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El celular te delata

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El celular te delata

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Leonor Domínguez Valdés

Hasta hoy no existe código social alguno que restrinja el uso del celular en ciertas ocasiones, sitios o momentos en los que se encuentra la persona al teléfono. Sin embargo este aparato sigue siendo con frecuencia un obstáculo para la comunicación efectiva (directa) y el respeto.

La telefonía celular es uno de los principales insumos con los que cuenta la sociedad. Es de suponerse que tener un teléfono móvil nos permita estar en contacto con los demás más fácilmente, llamarle a quien deseemos en caso de tener una emergencia, o bien cuando nos es necesario enviar un mensaje de texto (SMS, por sus siglas en inglés) a cualquiera de nuestros contactos.

No obstante, a menudo la comunicación se ve entorpecida y el causante es el celular: lo utilizamos en cualquier espacio y momento, por lo general para asuntos no urgentes. Y con esa acción relegamos a segundo término a quienes interactúan con nosotros en persona.

Últimamente se están realizando esfuerzos por crear una normatividad al respecto, sin que hasta ahora haya sido posible controlar en la mayoría de la gente la tendencia compulsiva a estar prácticamente ‘atada’ al celular.

CONFIANZA NO ES IGUAL A DESCORTESÍA

El uso que solemos hacer del teléfono móvil denota nuestro alto grado de egoísmo, aislamiento y desapego por el resto de la comunidad. O bien un ansia desmedida de mantener un contacto ininterrumpido con los demás, quizá por un temor oculto a estar solos... sin embargo no reparamos en la presencia de ‘ese otro llamado persona’ que está ahí enfrente y a quien se supone deberíamos escuchar con suma atención, lo cual al parecer pasamos por alto al sentirnos ‘en confianza’ (por ejemplo estando con la familia, la pareja, los amigos o un colega).

Si dos o más individuos se reúnen a conversar y de pronto uno de ellos se conecta a su BlackBerry, su iPhone o celular, la señal que emite es de absoluto desinterés hacia aquello que su interlocutor desea compartir. Al enlazarse vía satélite con alguien más se aísla y simbólicamente anula y descuenta al o los ahí presentes, para luego hacer un comentario sobre la noticia de última hora que acaba de leer, el sujeto con el que estuvo ‘chateando’ o intercambiando mensajes o bien lo que ha visto o escrito en Twitter o Facebook. Pero en suma quien está al lado se vuelve invisible ante la esclavitud ‘impuesta’ por el teléfono.

EL RESPETO YA NO IMPORTA

Los templos, las escuelas, las salas de conferencias, los cines y los teatros, han sido los primeros espacios en los cuales se han puesto en marcha normas que restringen el uso de los celulares. Regularmente se anuncia la prohibición del empleo de estos aparatos durante las sesiones de clase, la impartición de una plática, la celebración de un servicio religioso, la exhibición de una película, la puesta en acto de una sinfonía y actividades semejantes.

Pero incluso así es común que escuchemos sonar el timbre de uno de estos artefactos y encima la conversación subsecuente, aunque tratemos vanamente de evitar distraernos con la charla que entabla el dueño del teléfono. Esto no sólo implica una falta de respeto para el evento en desarrollo, sino una descortesía hacia el resto de los asistentes.

“PRIMERO MI TURNO”

En nuestro país aún es muy frecuente ver a individuos que atienden el celular al mismo tiempo que conducen -vayan solos o no. Hacerlo es una grosería, ya que pone en evidencia el enorme desinterés por la gente que los circunda.

Cuando las personas conducen y simultáneamente hablan por teléfono o peor aún, leen y escriben mensajes de texto o monitorean alguna red social, lo único que denotan es su absoluta carencia de responsabilidad y compromiso hacia los demás, que también tienen derecho a transitar de manera segura por la vida.

Es probable que algunos sientan que usar el móvil al conducir les aporta un aura de importancia. Quizá con ello intenten decir que sus asuntos son prioritarios y están muy por encima de los intereses de los mortales comunes, quienes a su criterio deberán esperar a que ellos resuelvan sus asuntos con toda calma aunque les obstruyan el paso o les impidan desplazarse con fluidez y tranquilidad.

REGLAS NECESARIAS

Si bien en la actualidad las leyes de tránsito imponen fortísimas sanciones a quienes sean sorprendidos usando el celular mientras conducen un vehículo motorizado o no, esta clase de infracción a menudo pasa desapercibida.

Asimismo, la sociedad aún no ha determinado reglas que contrarresten la falta de urbanidad implícita en el hecho de privilegiar al teléfono por encima de la gente presente. La cortesía es y será siempre una manifestación de elegancia y propiedad. Es de esperarse (o al menos es deseable) que pronto se cree un protocolo a fin de establecer un tipo de normatividad en lo que se refiere a la utilización de este aparato durante las reuniones sociales, en los tiempos dedicados a las comidas e incluso en una simple conversación entre dos amigos, ya que la ausencia de la misma ha propiciado que las personas parezcan ignorar que tienen a alguien al lado y ese alguien es precisamente quien merece atención en ese instante, no aquél que repentinamente irrumpe al llamar o enviar un mensaje.

La manera en que cada uno emplea el celular dice mucho de su educación y el respeto que muestra hacia los demás. Sería provechoso acostumbrarnos a activar la modalidad de ‘silencio’ antes de disponernos a interactuar con un individuo o grupo, así como fijarnos límites en lo que respecta al uso del teléfono para leer las noticias o navegar por Internet.

Correo-e: leonor.dominguez@iberotorreon.edu.mx

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