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EL DIVÁN

¿Existe el príncipe azul?

Por: Lic. José Antonio Miranda Hernández

Conversando en la semana durante el desarrollo de un programa de radio, se nos preguntaba el porqué de las actuaciones de los hombres y las mujeres en determinados eventos y la frecuencia con que estas conductas se repetían.

En anteriores artículos abordamos la perspectiva del hombre y decíamos que existían dos tipos de síndrome, por llamarlos de alguna manera, uno, el de Peter Pan, y se refiere al hombre supuestamente independiente, capaz y proveedor, cuando en el fondo busca una madre por esposa que le resuelva los problemas y lo saque de apuros, es decir que no crece. El segundo es el "macho", que es autoritario, violento y que quiere tener todo bajo control. Ni uno ni otro favorecen las relaciones maduras y de crecimiento mutuo.

Hablando de las mujeres, aunque mis amigas las feministas se enojen, porque argumentan que para hablar de la mujer pues solamente otra mujer, tendríamos el síndrome de la bella durmiente o la cenicienta. No vaya a pensar mi estimado lector que durmiente porque se la pasa todo el día como algunos funcionarios del Gobierno de Torreón, que "abrieron" todas las calles aledañas al bosque y se les olvidó tapar las trincheras, perdón los agujeros que dejaron por toda las calles hace más de 2 meses. En realidad es porque las mujeres esperan siempre o en la mayoría de los casos que el hombre al cual eligen como pareja les venga a salvar la situación, sea emocional, económica o de plan de vida.

¿Esto de dónde proviene? Pues principalmente de la educación, tanto de la casa como del exterior ahora principalmente por los medios masivos de comunicación y más todavía las redes sociales, aunque esto ya va a cambiar porque el modelo de muchas mujeres la maestra Elba Esther ya dijo que hay que leer y en familia además. ¿Cómo se educa a una mujer? En las relaciones de pareja a esperar e incluso a ver a través de los ojos de los hombres. Sé que muchos de ustedes dirán que los tiempos han cambiado, sí, desde luego, pero existen cosas como éstas que es difícil cambiar porque llevan años sucediendo y son parte de la identidad de la mujer.

Un ejemplo de esto será la mujer que en su proyecto de vida incluye seguir al marido a donde sea que él vaya, aunque muchas de las ocasiones, esto contradiga su objetivo en su existencia. Si el cónyuge cambia de ciudad por el empleo habrá que seguirlo, aun a pesar de que la pareja tenga años en su propio empleo.

Otro será el de la esposa joven que pretende agradar al marido con su figura, arreglándose de tal forma que llega un momento que lo que busca no es si a ella le agrada el tinte de cabello o no, sino más bien si es grato a los ojos del príncipe azul, o sea el marido.

Con el padre será igual o habrá sido de la misma forma. ¿Cuántas mujeres no conoce usted que están supeditadas a lo que el padre dice? Y en muchas ocasiones es más la necesidad de la hija de agradar al padre, que la presión de éste.

Recuerdo en este momento la experiencia de mis tías y mi madre, brillantes todas ellas, unas en el área de la comunicación, otras en los negocios, y las demás muy hábiles para escuchar, pero el padre siempre tuvo la tendencia a que alguno de sus hijos varones tuviera la capacidad y sobre todo la presencia de los hijos, que si pueden ser capaces, pero no tan presentes como ellas, aunque estas últimas se sientan que no valen muchas veces por la aprobación del padre, siendo que les cuesta trabajo observarse a través de sus propios ojos.

Un último ejemplo respecto al padre, es la hija que estudia y se desarrolla en el área que el papá designó para ella. Si el papá es contador querrá que ella lo sea, a pesar de que la hija no tiene actitudes o habilidades para el desempeño de esa labor, pero encontrará más sencillo, no contradecir al padre para no perder su aprobación, que llegar a ser quien es.

Existen desde luego varias excepciones, pero desafortunadamente para el género femenino, no son la mayoría.

Para todas mis amigas y mujeres que conozco, nótese que este tecleador no nombra a su esposa, no vaya a ser que se dé cuenta y deje de pensar que yo soy un príncipe azul, sería bueno que se preguntasen sólo algunas ocasiones. ¿Me tomo en cuenta cuando tomo una decisión? ¿No decido en función de mi padre, marido o hijo? ¿No pretendo agradar a algún hombre con mi decisión? ¿Se pierde valía cuando un hombre no aprueba mis decisiones? ¿Es el hombre quien determina mi vida?

Nos vemos la próxima esperando no crear más paquitas del barrio, Gennys Rivera o Lupitas Dalessio.

Mi correo electrónico: antoniomiranda72@hotmail.com.

Twitter: @neuromiranda.

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