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El riesgo del incremento de precios

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LUIS DE LA CALLE

El cambio en expectativas de inflación y el incremento de tasas de interés puede resultar más nocivo que los mayores precios de combustibles y alimentos.

Luis de la Calle

En las últimas semanas se han observado importantes incrementos en los precios de materias primas, incluidos el petróleo y alimentos básicos. En cualquier aumento de precios cabe preguntarse si éste obedece a una menor oferta (teniendo como causa la inestabilidad política, sequías, tormentas u otras) o a un aumento de la demanda (más consumidores y/o con mayor poder de adquisición). La segunda pregunta es si el cambio es de naturaleza temporal o permanente.

En el muy corto plazo no es fácil distinguir el origen del incremento de precios ya que no se puede observar el impacto en la cantidad de mercado, ni tampoco su permanencia. Si el origen es una menor oferta, con el tiempo la cantidad observaría una disminución, mientras que si fuera un aumento en la demanda, un incremento. Además, pueden darse desplazamientos simultáneos de la oferta y demanda, lo que dificulta aún más el análisis.

Esta discusión en apariencia académica no es estéril ya que dependiendo de la causa, los efectos en la economía internacional pueden ser muy distintos. Si el incremento se debe a un cambio permanente en la demanda (por un mayor consumo de países como India o China, por ejemplo), las economías productoras de estos bienes se beneficiarían de una mejora permanente de sus términos de intercambio. Si el problema es de oferta, es probable que el impacto sea temporal en tanto que se libera el cuello de botella (inestabilidad, huelgas y otros).

Por otra parte, si el desplazamiento de la demanda tiene su origen sobre todo en un aumento en la liquidez resultado de una política monetaria laxa, entonces el incremento en precios es probable que sea desmesurado al principio (overshooting), pero que se corrija parcialmente en el mediano plazo, cuando la inflación alcance al resto de los bienes de la economía. En este caso, el exceso de liquidez en el corto plazo tiende a generar, primero, incremento de precios de productos de alta bursatilidad con transacciones en los mercados de capital, entre ellos, materias primas y divisas, antes que un proceso de inflación más generalizado.

En el caso actual, es posible que estos tres factores estén en juego: disrupciones de oferta por cuestiones climáticas, mayor demanda de países con altas tasas de crecimiento y excesiva liquidez en dólares por la expansión del balance de la Reserva Federal de Estados Unidos.

Obviamente, los críticos de la política monetaria estadounidense insisten que el incremento en estos precios es un signo de la inflación por venir, mientras que sus defensores ponen el acento en la mayor demanda de India y China y la menor producción por obstáculos de oferta.

El principal riesgo para México quizá no esté en el cambio de precios, sino en su impacto en el comportamiento de los agentes económicos y la formación de expectativas de inflación. Si se empieza a formar un consenso sobre el posible crecimiento sostenido de los precios y esto influye en la negociación de contratos y la fijación de salarios, las autoridades monetarias se pueden ver obligadas a tomar medidas para mitigar la formación de expectativas de inflación y señalar una restricción monetaria y un aumento en tasas de interés.

El cambio en expectativas y el incremento de tasas de interés puede resultar más nocivo que el impacto negativo en el gasto agregado que resulta de mayores precios de combustibles y alimentos. Pasados endurecimientos monetarios en Estados Unidos han provocado una reversión de influjos a México y tenido un efecto negativo sobre la economía mexicana. Este cambio se dará, la única pregunta es cuándo.

Los recientes episodios pueden ser o no preludio del inicio de un proceso de inflación, pero es altamente probable que el endurecimiento monetario acabe dándose algún día. La única manera de estar preparado para ello, además del pertrecho de reservas internacionales, es tener una posición fiscal robusta y niveles de deuda -pública y privada- razonables.

En el frente del comercio internacional, los altos precios de productos agrícolas deberían constituir un importante incentivo para promover la apertura comercial, aunque sea poco probable que lo haga. La mejor manera de asegurar el abasto y la asequibilidad es una mayor libertad de comercio y no al revés, tal como han pretendido algunos gobiernos. En el caso de México los tratados de libre comercio funcionan como una garantía para el abasto de alimentos.

Podría pensarse que este nivel de precios permitiría ir más lejos: en el ámbito multilateral representan una oportunidad para concluir las negociaciones agrícolas en la ronda de Doha de la Organización Mundial de Comercio. De manera paradójica, la persona que podría reimpulsarlas sería el presidente de Francia, Nicolás Sarkozy, como cabeza de G-20. En el ámbito bilateral, México podría avanzar -pero unos pocos se oponen sin razón fundada- en sus negociaciones con Colombia (con quien ha tenido un TLC por más de 15 años), con Perú y, si los brasileños estuvieran dispuestos a una apertura significativa, con Brasil.

(Socio de De la Calle, Madrazo, Mancera, SC)

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