Por varias razones fue sorprendente el manifiesto "Por una Democracia Constitucional", que un muy respetable grupo de políticos, politólogos, académicos y comunicadores, preocupado en el proceso democrático del país suscribió el lunes de esta semana, dándole una amplia difusión nacional.
El documento es un sucinto hilván de conceptos con los que nadie puede estar en desacuerdo: "En una democracia las ideas políticas nos hacen diferentes...pero no enemigos"..."el ejercicio del poder en la pluralidad implica la cooperación de las fuerzas políticas". El texto sentencia que "es necesario que el Congreso y el gobierno funcionen de manera armoniosa". Aún más, "es necesaria una interlocución permanente y constructiva entre el Congreso y el gobierno, porque ambos son órganos de la soberanía popular".
El sorprendente remate del Manifiesto es declarar que en caso de que ningún partido disponga de la mayoría en la Presidencia y en el Congreso" será necesaria "una coalición de gobierno basada en un acuerdo programático explícito...cuya ejecución sea compartida por quienes lo suscriban".
Todo el documento gira entorno a un único eje: el que ningún partido llegue a tener en las próximas elecciones el poder suficiente para lograr la aprobación en el Congreso de un plan coherente de gobierno. Sorprende la preocupación por no tener una "mayoría en la Presidencia", asunto para el que no hay remedio ya que si, de la elección presidencial se trata, la determinación de su legitimidad no debe jamás descansar en acuerdo alguno. Uno de los factores debilitaron la legitimidad de la Presidencia de Carlos Salinas de Gortari fue el que, según se dice, haya sido producto de un acuerdo intra-muros aceptado por los candidatos derrotados, para evitar una turbulencia social incontrolable. La elección presidencial es decisión popular y no de un acuerdo post electora ni mucho menos materia de "coaliciones de gobierno".
En lo que se refiere a la mayoría parlamentaria, parece quedar descartado el deseo de Enrique Peña Nieto de resucitar aquella cláusula de gobernabilidad que en el pasado aseguró la hegemonía de su partido. La democracia manda que no haya otra alternativa que conformarse con los resultados aritméticos que salen de las urnas. La falta de votos suficientes en el Congreso se resuelve forjando los acuerdos interpartidarios cuado hay coincidencias o intereses políticos comunes. Esta posibilidad depende de que haya sincera voluntad democrática, lo que el Manifiesto describe como "conductas cooperativas propias de una República" con la que se logra una "ejecución compartida", cuya comprobada ausencia es la que explica el tono desesperado del documento.
La cooperación de las fuerzas políticas que la República requiere tiene que emanar de una firme convicción de la necesidad de coincidir en determinadas acciones de gobierno que componen un programa dirigido a solucionar los ingentes problemas cotidianos de alimentación, ocupación, justicia, educación y seguridad los que todos sabemos rebasan, no sólo en nuestro país, los intereses electorales inmediatistas de los partidos políticos.
El Manifiesto es un intento desesperado de sus autores para sacar al país del impasse en que se encuentra. El "pluralismo democrático" al que alude el Manifiesto es un componente de una concepción democrática mayor. Países de una integración política tan compleja como la India, han logrado en sucesivos y concatenados planes de desarrollo conjuntar los intereses de sus muy diferenciadas sectores económico, religioso, político, académico y hasta militar, integrando programas a los que contribuyen, con empeño de engrandecimiento nacional, cuan más cuan menos, los esfuerzos de todos.
Esto es lo que México requiere y no una simple exhortación, suscrita por una muy respetable colección de ciudadanos, dirigida a una sola de las clases, a saber, la política, como si sólo en ella radicase la responsabilidad de una democracia constitucional.
El Manifiesto trata de plancharle el camino al próximo Presidente de la República para que sus iniciativas sean aprobadas por el Congreso, evitando que se las rechacen como le ha pasado una y otra vez a Felipe Calderón. Esto sería el fruto de la coalición que se propone.. El Manifiesto no se satisface con acuerdos parlamentarios ad hoc sobre la marcha sobre temas concretos, tampoco con las alianzas electorales tan bien ensayadas entre partidos.
La solución podrá encontrarse en la fórmula de un Consejo Económico y Social que reuniendo a los sectores nacionales prepare los acuerdos socioeconómicos y políticos necesarios antes de su paso por el Congreso.
Hasta ahora el país ha pagado el costo de la ceguera y negligencia de los que sólo se mueven pensando en sus intereses partidistas y no en México.
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