¿Por qué si le ha ido tan bien a Alejandro Encinas en los debates de candidatos al gobierno del Estado de México, sus preferencias electorales en las encuestas siguen estancadas lejos, lejísimos de su rival priista Eruviel Ávila?
¿Por qué sigue treinta puntos porcentuales abajo si a decir de expertos, grupos de enfoque, público en general, el perredista se ha visto muy bien armado en los encuentros de los tres aspirantes a suceder a Enrique Peña Nieto?
Una primera explicación que se ha dado es que el electorado no quiere candidatos rijosos, y Encinas cuando no tunde a Eruviel Ávila es porque está atendiendo al panista Luis Felipe Bravo Mena. Ha sido el fajador, el de los ataques, a la ofensiva. En lo personal, me parece que esta explicación si es cierta, no es suficiente para explicar por qué el exjefe de Gobierno del DF no capitaliza en simpatías su oratoria.
A lo mejor habría que explorar otra hipótesis: Encinas está atacando al PRI por males que la gente ya sabe que el PRI tiene, y aún así, lo quiere ver en el poder.
El adversario político de Alejandro Encinas, ha quedado claro, es el gobernador Peña Nieto. ¿Alguien a estas alturas pensará que es un gobernador austero? ¿Entonces por qué atacarlo por los excesos presupuestarios en tiempos de urnas? ¿Algún mexiquense creerá que a Peña no le gusta el lucimiento personal en los medios de comunicación? ¿Qué sentido electoral tiene cuestionarle el dispendio en publicidad? ¿Existirá un votante en la lista nominal que encuentre en su gobernador la característica fundamental de ser respetuoso de los derechos humanos? ¿En ese sentido no es hasta beneficioso para el PRI, frente al grueso de la población, recordar qué hizo Peña con los de Atenco?
¿Acusar a Peña Nieto de ser antidemocrático porque desde su Congreso aniquila a la oposición no es lo que muchos mexicanos desearían que sucediera en todo el país, a cambio de que empiecen a pasar cosas en el Legislativo? Ya para no contar la incomprensible estrategia de Encinas de traer a la memoria pública el bloqueo del Paseo de la Reforma por el conflicto electoral de 2006, la decisión políticamente más costosa para el PRD en su historia.
No son atributos "políticamente correctos" los de autoritario, represor, lucido en medios, comprador de votos, pero tengo la impresión de que quienes confían en el PRI no lo hacen por encontrar en sus figuras ciertas características deseables en un político moderno, sino porque consideran que con los trucos de siempre logran una efectividad de la que hoy por hoy carecen sus rivales.
Y quizá por eso, y sin que se me tome a mal el refranero popular, de nada sirve decirle burro al burro si lo que le importa al jinete es que ande.
SACIAMORBOS
El impresentable empresario festeja su triunfo jurídico asistiendo a una contienda deportiva. El prelado festeja su triunfo jurídico en una cena rodeado de mujeres en un restaurante de categoría.