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El futuro de la escuela

Las laguneras opinan...

ROSARIO RAMOS SALAS

Los salones de clases de la escuela tradicional se ven exactamente igual a los salones en los que mi generación o la de nuestros padres o abuelos nos educamos. La disposición de pupitres para cada niño es exactamente la misma, cuatro o cinco filas de ocho o diez niños y al frente el escritorio del profesor.

Algunos resultados de estudios en educación, de prospectiva, cuyo objetivo es predecir el futuro, con base en diagnósticos del presente, hablan de que en otros países los cambios en los sistemas educativos, incluida la disposición de los mesabancos en las aulas están dando un giro radical. Las mesas se disponen en uno o varios círculos de cuatro o cinco niños cada uno. La disposición es siempre flexible, de manera que facilite el diálogo, el pensamiento crítico, las habilidades de comunicación y la colaboración.

Los lugares de aprendizaje no se limitan solamente a las aulas, o a un horario determinado. La movilidad es la constante. Las clases pueden llevarse a cabo al aire libre, o durante visitas a museos o parques, en una computadora o viendo un video. Las maneras de aprender son muy diversas y se dan con base a la creatividad e innovación de los profesores.

La palabra clave en los nuevos sistemas educativos en Estados Unidos es la innovación. Por ejemplo, en ese país se hizo un estudio sobre la generación del milenio, población entre 19 a 27 años, los que están entrando a la vida productiva, y se encontró que son el grupo más diverso, más educado y sobre todo más conectado.

En México sabemos la situación actual de la educación. Según las evaluaciones de la OCDE sobre la calidad de la educación andamos en los últimos lugares. También sabemos que muchos profesores no quieren ser evaluados, que en las pruebas ENLACE pocas escuelas tienen la calidad que se requiere para enfrentar el mundo de hoy, que las plazas de los maestros se siguen traficando y heredando y en general que las autoridades educativas prefieren seguir preservando el estado de las cosas y no cambiar. El conocido periodista Andrés Oppenheimer en su libro Basta de Historias, hace un recuento de los países que han elevado el nivel educativo con base en la capacitación y evaluación de los maestros. No hay de otra. Sabemos todo eso, ese es nuestro punto de partida. Ahí estamos.

Exploremos el futuro, ¿qué viene?, ¿tiene la escuela futuro, tal como la conocemos hoy en día? Si lo de hoy es la conectividad y si desde un celular, cualquier persona puede acceder a información ilimitada, a libros, películas, música, hasta tareas y exámenes para los estudiantes, ¿tendrá sentido seguir sentando a los niños en filas para que la impartición de clases continúe de maestro a alumno únicamente? Con los avances tan rápidos en las tecnologías de comunicación, el vuelco en la manera en que educamos deberá ser también igual de rápido y radical, si no lo hacemos nos estamos quedando atrás.

Decidamos dónde queremos estar y como parte de eso evaluemos profesores, no sólo a los alumnos. Invirtamos en infraestructura digital, dotemos a cada aula de computadoras. Me sorprende ver cómo niños de cinco o seis años manejan ya un celular. Niños de ocho o diez años consultando manuales sobre cómo armar juguetes, o diseñando páginas webs y blogs o subiendo fotografías a la red. Niños conectados a las redes sociales. La pedagogía ya cambió. Y la educación sigue utilizando los mismos métodos.

Los niños del siglo XXI deben aprender a tomar decisiones, resolver problemas y crear soluciones a través de experiencias de propia mano, que les obliguen a utilizar diferentes conocimientos conectados al mundo real. Deben tener acceso a las nuevas tecnologías que los acerquen a las fuentes de información y conocimiento. La salud mental y el apoyo moral y psicológico debe ser parte de la educación, que los estudiantes encuentren en la escuela ese apoyo para enfrentar los riesgos de caer en las drogas o en la violencia. Las habilidades de los profesores deben diversificarse, pasar de ser únicamente trasmisores de conocimiento a coordinadores del salón de clases, administradores de recursos, especialistas en el conocimiento, vínculos con la comunidad. Sin olvidar la integridad moral del profesor de antaño. La familia debe ser parte esencial de este proceso educativo. El cambio es radical.

¿Qué tiene que pasar que nos haga cambiar de curso? Un sismo, una catástrofe, una crisis económica, cambios en la tabla demográfica, en el sistema, en el programa educativo, en la dirigencia sindical, que se vaya la maestra y llegue alguien más que cambie las cosas, otro sindicato, cambios en la actitud de los profesores, unirnos como sociedad, juntos autoridades educativas, empresas, líderes de sociedad civil, todos juntos intervenir en la educación. ¿Qué???? Hay tantos eventos que pueden pasar que nos obliguen a cambiar de rumbo.

Lo importante es saber a dónde queremos llegar, ¿cuál será el puerto de llegada, dónde queremos estar y en cuánto tiempo y quién se va a encargar de hacer los cambios? ¿En qué lugar de la lista queremos estar? ¿Qué se necesita hacer?

Si en Torreón, queremos ser ciudad modelo o competitiva, entonces requerimos de hacer cambios en la educación. Sentémonos a debatir ideas, a coordinar los esfuerzos cívicos de quienes se interesan en mejorar la educación de nuestros niños desde la cuna hasta la universidad. Movilicemos a la comunidad. La educación es un asunto tan importante en la vida de una comunidad, que no podemos dejar las cosas únicamente en manos del gobierno o de quienes diseñan las políticas educativas.

Garzara1@prodigy.net.mx

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