Este próximo martes 18 de octubre es un día crucial para ponerle fin al cese patronal que existe actualmente entre los propietarios y los jugadores que militan en la mejor liga del basket ball del planeta como lo es la NBA que, desafortunadamente, ya suspendió las dos primeras semanas del calendario regular de la campaña 2011-2012 por lo que no hay manera de que se lleven a cabo los 82 encuentros que formaban la agenda del Deporte Ráfaga.
Ante esta pugna que pone en riesgo la temporada del baloncesto en la Unión Americana, los dueños de los equipos y los jugadores se han puesto de acuerdo para que ese día, la resolución de este asunto que ha colocado en jaque el desarrollo de uno de los deportes más populares no sólo en nuestro vecino país del Norte sino en todo el orbe sea a través de un negociador como lo es George Cohen, quien es el director del Servicio Federal de Mediación y Conciliación y quien fue el primer conciliador federal que pretendió, sin conseguirlo, solucionar el polémico aprieto laboral en la NFL.
Es aquí donde no entiendo el motivo por el cual se haya designado a este intermediario debido a su descalabro en el transcurso de los 16 días de febrero y marzo en que no pudo poner de acuerdo a los patrones y a los atletas del futbol americano profesional por lo que es evidente, fallaría (ojalá y me equivoque) en las negociaciones y nos quedaríamos sin poder disfrutar de este deporte que tanto nos emociona.
El tema relevante de este dilema es la distribución que produce conjuntamente la NBA y que las actitudes de ambas partes (mandones y jugadores) se conserva inexorable ya que los dueños descendieron del 50 al 47 por ciento mientras que los que ofrecen el espectáculo se descolgaron del 57 al 53, por lo que esta situación ha hecho que en los últimos 12 años se disminuya la temporada por segunda ocasión como aquella de 1999 en que la fase regular fue de 50 partidos.
Por lo pronto, David Stern, que es el comisionado de la liga y el segundo a bordo Adam Silver, han reiterado en el transcurso de todo este embrollo que requerían toda la energía para el uno y el otro en un nuevo contrato colectivo de trabajo aunque emergió de repente la suposición de que el dinero era lo que menos interesaba (sí cómo no) donde, implícitamente, fue el procedimiento del tope salarial y no la repartición de las ganancias lo que brotó como el inconveniente considerable para lograr un pacto gremial para ayudar al inicio de la temporada regular.
Según Stern, los propietarios de los clubes pretenden un compromiso con una permanencia de una década con una alternativa de finiquitarlo posterior a que se cumplan los primeros seis años mientras que Derek Fisher y toda su banda no aspiran a ir más allá de las seis temporadas, por lo que ante este río revuelto, algunos elementos ya han optado en jugar en otras ligas mientras se resuelve este asunto.
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