alto nivel sobre lo que es la política en este momento, pero también lo que es la ética, ligadas al ejercicio ciudadano."
Me declaro admiradora de las ideas de Fernando Savater, y me gustaría compartir brevemente algunas de ellas en este espacio, relacionadas obviamente, con el momento que vivimos actualmente. Cada quien medite sobre ellas y piense con qué se identifica, de quién se acuerda y revise, simultáneamente, cuál es la actitud o acción ciudadana que está dispuesto a aceptar.
Dice Savater: 1.- " Lo que se debe de hacer cuando se está en contra de las corrupciones políticas no es rechazar la política y alejarse de ella, sino intervenir para limpiarla de esas corrupciones. Apartarse con una mueca desdeñosa, favorece únicamente a los corruptos de la política, a los que se aprovechan de ese apartamiento de los ciudadanos para controlarla a su antojo."
2.-"En la democracia, los políticos están donde están porque de alguna forma los han enviado allí los ciudadanos."
3.-"La ética busca mejorar a las personas, la política busca mejorar a las instituciones. Las instituciones no se mejoran exclusivamente porque las personas sean buenas."
4.-"No se pueden curar los males de la política a base de la ética, lo mismo que no se pueden apagar los incendios forestales con un hisopo de agua bendita."
5.-"La vía de reforma de la política es la transformación de las instituciones: el voto, la presión sobre los políticos y la participación ciudadana."
6.-"No hay nada peor ni más fanático que esos políticos que prefieren que las cosas se estropeen, no se resuelvan los problemas con tal de que no los resuelva su adversario político, aunque se mantenga un problema indefinidamente."
Y finalmente, dice Savater: "La política son muchas cosas, no sólo las elecciones, ni los cargos públicos, sino también una conversación entre ciudadanos debatiendo sus ideas, un padre o una madre que educa a sus hijos, la labor del profesor en la escuela. (...) Actividades que crean ciudadanos con valores, con capacidad de intervenir y decidir. Por tanto, creo que todo aquello que suscite la intervención ciudadana (...) es necesario; y el exceso de quejas, el cinismo que dice "todos los políticos son iguales, no hay forma de cambiarlo", está normalmente fomentado por los propios políticos interesados en que se dé por hecho que la corrupción y la falta de participación sean cualidades fatales imposibles de solucionar."
Entonces qué: ¿Es más fácil que un sismo mueva a Japón de su posición geográfica a que en México veamos un posible cambio de actitud en los mexicanos?