El líder evangélico, Harold Camping, había pronosticado que el 21 de mayo sería el día en que el mundo sería devorado por una serpiente ciclópea que se lo tragaría con sus enormes fauces. Bueno, si no fue así ahora ya vendrá una nueva posibilidad el 21 de diciembre del próximo año del 2012, cuando podamos darle vuelo a nuestra calenturienta imaginación. En fin, las mayores amenazas con que tendremos que enfrentarnos en nuestras vidas se deberán enteramente al hombre, mucho tendrá que ver desde su tumba el físico-matemático Albert Einstein.
La humanidad espera con cierta morbosidad que de un momento a otro pare de dar vueltas el planeta Tierra. No necesariamente proveniente de un calendario. El profeta irlandés conocido como San Malaquías, previó la identidad, era el año de 1139, de todos papas de la Iglesia católica que la han encabezado desde el año 1143 hasta el 2012 en que llegará el último de los papas a Roma, Petrus Romanus, que será quien gobierne a la cristiandad cuando Roma sea destruida y llegue el Fin de la Edad. Según Mateo 24:oireis rumores de guerras ... el sol se oscurecerá y la luna no dará luz y las estrellas caerán y se estremecerán los cielos. San Pedro II Pedro 3.10, el cielo desaparecerá con gran estruendo y el fuego derretirá los elementos y arderán la Tierra y los otros mundos. San Pablo I Thess. 4:16-17 El Señor descenderá del cielo con un grito de orden, con la llamada del Arcángel y el sonido de la trompeta de Dios. Los muertos en Cristo se levantarán primero y luego, nosotros los que permanecemos con vida, seremos llevados con ellos a las nubes para encontrar al Señor; y así permaneceremos con Él siempre. No dormiremos, habremos cambiado en un momento, en un abrir y cerrar de ojos, con la última trompeta. Porque la trompeta sonará y los muertos serán inmortales y nosotros seremos distintos.
¿Serán las generaciones actuales las que sufran las consecuencias de una glaciación? Los especialistas advierten, por otro lado, del peligro de asarnos antes que el de congelarnos. Recuerden el efecto invernadero, a estas alturas nada nos debe asombrar. Los cambios en los climas del mundo tienden, desde ahora, a ser drásticos. Los climatólogos conjeturan que la franja cerealista de los Estados Unidos de América podría convertirse en una vasta pradera árida. Hay la muy remota posibilidad de que un intruso penetrara en nuestro sistema solar obligando a los planetas a salirse de sus órbitas, chocando unos contra otros como gigantescas bolas de billar. Por otra parte, si nuestro Sol escupiera una gigantesca llamarada solar, la Tierra quedaría destrozada por los rayos cósmicos producidos por tan nefasto acontecimiento. Ahora bien, si la gravedad se debilita, a consecuencia de que desde el big-bang el universo ha estado creciendo, nuestra atmósfera se disiparía y nuestro planeta vagaría en los espacios siderales como un congelador esférico.
El holocausto inevitable sería que nuestra estrella, que lleva ardiendo cinco mil millones de años, quemando su combustible de hidrógeno, fuera a la tienda de la esquina y encontrara que el suministro de que dispone sólo podrá durar la friolera de ocho mil millones de años; nuestro destino, el de incontables generaciones de seres humanos, sería sentarse en paz esperando el desenlace. Puede darse el alejamiento entre la Luna y la Tierra, con lo que las fuerzas de gravedad de la Tierra sólo permitirán que se aleje equis distancia a partir de la cual será jalada de nuevo hacia nosotros, de manera tal que cuando se encuentre a una distancia de 9,000 y gire alrededor de la tierra, cada 90 minutos, estiman los especialistas, provocará la erupción de volcanes, desencadenará terremotos e impresionantes marejadas que pueden engullir continentes enteros. La buena noticia es que si aún queda un ser humano en pie, la luna al llegar a menos de ocho mil kilómetros se desintegrará formando un anillo similar a los que rodean a Saturno. Bonito espectáculo que no podemos perdernos.
