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El Papa de la sonrisa

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Antonio Álvarez Mesta

Con el nombre de Juan Pablo I, Albino Luciani estuvo al frente de la Iglesia católica 33 días en 1978. No alcanzó a visitar ni un solo país, ni a publicar ninguna encíclica ni a canonizar a nadie. Aunque su pontificado fue de veras breve, su sencillez y carisma le permitieron ganarse la simpatía de la gente y fue conocido como ‘el Papa de la sonrisa’. Revelador fue el hecho de que escogiera como lema el vocablo latino humilitas que significa humildad y siendo congruente con ese lema rechazó una ostentosa ceremonia de coronación rompiendo una costumbre de siglos. Abandonó también la práctica de usar el pronombre mayestático ‘nosotros’ en sus comunicados oficiales. La Madre Teresa de Calcuta, tras conocer la elección de su amigo Luciani como Papa, declaró: “Ha sido un don mayor de Dios, un rayo de luz brillando en medio de la oscuridad de este mundo”.

El 10 de septiembre de 1978 escandalizó cuando al presentar su homilía del ángelus, pidiendo oración por el diálogo de Campo David entre el presidente de Egipto y el primer ministro de Israel afirmó que Dios además de ser nuestro padre es nuestra madre.

Años antes de ser elegido Papa escribió un libro titulado Ilustrísima compuesto por cartas dirigidas a personajes tan disímbolos como Pinocho, Charles Dickens, el barbero Fígaro, el rey David, Mark Twain y el mismísimo Jesucristo. Ese libro fue despreciado por teólogos y miembros de la curia y fue visto como una prueba de su escasa preparación para asumir las responsabilidades papales. Su manera fresca y natural de expresarse contrastaba con la extremadamente formal de otros papas. No obstante, el pueblo se rindió ante su grata sencillez.

En 1958 al ser nombrado obispo de la diócesis de Vittorio Venetto los sacerdotes como bienvenida le regalaron una suma considerable de dinero, pero él se negó a recibirla diciendo: “Vengo sin tener ni siquiera cinco liras en el bolsillo y así me quiero ir”.

Fue encontrado muerto en su habitación el 29 de septiembre de 1978 por Sor Vicenza, una de sus asistentes. Y aunque oficialmente la causa de su muerte fue un ataque al corazón, de inmediato se desataron los rumores de un asesinato. Lo mismo la mafia que la masonería fueron señaladas como autoras del magnicidio. Se aseveró que Juan Pablo I había descubierto redes de corrupción en la Iglesia y que se disponía a erradicarlas. Supuestamente se enteró de graves irregularidades en la venta del Banco Católico del Veneto que involucraban al director del Banco Vaticano, el obispo Paul Marcinkus y a Roberto Calvi, director del Banco Ambrosiano. El Papa comprobó los nexos de Calvi con miembros de la logia Propaganda 2, que perpetraba actos terroristas. Se cree que el secretario de Estado del Vaticano, el cardenal Jean Villot, era miembro prominente de esa temible logia. Y que la noche anterior, el Papa le comunicó la lista de los prelados que serían cesados, entre ellos Marcinkus. Muchos afirman que por eso lo asesinaron. Películas como El Padrino III reforzaron la idea de un asesinato.

Por otra parte, se dice que una de las videntes de Fátima predijo su muerte cuando siendo Patriarca de Venecia visitó el monasterio de Coimbra. Esto escribió en su diario: El 11 de julio de 1977al visitar la iglesia de Coimbra, Sor Lucía pidió verme. Accedí con algún recelo; estas cosas me producen cierta perturbación. Lucía era una monjita menuda, vivaracha y comunicativa, que me entretuvo dos horas cuando yo había previsto unos minutos para bendecirla y marcharme. No me habló de las apariciones ni de los famosos secretos, sino de una preocupación que le recomía el alma: la degradación del clero y la fe de los fieles. Quedó entonces como traspuesta y pasaron unos momentos de silencio. Me hablaba con los ojos bajos, pero de pronto me miró fijamente. «En cuanto a usted, señor patriarca, la corona de Cristo y los días de Cristo». Volvió a caer en el silencio, mientras yo callaba muy conmovido. Desde entonces no he dejado de pensar en ello una sola noche. Los días de Cristo serán mis días, mis semanas, mis años, no sé. Hoy es el día 25 de mi pontificado. Los años de Cristo fueron 33.

Más allá de conjuras y pretendidas profecías quedémonos con su sencillez. Así se disipa un poco la oscuridad que domina este mundo.

Correo-e: antonioalvarezm@hotmail.com

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