Estoy al corriente, siempre pendiente y agobiada por los malos momentos por los que atraviesan los laguneros tan cercanos a mi corazón; pero de violencia y horror ya tienen bastante y me niego a poner más sal en la herida. Prefiero comentar para ustedes la agridulce noticia que apenas el tres de este febrero, el señor Daniel Parfait, embajador de Francia en México nos daba sobre el ambicioso proyecto cultural que bautizado como el “Año de México en Francia”, con una inversión de trescientos millones de euros y muchísimas horas de trabajo de quienes se ocuparon de la organización de eventos culturales, turísticos, gastronómicos, cine, arte y desde luego literatura con las lujosas representaciones de Elena Poniatowska (a quien por cierto hay que felicitar porque este mismo febrero recibió en Barcelona el Premio Biblioteca Breve por su novela inspirada en la pintora inglesa Leonora Carrington) de nuestro Carlos Fuentes, y del espléndido poeta José Emilio Pacheco entre otros; tenía el propósito de fortalecer los lazos de amistad franco-mexicana. En un momento en que nos abruman las malas noticias y nuestra imagen en el extranjero se encuentra tan mal parada, la noticia del embajador galo cayó como agüita de mayo. Por una año entero tendríamos presencia en esa Francia que a los mexicanos siempre nos ha atraído como moscas a la luz. Apenas empezábamos a celebrar la noticia cuando el gozo se nos fue al pozo por la indignación que provocó a la cancillería francesa el rechazo al recurso de amparo de Florence Cassez, la joven condenada a sesenta años de prisión por haberse encontrado culpable del gravísimo delito de secuestro.
Desgraciadamente la justicia mexicana carece de un historial de pulcritud y transparencia que avale sólidamente su decisión, y lo que es peor aún, hizo del caso un vergonzoso montaje escénico; pero aunque parezca mentira; la verdad siempre aparece y testigos oculares, pruebas y antecedentes demostraron la culpabilidad de la ciudadana francesa.
Mi corazón de madre comprende muy bien la negativa de los padres de Florence a aceptar la culpabilidad y la condena de su hija.
Comprendo que harán –como lo haría yo misma hasta lo imposible para boicotear todo lo que tenga que ver con México, para ver si así consiguen hacer valer el tratado internacional que garantiza la repatriación de presos a su lugar de origen (que según me informan no tiene vigencia alguna cuando se trata de delitos de orden gravísimo como el secuestro) mismo que permitiría a su hija cumplir su condena en una prisión francesa, y tal vez buscar en su propio país la forma de librar o al menos rebajar los sesenta años de condena. Siendo madre yo misma, entiendo la imposibilidad de los padres de Florence de quedarse cruzados de brazos. Lo que no entiendo es que en lugar de utilizar las instancias diplomáticas y judiciales previstas para estos casos, los señores Casezz apoyados por la cancillería francesa; se valgan del espléndido proyecto cultural del “Año de México en Francia” para presionar a favor de una ¡lástima!, no quisiera llamarla delincuente, pero no encuentro otra forma de llamarla.
Mucho menos entiendo que el presidente Nicolás Sarkozy, de afamada inteligencia, haya expresado con una perversa mezcla de arrogancia y torpeza, su intención de mantener los festejos del Año de México en Francia: (“porque suprimirlos sería una ofensa para el pueblo mexicano y por lo tanto una decisión perfectamente inoportuna y contraria a los dos pueblos”) y dedicar dichos festejos nada menos que a la señorita Cassez.
Imagino que sería algo así como “El Año de México y de Florence en Francia”. Ignorante como soy de las leyes y su aplicación, sólo puedo preguntarme si la justicia francesa sería tan obsequiosa como pretenden que sea la nuestra; en el caso de que una mexicana por allá, fuera juzgada y sentenciada por un delito tan grave como el que cometió acá su ciudadana.
También me estoy preguntando cómo es que se llegó a vincular un proyecto tan exquisito como el intercambio cultural, con un desagradable asunto de orden estrictamente penal.
Bien por la cancillería mexicana que ante la absurda proposición de Sarkozy de dedicar el “Año de México en Francia” a una delincuente sentenciada; ha actuado dignamente cancelando nuestra participación, aún al altísimo costo del proyecto. Mal por el pueblo francés que se quedará sin probar nuestras exquisiteces, sin conocer el verbo de nuestros escritores; y sin enterarse de que somos un pueblo artístico, generoso y musical. Lástima que a mí nadie me pregunte, porque si lo hicieran yo aconsejaría regresar de inmediato a la chica peligrosa junto a todos sus cómplices para que los atiendan y los festejen por allá con champaña francesa.
En un momento en que nos abruman las malas noticias y nuestra imagen en el extranjero se encuentra tan mal parada, la noticia del embajador galo cayó como agüita de mayo. Por una año entero tendríamos presencia en esa Francia que a los mexicanos siempre nos ha atraído como moscas a la luz. Apenas empezábamos a celebrar la noticia cuando el gozo se nos fue al pozo por la indignación que provocó a la cancillería francesa el rechazo al recurso de amparo de Florence Cassez, la joven condenada a sesenta años de prisión por haberse encontrado culpable del gravísimo delito de secuestro.
adelace2@prodigy.net.mx