Racias a nuestros políticos vivimos en un país disfuncional, en donde la impunidad campea por doquier, basta recordar los casos de Acteal, Aguas Blancas, Guardería ABC, Paulette, los centros nocturnos New's Divine y Lobohombo, por sólo citar algunos de los procesos que se han publicado en los medios.
Por otra parte, nuestra partidocracia nacional vive en un escenario de simulaciones en donde aparentemente trabajan por las mejores causas sociales, pero en el fondo lo que buscan es conservar las prebendas de su partidocracia; que ofende el sentido de patria del colectivo social.
Y si de diputados y legisladores hablamos, su trabajo no sólo duerme el sueño de los justos, también deja mucho que desear. Cada período de sesiones pasa de discursos rimbombantes al florilegio verbal, pero sin propuestas tangibles; atracan en la forma, pero sin resultados; hablan de reformas, pero no las concretan.
Nuestros legisladores -muy bien remunerados por cierto- parecen ignorar la voz del rumor social, que clama ¡YA! una transición con resultados, que pasen de los discursos de buena voluntad o de los conflictos innecesarios, a la ansiada reconciliación nacional. Recientemente, Honduras nos ha puesto el ejemplo de cómo políticos antagónicos se reconcilian en aras del interés superior de la patria.
En cuanto al Ejecutivo federal, ya es tiempo que a la usanza del viejo presidencialismo mexicano, deje de ser presidente de su partido para convertirse en el líder que los mexicanos reclamamos en estos momentos de graves problemas de pobreza, desempleo e inseguridad.
Es hora ya que la inteligencia y el sentido de mexicanidad -que los políticos de todos los partidos nos regatean-, den resultado con las reformas que nos inserten con éxito en la competitividad y en las grandes tareas nacionales, para dejar de ser rehenes de la violencia, el secuestro, la extorsión y la inseguridad que tanto menoscaba el patrimonio moral que hemos puesto en manos de nuestros ineficientes políticos.
Pero a pesar de lo anterior, somos un país que es más grande que la adversidad, más fuerte que el desanimo, más perseverante que los problemas; nuestra fortaleza se finca en los hombres de trabajo y las mujeres proveedoras de esperanza que diariamente desde al aula, la parcela, desde el gimnasio, la fábrica, la oficina, el hogar, tienen mil argumentos para salir adelante.
Será porque se sienten herederos del heroísmo de Cuauhtémoc, de la grandeza de los libertadores encabezados por Hidalgo; de la herencia de la generación de oro de la Reforma encabezada por Juárez y del patriotismo de un puñado de valientes que desde la Revolución mexicana con Madero, Carranza y Zapata nos legaron las reivindicaciones sociales.
Somos una patria de mujeres y hombres que saben aguantar la adversidad, pero también saben llorar, reír, luchar, perseverar, amar y cantar. Porque somos un puñado de mexicanos que trabajamos, no sólo por legarles una patria mejor a nuestros hijos, sino mejores hijos a nuestra patria.
Lo hacemos sabedores de la grandeza de nuestra historia, de la riqueza de nuestra gastronomía, tradiciones y cultura popular, de la sabiduría de nuestros escritores, de la fuerza de nuestros artistas y pintores, del patrimonio que encierran decenas de ciudades reconocidas por la UNESCO; somos un país de poetas y campeones, con una biodiversidad inigualable, con una tradición oral llena de magia; somos un país que con sus mujeres proveedoras de esperanza y sus hombres férreos, somos más grandes que la adversidad... el tiempo nos dará la razón.