Cuando me pongo a analizar ¿qué es lo que diferencia a los triunfadores de los fracasados? Llego a una rudimentaria conclusión -entre muchos factores-, es el uso adecuado del sentido común.
Los triunfadores saben que no hay varitas mágicas, ni recetas que seguidas al pie de la letra te lleven a ello, y si hay magia, ésta se ubica dentro de ellos, son hombres que enfrentan sus temores, no los evaden y sobre todo, utilizan su sentido común para seguir adelante, los hace propositivos en la vida, los conduce a concentrarse en los logros, no en los tropiezos.
El sentido común -el menos común de los sentidos-, te invita a construir tu vida hoy, evitando los "luego", los "déjalo para mañana" que tanto retrasan tu realización; te lleva a hacer bien y con excelencia tu tarea.
Nuestros "viejos" apoyan su habitual gnosis en el sentido común, que les reivindica un mundo cargado de sabiduría y fuerza vital que deja como enseñanza que no todo puede ser interpretado por el raciocinio humano, que hay algo más que eso: el uso de ese sentido común para utilizarlo a nuestro favor.
El sentido común -del que carece gran parte de nuestros políticos nacionales- nos da inmediatez para la solución de los problemas y ¿qué es la inmediatez?, la respuesta pronta y expedita en el momento oportuno; tal es el caso de Alejandro Gómez Arias, cuando en 1928 competía en un Concurso Nacional de Oratoria, al estar frente a la tribuna, su voz era delgada, de entre la multitud, salió un grito que escondido en el anonimato espetó: ¡Habla como hombre!
El joven Gómez Arias sin inmutarse y con una sabia inmediatez continuando con su discurso, dijo: "Hombre es aquel que se para en una tribuna para decir su sentir y su pensar, no como los cobardes que se esconden en la galería para ocultar su cobardía y su impotencia."
El aplauso atronador de la multitud, estremeció a la concurrencia. Al finalizar, Alejandro Gómez Arias resultó Campeón Nacional de Oratoria.
Inmediatez que también se dio la ocasión aquélla en la que un peregrino fue a Roma, se parecía tanto al entonces Papa, Bonifacio, que fue llevado ante la presencia de su Santidad, quien maravillado de tan grande semejanza, le preguntó si había estado su madre alguna vez en Roma, a lo que el peregrino respondió:
"No Su Santidad, es mi padre el que ha estado aquí muchas veces."
La misma inmediatez encuentro cuando cumplía años el presidente municipal de la tres veces heroica Ciudad de Matamoros, Tamaulipas, Homar Zamorano; como era su costumbre trabajaba sin cesar hasta altas horas de la noche. Pepe "El Ribereño" se acercó a su secretario y le dijo:
-Ya dile al presidente que salga, le tenemos lista una carne asada para celebrar su cumpleaños.
-Pásale y dile tú -respondió Omar Martínez, el secretario.
Pepe, pasó a la oficina y le dijo:
-Mi "Presi", tenemos lista una carne asada para ti, ¡vámonos!, que te quiero ver muy contento.
El Presidente levantó la vista y con inmediatez, le dijo:
-Sí quieres verme muy contento... ¡Ponte a trabajar!
Así mismo, mi bien recordado amigo Héctor Treto Cisneros (Q.E.P.D.) era síndico en la capital tamaulipeca, en su función atendía distintos problemas de la ciudad; entre ellos, los de los vendedores ambulantes. Cierto día, éstos cerraban la calle frente al Palacio Municipal y llevaban a cabo una manifestación en contra del Ayuntamiento y del citado personaje, las pancartas decían: "TRETO CORRUPTO", "TRETO SINVERGÜENZA", "TRETO LADRÓN", "TRETO PILLO"...
Un periodista lleno de malicia, al llegar al inmueble el síndico municipal, se escondió y sin que este lo esperara le salió de improviso y con grabadora en mano le inquirió:
-¿Qué opinión tienes de lo que en la manifestación los ambulantes dicen de ti: "TRETO SINVERGÜENZA", "TRETO LADRÓN", "TRETO CORRUPTO", "TRETO PILLO"...
El síndico con una inmediatez envidiable, le respondió:
-Deben ser parientes míos, yo soy... ¡TRETO CISNEROS!
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