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El camino de las estrellas

Addenda

GERMÁN FROTO Y MADARIAGA

No siempre se tiene el privilegio de ver nacer y culminar un proyecto.

Así me sentí cuando mi amigo Íñigo me entregó, bellamente impreso e ilustrado, su Diario del Camino de Santiago.

En tan sólo 44 páginas en total, Íñigo nos narra el día a día de su travesía en solitario.

Inicia diciendo que: "El viaje a Santiago empezó hace muchos años, alrededor de 50, cuando de niño escuché a la gente de La Laguna, hablar por las noches señalando al cielo el Camino de Santo Santiago, que según comprobé años después, es nuestra galaxia".

Quince años atrás concibió por primera vez, seriamente ese proyecto, pero por alguna razón lo abandonó, hasta que lo retomó hará unos cuatro o cinco años.

Todos los días caminaba mi amigo grandes distancias (como entre 30 y 40 kilómetros diarios) y no había nada que le impidiera esa preparación.

Soy testigo de ello, porque cuando fuimos a Washington, aún estando de vacaciones, él se levantaba a las cinco de la mañana para hacer su caminata y regresar a desayunar con nosotros.

Pero volvamos al diario. La travesía comenzó, como lo comenté alguna vez, en Saint Jean Pied de Port, en Francia, para terminar en Santiago de Compostela, en España. Las carencias del viaje fueron tantas que un día, hasta tuvo que saciar su hambre en un odioso McDonald, aunque también se encontró en ese camino lugares donde pudo comer como Dios manda, en forma deliciosa.

Va narrando él los pormenores de cada día y repitiendo frases apropiadas a los acontecimientos, como la de Saramago, que señala que: "Siempre acabamos llegando a donde nos esperan".

Y en efecto, así es la vida, anda uno de aquí para allá y un buen día llegamos al lugar en donde nos esperan y ahí se inicia una grande aventura.

Íñigo tuvo el cuidado de escribir lo que sentía y veía, porque estaba consciente de que: "La frescura de los recuerdos se pierde con el tiempo"; y a pesar de que él lo niega, en repetidas ocasiones, lo cierto es que escribe en forma magistral y amena.

Eso lo supe desde siempre, pues nos conocemos, como él dice: "Desde los primeros kilómetros de esta vida", pero es una de las cosas que por falsa humildad, niega.

En alguna población del camino, Íñigo se extravió y a un cura que lo auxilió le dijo: "Creo que perdí el camino", a lo que el cura respondió: "Sí, pero ya lo encontraste y ahora hay que seguir".

Al salir de un poblado llamado Estrella, hay una vinícola que tiene una llave de vino para los peregrinos y hay ahí una placa que dice: "Si quieres llegar a Santiago con fuerza y vitalidad, de este gran vino echa un trago y brinda por la felicidad. Fuente de Irache, fuente del vino".

En alguna parte del trayecto, él descubrió que en efecto: "Lo del camino de las estrellas es cierto. Caminamos en el nivel del ser, no del tener. Todos somos peregrinos atenidos a nuestras fuerzas".

Y además, en este tipo de trayectos, aprendemos lo valiosa que es esa sensación de soledad, libertad y autonomía que rara vez se siente en esta vida.

Sus amigos, sabemos que Íñigo tiene una facilidad envidiable y asombrosa para versificar, buena parte del libro está escrita en prosa y en algunas páginas plasma versos libres de su inspiración. Parrafadas como ésta:

"Qué formidable ventaja, ser semilla que se mueve, que puede escoger su tierra, que puede escoger su viaje".

Pero debo aclararte querido amigo, que esa semilla se mueve, porque tienes a tu lado a una mujer como Tere, que te comprende y acepta; que te apoya y no te limita en tus sueños. Y tienes una familia igual, que lejos de censurarte, por dejar todo y lanzarte a esa aventura con la que tanto tiempo soñaste, te empuja a realizarla.

Dale gracias a Dios de contar con ellos y siéntete afortunado de ser semilla fecunda que se mueve y no se queda anclada a una sola tierra.

En la humildad de mi amigo, él duda de presentar este libro públicamente, pues considera que es algo sencillo que quizá no valga la pena.

Se le olvida que la calidad de un texto no está en su extensión sino en su contenido.

El cuento más corto que conozco lo escribió Tito Monterroso en una sola línea: "Cuando despertó el dinosaurio todavía estaba ahí"; y no por ello deja de ser uno de los cuentos más conocidos de la historia.

Yo quiero reiterarle desde esta página que lo hagamos, que lo presentemos a la crítica y que sean ellos los que le digan si vale la pena o no. Estoy seguro de que muchos coincidirán conmigo.

Íñigo concluye su relato con una reflexión personal que a mí me agradó mucho y por eso la transcribo íntegra:

"Soy un árbol que retuvo promesas de primavera, con sus vientos, sus aromas, mariposas y florestas.

"Y luego llegó el verano y capturó sus preseas, calor, lluvia, vida plena y la fruta que se engendra. Para que al llegar el otoño sea esa fruta la que ofrezca, que la tome quien la quiera y la desprecie quien sea.

"Así este árbol ha cumplido lo que la vida le impera, lo que se haga con su fruta, ni le importa ni le mella".

Tu sueño se hizo realidad, querido amigo. Yo por mi parte te doy las gracias, por haber querido compartirlo desde su gestación.

Vamos por más: "Gora Íñigo, gora".

Este texto fue escrito, desde las entrañas del monstruo. En la ciudad del vicio y la perdición, en donde, como diría Machado, uno solo se inclina "ante el altar prohibido, sobre el verde tapete recostado".

Por lo demás, "Hasta que nos volvamos a encontrar, que Dios te guarde en la palma de Su mano".

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