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El miedo a amar

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Jacinto Faya

Creemos falsamente que si somos rechazados quedará destruida nuestra identidad.

¡Todos queremos amar profundamente a otra persona!, sin embargo existen muchos que no se atreven a correr el riesgo de entregarse porque siempre hay la posibilidad de ser rechazado.

Muy pocas cosas existen a las que les tengamos tanto miedo como al desaire cuando anhelamos el pasional amor. En el fondo, creemos falsamente que si somos despreciados quedará dañada o destruido el conocimiento y la conciencia de quienes somos. Pero en alguien adulto esto no puede suceder. Podrá padecer hasta lo indecible los zarpazos desgarradores del rechazo de su amado, pero su identidad permanecerá entera.

Algunos están dispuestos a arriesgarse en muchos campos de la existencia: negocios, trabajos duros, situaciones que pueden hacerles perder la vida, pero jamás querrán exponerse a sufrir el menosprecio de alguien al desnudar su ser y ofrecer amor.

Atreverse en el terreno afectivo es el único riesgo que muchos no se permiten. Fenelon dijo: “El amor es más de temer que todos los naufragios”.

Aquél sujeto que no ha encontrado su propia identidad y llega a enamorarse y a sentirse correspondido, creyendo que la identidad se la proporcionará ese a quien quiere, comete una seria equivocación: jamás podrá dársela, tal búsqueda y encuentro es una tarea individualísima que se va forjando con el tiempo. El enorme riesgo al que se expone al pensar de esta forma consiste en que cuando el amado lo deje o muera puede quedar totalmente destruido, pues falsamente creía que su identidad la había hallado al sentirse querido.

Ante el pavor al rechazo, la persona se aísla y renuncia a amar y a ser amada. Esta retirada le implica un costo altísimo, como bien lo señaló el gran novelista francés Stendhal al escribir: La más bella mitad de la vida queda oculta para el hombre (y también para la mujer) que no ha amado apasionadamente.

Una relación auténtica amalgama a dos individuos; se rompe en algún sentido el aislamiento al compartirse ambos de manera absoluta. Pero esto nada tiene qué ver con que un amante absorba al otro. Cuando eso sucede ya no se pueden compartir de forma total, pues ello implica necesariamente la existencia de dos seres distintos, y en cambio cuando uno absorbe al otro, se anula el que es absorbido. Por ello en los celos patológicos el celoso destruye al objeto de su amor, pues lo invade y lo nulifica, y en cierto grado también se incapacita a sí mismo. Esto lo dejó muy claro Shakespeare en su obra Otelo: La pasión de los celos es un monstruo que se engendra a sí mismo y nace de sus propias entrañas.

Que los celos nulifican al celoso también lo confirma Nietzsche: “El que está envuelto en la llamarada de los celos acaba como el escorpión, por revolver contra sí mismo el aguijón envenenado”.

El amor genuino rompe en algún sentido el aislamiento, pero recordemos que todos los humanos, sin excepción alguna, muchas veces en la vida vamos a experimentar la dolorosa emoción de sentirnos solos, incluso si nuestra relación de pareja es excelente.

Recordemos que nacemos solos aun y cuando nuestra madre nos haya abrazado momentos después del nacimiento. También que vamos a morir solos, aunque al partir estemos rodeados de nuestros seres más queridos.

La buena relación amorosa es una de las mejores vacunas contra muchos posibles males de la vida, pero jamás podrá ser la panacea que lo prevenga y lo cure todo.

Amar siempre implicará riesgos, pero elegir vivir sin querer comprometernos en una relación es elegir el camino más seguro hacia la soledad y el vacío. El ser amado se puede morir, dejarnos o traicionarnos; los hijos nos darán muchas pesadumbres y gozos. Pero renunciar a todo eso por el miedo al desprecio y a confrontar la responsabilidad que implica una familia, es privarse de la dimensión más importante de nuestra vida.

En el fondo nadie desea una vida sin amor. Evadir los riesgos que implica el rechazo es elegir la soledad. Mientras estemos en posibilidad de amar, bien vale la pena exponernos a ser menospreciados; si lo somos sufriremos, pero ya estábamos solos de cualquier manera. ¡Y si somos aceptados, habremos recibido uno de los más bellos dones de la vida!

Correo-e: jacintofayaviesca@hotmail.com

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