En una ocasión caminando por los pasillos de una tienda, que en el pasado sería de abarrotes, pero que en el presente le pone en sus manos la mercancía más variada, vi con displicencia que dentro de un moderno refrigerador abierto, una pieza de pollo cuya colosal dimensión la haría figurar en uno de los cuentos de Hans Christian Andersen, por ejemplo en el de las Habichuelas Mágicas.
Se trataba de una pierna cuyo tamaño era exagerado, no me cabía en la mente que fuera normal. Los años han templado mis gustos gastronómicos, por lo que me abstuve de siquiera tocarla. Traté, curioso, de averiguar a qué se debía que fuera diferente, pero no había letreros, ni nadie que me informara. Caí en la cuenta de que el plumífero, con un sentido humorístico, o hizo pesas, hasta obtener esa musculatura o se inyectó alguna sustancia (si es que pensara como un pollo atleta). Esto último podría ser siempre que pudiera pensar, como no es así damos por sentado que los criadores les dieron alimento para conseguir ese resultado. Obviamente se entiende que la carne del animal es para el consumo humano.
Hasta aquí no hay problema. Es un fármaco comúnmente usado en enfermedades respiratorias como descongestionante y broncodilatador. Lo malo es que se ha descubierto una posible relación con problemas cardiacos. A este respecto en los últimos años hemos sido testigos en escenas que nos traen los noticieros deportivos de cómo un jugador se desploma como fulminado por un rayo, que regularmente se diagnostica como un infarto. No puedo asegurarle pues es un asunto en el que habría de hacerse un estudio especializado, esto es, una necropsia para saber si existió alguna sustancia ingerida consciente o inconscientemente que pudo provocar el infarto.
En el caso del futbolista Antonio de Nigris, falleció, se dijo, el 16 de noviembre de 2009 de un paro cardiaco al que, cabe decir, se le había diagnosticado una malformación congénita, lo extraño es que a pesar de eso se le permitió jugar en varios clubes y aun en la selección nacional de nuestro país, donde es de suponerse se hacen estrictos exámenes médicos. Se dice que fue al encuentro de la muerte a sabiendas. Murió en Grecia, durante horas de la madrugada cuando previamente había sentido fuertes dolores en el pecho e iba camino del hospital.
No se sabe bien a bien la enfermedad que le ocasionó el deceso. Sin embargo, no desecharíamos que pudiera ser por la ingestión de alguna comida. La dolencia congénita que se le detectó no descarta la responsabilidad de los médicos que le dieron el visto bueno para que siguiera jugando, tanto allá en Grecia como aquí.
El clembuterol, que pertenece a la familia de los esteroides anabólicos, entre otros efectos adversos, por lo que está prohibido su uso en deportistas de alto rendimiento, son: taquicardia, palpitaciones, incremento de la presión sanguínea, aumento de sudoración, dolor de cabeza, náuseas, temblores, vómitos, dolores de pecho, boca seca y calambres musculares. Lo que no pudimos averiguar es la cantidad de clembuterol. Las secretarías de Salud y Agricultura afirmaron en un comunicado conjunto que "el consumo de carne en México es seguro", lo que se contradice con lo aseverado por el presidente Felipe Calderón. Quien comentó "que efectivamente muchos, para que pese más kilitos la vaca, le ponen quién sabe cuántas sustancias".
Si hubiéramos averiguado en el lugar donde ocurrieron los decesos, quizá sabríamos la verdad. Aunque no necesitamos ir tan lejos si nos atenemos a lo que asevera con gran displicencia el huésped de Los Pinos, de que muchos "le ponen quién sabe cuántas sustancias" a la comida que se les da a las vacas. Bueno, muchos, no son todos los ganaderos. Habrá quien sí y quien no.
Como ocurría el Torreón de antes, con la leche "bautizada". Alguien me decía ayer con aplomo y total seguridad que la carne que se consume en la región está adulterada. Me pareció una afirmación de suyo temeraria. Los japoneses les dan a su ganado cerveza y masajes, con lo que dicen adquiere un sabor exquisito constituyendo un platillo regio para el más exigente de los paladares. En la India en cambio los brahaministas, no así los musulmanes, tienen la creencia de que las vacas son la reencarnación de seres humanos cumpliendo una etapa de la vida. Se les ve deambular por las calles y los hogares sin ser molestadas. En fin, allá no hay la posibilidad de que a la carne vaya a ser engordada por la creencia de que las almas de sus seres queridos están sufriendo una transmutación.