EDITORIAL Caricatura editorial columnas editorial

El inframundo

GILBERTO SERNA

 H Abrá relatos fabulosos, acontecimientos imposibles de creer, historias escritas con la pluma de la sabiduría, que aun contadas por serios señores, nos dejan la duda de si no nos estarán tomando el pelo. Los he leído con suma atención, la gran mayoría disfrazadas de anécdotas verdaderas. Cuentos de algo que pudo haber acontecido en el pasado, pero cuya dudosa autenticidad queda al absoluto criterio del oyente o lector. En estos días se celebra entre nosotros, como una reminiscencia de nuestros pasado, el Día de Muertos. Y allí van los vivos a "visitar" a los muertos. Nuestro pueblo acude con toda la familia. Llevando tinas, escobas y canasta con alimentos. Los monumentos son barridos con agua y cubiertos con ramos de flores siendo el cempasúchil, la garra de león y el crisantemo, los preferidos por quienes acuden contritos a limpiar sus tumbas. Con un poco más de dinero se pueden adornar los floreros con gladiolos que imagino son como bailarinas de ballet que danzan por la noches aprovechando los vientos otoñales, ante la mirada displicente de algún gato pardo (pues la voz populi dice que por las noches todos los gatos lo son).

En tiempos pretéritos, aquellos largos y pesados viajes en tren que corrían de aquí a la ciudad de México, saliendo de la vieja estación de ferrocarril ubicada entre las calles Rodríguez y Valdés Carrillo. No había otra cosa que dedicarme a leer, so pena de dejar la mirada fija en el horizonte. En mis manos esa vez traía la 7a. Edición del Libro Negro de Giovanni Papini, de Editorial Época. S.A. que literalmente, como suele decirse, devoré su lectura. Entre los ruidos de tuercas y tornillos que a cada brinco amenazaban con sacar las ruedas de los rieles, entre bramidos, rugidos y estrépitos en que todo daba la apariencia de que en cualquier momento se colapsaría el vagón, era una aventura cuyo viaje tenía una salida en el que la ciudad iba perdiéndose en la distancia, mas no una llegada cierta a la estación de Buenavista en que el tren entraba de reversa a sus andenes. La parada previa era aquella población cercana ya a la capital que se haría famosa por la frase de "La Güera" Rodríguez, en la que refiriéndose a la provincia, decía que fuera de México todo era Cuautitlán, esto es: casas de adobe, aterradas, insalubres y calles en las que solían hacerse lodazales, mujeres de gruesas trenzas, amplias caderas cuadradas, caminando entre perros y chanchos. A lo lejos un viejo gramófono tocando en una piquera del rumbo. Donde vendían el rico tlachicotón,

En el libro a que me refiero en párrafo anterior, Papinni hace una antología de lo que el excéntrico millonario, Mister Gog, personaje ficticio, escribe acerca de diversos temas novedosos e interesantes que descubren la gran cultura e imaginación del autor. Aquí referiré el asunto que titula "Noticias del más allá", Relata que muchos le dicen que solamente Jesús tuvo el poder de resucitar a los muertos, afirmando que la resurrección fue lograda también por los santos. Le comentó que en la ciudad donde se encontraban Gog y su interlocutor, se hallaba un resucitado, a quien luego entrevistó. Dijo, los hombres creen que el más allá no tiene historia, que todo permanece inmutable. Que mientras los condenados rechinan en las tinieblas, los bienaventurados exultan en la luz. Nada cambia por los siglos de los siglos. Contrariamente, los condenados se sublevaron. No existe el perdón anunciado por el Hijo de Dios, expusieron. Hasta los bienaventurados amenazaban con abrazar la causa de sus hermanos condenados. Los santos más venerados se ofrecieron para descender al infierno y ocupar el lugar de los infelices desterrados. El cuitado resucitó careciendo de más información.

Este es el relato desgarrador que escuchó Gog sin saber lo que finalmente sucedió. Se esperaba la decisión de Dios. Los argumentos ahí planteados parecían incontrovertibles, ¿quién lo puede negar? Los inocentes dicen que su dicha no puede ser plena, mientras haya un ser sufriendo los horrores de su castigo. Que el paraíso deja de serlo cuando no se puede dejar de sufrir por sus hermanos. Que no sea eterna la pena sino que sea limitada. Le piden misericordia al Altísimo. Los muertos (cuyo festejo es mañana), que pecaron, pero se arrepintieron más tarde, ¿no podrán ser perdonados jamás? Eternamente expiarán su pecado y quienes no dieron motivos ¿pueden aspirar a ser felices algún día? Un padre, un hijo, un hermano serán recompensados por su buena conducta en una vida en que se apegaron a los cánones de una religión, en tanto quienes llevaron una vida de disipación errando el buen camino ¿deben ser castigados con una penalidad inmarcesible? Pensamos en las palabra de Jesucristo "Dejad que los muertos entierren a sus muertos". Quiso el Redentor decir ¿la humanidad está liquidada? Que el día de hoy ¿no hay nadie vivo? O quizá ¿no hay nadie muerto? ¿Son la vida y la muerte la misma cosa?, ¿o que hay exequias en el más allá?, ¿o que todos estamos espiritualmente destinados al inframundo?

Leer más de EDITORIAL

Escrito en:

Comentar esta noticia -

Noticias relacionadas

Siglo Plus

+ Más leídas de EDITORIAL

LECTURAS ANTERIORES

Fotografías más vistas

Videos más vistos semana

Clasificados

ID: 673655

elsiglo.mx