A fines de julio la cotización del dólar se ubicó alrededor de 11.60 pesos y algunos analistas especulaban, entonces, que Banco de México (Banxico) pudiera darse el lujo de disminuir las tasas de interés en su reunión de agosto para estimular la economía.
Banxico no redujo su tasa de referencia en esa oportunidad, pero señaló en su comunicado del 26 de agosto que "en caso de que el desempeño de la economía nacional y de los mercados financieros internacionales resultara en un endurecimiento innecesario de la política monetaria, la Junta de Gobierno reflexionará acerca de la conveniencia de ajustarla".
Esta posición de nuestras autoridades monetarias, que han sido fieles seguidoras de las acciones de política monetaria de la Reserva Federal (Fed) de Estados Unidos (EU), se debió, en gran parte, a la decisión de la Fed de mantener baja su tasa de referencia hasta, por lo menos, mediados de 2013, así como a la inusual fortaleza del peso durante la primavera y parte del verano.
El comunicado de Banxico del 14 de octubre fue todavía más claro en cuanto a la posibilidad de reducir las tasas de interés en el futuro cercano, al mencionar que la Junta de Gobierno "se mantendrá atenta a las perspectivas para el crecimiento económico mundial y sus posibles implicaciones para la economía mexicana, lo cual, en un contexto de gran lasitud monetaria en los principales países avanzados, a la postre podría hacer conveniente un relajamiento de la política monetaria".
Ese comentario, sin embargo, se siguió de una salvedad al señalar que "...la Junta vigilará el comportamiento de los determinantes de la inflación, y en particular del tipo de cambio...".
Esto se debe a que no se puede decidir sobre la dirección de la política monetaria sin estar atentos a la situación de nuestra moneda. Ya vimos, por ejemplo, cómo en unas cuantas semanas en septiembre se evaporó la fortaleza del peso y registró una de las depreciaciones más aceleradas en el mundo emergente, a pesar de que no había razones fundamentales para ello.
En efecto, ese comportamiento no se debió, como en muchas otras ocasiones, a un cambio dramático y sorpresivo en los aspectos fundamentales de nuestra economía. Esos movimientos en los mercados financieros mexicanos no tuvieron su origen en una crisis local, sino en el exterior. Su corrección, por tanto, está fuera de nuestras manos.
En consecuencia, el comunicado de la semana pasada preparó el terreno para una posible disminución (pasajera) de la tasa de interés de referencia de Banxico en la reunión de su Junta de Gobierno del 2 de diciembre, pero esa decisión estará en función de que durante las próximas semanas no ocurran sobresaltos importantes en los mercados financieros y, en particular, oscilaciones abruptas del precio del dólar.
Eso, como dije, no depende de nosotros, sino de lo que ocurra en el exterior. Vale la pena, por tanto, estar conscientes de que el factor más importante para la estabilidad del peso en el corto plazo y, en consecuencia, para la disminución de las tasas de interés internas, es si las acciones de los gobiernos europeos para atender la problemática de las deudas soberanas logran tranquilizar, aunque sea temporalmente, a los mercados financieros.
La evolución del peso y, por ende, de las tasas, dependerá también de la expectativa sobre la actividad económica en EU y, en particular, sobre la probabilidad de otra recesión, ya que en la mente de los inversionistas la suerte de nuestra economía está estrechamente vinculada a la de la estadounidense.
El gran peligro, en ambos casos, es que la corriente de capital externo cambie de dirección, y en vez de entradas masivas como ocurrió durante 2010 y la primera mitad de este año, seamos testigos si bien no de un éxodo acelerado de recursos, sí de una salida suficiente para depreciar nuestra moneda y trastocar la meta inflacionaria de las autoridades.
En síntesis, la posibilidad de que Banxico baje en un cuarto de punto su tasa de interés de referencia en la reunión del 2 de diciembre depende de que la cotización del dólar se estabilice y, de preferencia, se ubique por debajo de los 13 pesos en un ambiente de relativa calma internacional.
También pudieran disminuir las tasas aún si el precio del dólar se sostiene por encima de los 13 pesos y persisten las dudas sobre Europa, pero implicaría correr el riesgo de revertir pronto esa decisión, ya que mientras no se conozca el desenlace de la tragedia griega y se defina con mayor claridad la suerte de la economía estadounidense, estarán latentes la pesadilla de la volatilidad financiera y las oscilaciones abruptas de los tipos de cambio.