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El funeral de Obama

GENARO LOZANO

Todavía falta poco más de un año para que los estadounidenses acudan a las urnas a decidir si le dan otros cuatro años a Barack Obama, pero hoy muchos dan ya por descontada la reelección del afroamericano y auguran que en enero de 2013 la Casa Blanca regresará a manos de los republicanos.

El futurismo se da en Estados Unidos como en pocos lados y quienes ya ven en Obama a un presidente de un solo período lo hacen porque se dejan llevar por dos factores principalmente. Por un lado, por los números que revelan las encuestas que no favorecen al presidente demócrata y, por el otro, debido a las fuerzas sociales en torno al Tea Party y a los indignados de Occupy Wall Street, dos movimientos que Obama no ha sabido cómo conciliar.

Las encuestas en efecto señalan a un Obama que perdió el brillo y la popularidad con la que convenció al electorado en la histórica elección de noviembre de 2008. Las recientes mediciones de Gallup le dan a Obama entre un 39 y un 44% de apoyo, al tiempo que en un ejercicio de careo, hasta un 46% de los encuestados afirma que votaría por el candidato del Partido Republicano, sin importar quién sea, frente a un 38% de los encuestados que afirma que daría su voto a Obama.

Una lectura precoz de esos números indicaría en efecto que Obama le entregaría la Presidencia a un republicano el 20 de enero de 2013. Sin embargo, la elección del presidente de Estados Unidos no obedece a un apoyo directo de los electores, ni al voto popular con el que se elige a los presidentes de las democracias presidenciales del mundo.

En Estados Unidos la elección presidencial se hace de manera indirecta, a través del Colegio Electoral que pondera el peso electoral de los estados y no de los ciudadanos. Leer las encuestas que muestran que Obama tiene poca popularidad no indica más que una medición general en un momento temporal específico, que no refleja realmente cómo está el respaldo electoral a Obama en los 10 estados más poblados de Estados Unidos que concentran 256 de los 270 votos electorales necesarios para ganar la Casa Blanca.

El fracaso electoral de Obama lo anuncian quienes observan la explosión de dos movimientos sociales que atacan directamente su gestión como presidente. Por un lado, desde la derecha más radical, el Tea Party Movement, y por el otro, desde la izquierda liberal, el movimiento de indignados del Occupy Wall Street.

El Tea Party Movement ha sido muy hábil desde 2009 para incidir en el discurso público. Cuenta con una infraestructura institucional que ha penetrado en las estructuras del Partido Republicano, con vocerías como Michele Bachmann o Sarah Palin, y con aliados en los medios de comunicación, principalmente Fox News. El Tea Party ha llevado al Congreso a sus candidatos, aunque aún falta por ver si podrán ejercer músculo electoral para traducir el descontento con las políticas sociales de Obama en un resultado desfavorable para su reelección.

Finalmente, la ocupación del espacio público en varias ciudades de Estados Unidos a cargo de un grupo heterogéneo de inconformes, mayoritariamente de los sectores de la izquierda, ha ayudado también a generar la percepción de que se avecina una hecatombe electoral para los demócratas y para Obama en 2012.

El movimiento conocido como Occupy Wall Street ha sido muy exitoso para llamar la atención de los medios de comunicación y tiene el respaldo de conciencias liberales como la del columnista Paul Krugman, del New York Times, y de algunas estrellas de Hollywood. Sin embargo, y pese a que algunos de los reclamos de este movimiento sean justos, Occupy Wall Street no ha construido aún una infraestructura necesaria como para tener peso electoral en 2012. Más aún, el invierno se avecina rápidamente, por lo que la ocupación de Zucotti Park, en el bajo Manhattan, peligra ante las temperaturas de -10 grados del invierno neoyorquino.

Obama en efecto se encuentra en un momento complicado, tan complicado como si fuera un pianista diestro a punto de tocar un concierto para mano izquierda sin haberlo estudiado. No obstante, su campaña electoral de 2008 fue construida desde abajo y contra las estructuras de su partido. Obama ya supo derrotar a los mejores políticos de su país al conectar con quienes se han sentido excluidos del sistema.

Los siguientes meses veremos a un Obama que defenderá la mayor reforma al sistema de salud en la historia de Estados Unidos ante la intransigencia del Tea Party y a un candidato que ante la indignación del Occupy Wall Street pedirá tiempo para que empiece a funcionar la reforma que impulsó al sistema financiero en 2010. Su funeral electoral es prematuro.

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