Para algunos los servicios de un spa no tienen ninguna relación con la espiritualidad, sino con el relax o el placer. Sin embargo, mucha gente encuentra en estos establecimientos un punto de encuentro con su individualidad.
¿Se considera a sí mismo alguien espiritual? Si pone atención a su alrededor, seguramente notará que la palabra espiritualidad no ha perdido vigencia, pues aun en medio del cotidiano caos se pronuncia con frecuencia -quizá incluso más que en épocas anteriores. Lejos de archivarla en el cajón de los olvidos, parece que la gente se aferra a ella cada vez con mayor fuerza a través de la búsqueda de herramientas contemporáneas que le permitan desarrollarla.
Desde hace ya varios años la humanidad se ha sumergido en un ritmo que nuestros antepasados calificarían como desquiciante. Vivimos abrumados por el trabajo, el crecimiento de las ciudades con todo lo que implica, el encarecimiento de los satisfactores básicos, el dominio de la cultura de consumo, y la multiplicación de enfermedades y padecimientos antes desconocidos. Tenemos acceso a más información sobre lo que ocurre en todo el mundo, lo cual nos educa pero también nos preocupa o al menos nos da algo más en qué pensar. Incluso la cercanía que brindan los medios de comunicación y la tecnología contemporáneos, con todo y sus bondades, es motivo de estrés si consideramos que nos absorben un tiempo que anteriormente solía dedicarse al simple descanso y esparcimiento.
Notamos que escasean las oportunidades de permitirnos un encuentro con nosotros mismos. También son pocas las personas que consiguen ‘vivir el momento’ en toda la extensión del término, pues el común de la gente no puede evitar repartir su concentración entre lo que hace en el instante y lo que deberá hacer enseguida, y al día siguiente, y al mes siguiente...
En medio de este torbellino, en los últimos años son cada vez más los que buscan ‘ventanas’ por las cuales asomarse y tomar un respiro que les permita recobrar en alguna medida la tranquilidad y la paz: herramientas de apoyo para cultivar su lado espiritual.
Y es que aunque algunos opinan que a mayor modernidad dejamos menos espacio para la espiritualidad, muchos otros coinciden en que ésta se encuentra lejos de desaparecer, si bien la forma de verla y vivirla ha experimentado una transformación acorde a nuestra época.
Hoy en día hay nuevos factores que han facilitado una intensidad en la búsqueda espiritual. Por un lado la tecnología ha puesto a nuestro alcance información acerca de las vías de ejercicio espiritual de culturas que antes quedaban fuera de nuestro radar, en especial las de Oriente. Simultáneamente, la sociedad lleva tiempo inmersa en un ‘mundo material’ que aún satisface a un gran sector poblacional, no obstante a otro ya le ha provocado una suerte de agotamiento, lo que se refleja como una sensación de vacío interior.
ALMA RACIONAL
Según el diccionario, el espíritu es el alma racional. Tanto la Antropología como la Psicología coinciden en definirlo como la mente del ser humano, es decir aquello que radica en el interior del ‘yo’, la esencia de cada individuo. Por ello la espiritualidad ha sido un tema de interés para el hombre desde que éste alcanzó la condición de ‘ser pensante’ y podemos afirmar que se habla de ella desde siempre. La Psicóloga Carolina Ramírez lo resume: “Por el simple hecho de ser humanos tenemos una esencia, independientemente de que la trabajemos o no”.
Sin embargo, con frecuencia se confunde la espiritualidad con la fe y la religiosidad, pese a que son conceptos muy distintos en su raíz. Como ya dijimos la espiritualidad es algo que todos poseemos desde nuestro nacimiento, mientras que la fe es la particular creencia que cada uno puede desarrollar en relación a algo, generalmente una figura divina. A su vez, la religiosidad es la práctica de cierto tipo de rituales entendidos como un culto hacia esa deidad y los valores que ésta representa. Es por eso que una persona puede no practicar religión alguna sin que esto merme su condición espiritual.
De hecho hoy en día es muy común escuchar a individuos que se describen a sí mismos como ‘espiritual, pero no religioso’. Usualmente se trata de gente que tiene un interés por trabajar en dicho aspecto de su vida, sin comprometerse con una creencia en particular. Incluso algunos estudiosos dan un nombre a este fenómeno: ‘espiritualidad secular’. En su artículo de 2005 titulado Secular Spirituality, Anne Van Dusen (quien hasta su fallecimiento fue investigadora asociada del Instituto Alban en Washington, D. C.), explicó: La espiritualidad secular aborda una búsqueda personal de un significado más profundo, sin el ‘gravamen’ de la religión organizada. La gente puede atender la salud y el bienestar espiritual mientras se esfuerza en la comprensión y en la iluminación, sin tener que tomar en consideración o estar de acuerdo con las cuestiones de una doctrina, credo o práctica.
A menudo oímos también hablar acerca de que tal o cual conocido nuestro es ‘muy espiritual’. La espiritualidad no es un área en la que entren diferentes niveles. Indiscutiblemente hay quienes cultivan más su vida espiritual, pero eso no los hace superiores a los demás. “La tendencia de hacer clasificaciones, de generar ‘clases’ en todo es muy humana, y aun así la espiritualidad es la misma; hay quienes la trabajan más y eso les va marcando recursos, posibilidades, pero no les da mayor nivel”, apunta Carolina Ramírez.
En ese contexto, algunos individuos parecieran tener un interés más fuerte que otros en el desarrollo de su espiritualidad. Según los expertos, esa inclinación la va determinando la existencia misma, las experiencias que se acumulan a lo largo del paso por el mundo y la forma en que se enfrentan y aceptan las circunstancias y entorno. “Cada uno de nosotros atraviesa una historia de vida propia, con etapas insondables de dolor, gozo o incertidumbre, y eso de alguna manera desestabiliza la psique, el balance psicoafectivo del hombre, que entonces empieza una búsqueda de alternativas para recobrar la armonía perdida, la recuperación del orden interno”, expone la Antropóloga Leonor Domínguez.
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