En esta época en que han dado inicio los procesos electorales, me ha llamado la atención la forma en que los críticos de prensa externan sus opiniones sobre el estado que guarda el Partido Revolucionario Institucional.
Hagan lo que hagan sus dirigentes y militantes, les parece mal, todo lo consideran un retorno a las viejas prácticas y desde luego antidemocrático.
Si hay confrontaciones, dicen que "es imposible que se pongan de acuerdo"; si se llega a un consenso, sostienen que "están volviendo a las viejas prácticas"; si rechazan las alianzas afirman que "son incapaces de llegar a acuerdos"; si las buscan, "es que ya no hayan cómo ganar".
En suma, cualquier paso que dan, está mal y debe ser censurado. ¿Cómo explicar este fenómeno?
Sólo encuentro una explicación, a esos críticos acérrimos nos les agrada que el Partido haya logrado una recomposición.
Siempre sostuvieron, después de 2000, que el PRI se había acabado, que estaba destrozado y que no lograría nunca reponerse de esa derrota y de haber perdido la Presidencia de la República.
Pero resultó que "el futuro no es como era" y los hechos han desmentido sus críticas.
Ni el Partido desapareció, ni se diluyó en luchas intestinas, ni se quedó descabezado y sin rumbo y no fue repudiado totalmente por el pueblo.
Se mantuvo en pie de lucha y recompuso su estrategia para ganar electores, conquistó muchas gubernaturas y perdió otras, como es natural y en estos momentos está tocando a las puertas de Los Pinos.
En una unidad ejemplar, nombra a su nuevo dirigente y tiene candidato natural a la Presidencia. Se mantiene fuerte en la mayoría de los estados que gobierna y en algunos es fuerza indiscutible, como en Coahuila.
Eso es lo que no les gusta a esos críticos, que les cuesta trabajo tragarse sus críticas y para justificarse encuentran puntos de ataque a todo cuanto realiza el Partido.
Pasa también que el Partido desarrolla crítica interna, se autocensura y escucha las voces disidentes. No se cierra a la razón y sabe que aún falta mucho para alcanzar la fortaleza que busca, pero va en un buen camino.
La gente le responde y su compromiso con los más pobres ha vuelto a ser eso, un compromiso.
En nuestro país, ellos son la mayoría y exigen respuestas que otros partidos no les dan.
¿Comprometerse con las mayorías no es lo correcto? ¿Tratar de darles soluciones a sus problemas, no es lo deseable?
Depende para quién, porque para los padres que no tienen dinero para mandar a sus hijos a la escuela bien desayunados, ese alimento les parece justo. Como también ven justo mandarlos con zapatos regalados por el Gobierno y con uniformes y libros.
Solamente el que tiene hambre, sabe lo que es eso.
Entregarse al pueblo y escuchar de viva voz sus demandas, puede ser tomado como populista, pero lo menos que puede hacer un gobernante por su pueblo es escucharlo.
Muchas veces la gente se desespera y desencanta porque ni siquiera tiene la oportunidad de ser atendida y saber que la autoridad está al tanto de su situación.
Hay gobernantes que creen que con no escuchar al pueblo los problemas se van a resolver, cuando que es todo lo contrario, sólo se agravan.
Pero tengo para mí que eso es lo que les duele a esos críticos, que el Partido retomó su ruta, aprendió la lección y ahora cuenta con una estructura electoral fuerte, porque un amplio sector de la población cree en sus dirigentes.
Hay que escuchar las voces de la crítica, pero sólo para decantar aquello en lo que tengan razón, no para amargarse la vida o tratar de darles gusto a todos, eso es imposible.
El Partido sabe y siente que está haciendo bien las cosas y eso es lo que no les gusta a sus detractores, mas debe recordar que es ésta una carrera de obstáculos y no debe voltear a ver a sus adversarios, porque puede tropezar. Que cada cual corra por su carril con su programa y que sea el electorado el que decida. Esa es la democracia, lo demás no importa.
Por otra parte: "Hasta que nos volvamos a encontrar que Dios te guarde en la palma de Su mano".
