Recientemente hemos visto un fenómeno en España: miles de desempleados o con pocas oportunidades de estudio reclaman al Gobierno mejores condiciones de vida. Y para hacerlo han recurrido a protestas contundentes, difíciles de ignorar: en primer lugar, el voto nulo creció 37% respecto de las pasadas elecciones. Al dejar sus votos en blanco, los ciudadanos le dicen a la clase política: "ninguna de las opciones me convence, a todos los rechazo". Otra protesta son los campamentos en el centro de Madrid, en la Puerta del Sol. "En el trabajo me echaron a la calle, y aquí estoy", dice un cartel. Eso ha venido a resonar acá, y no me extrañaría que hallara aún más eco en las elecciones próximas. Se llama desencanto.
El contagio México-España se revela más inminente si recordamos los puentes (y los túneles) que los conectan. Eso pretendo: recordar "El espejo enterrado", uno de los libros más emblemáticos de Carlos Fuentes: en ese ensayo, el autor traza no sólo una biografía de su cultura, también nos hace ver de dónde surgen nuestros rasgos y nuestras relaciones con el poder.
América y España han sostenido un intenso intercambio durante los últimos quinientos años. Intercambio que, si bien no ha sido siempre terso, sí ha estado marcado continuamente por una riqueza y una diversidad excepcionales. En dieciocho capítulos, los lectores asistimos a un recuento tan detallado como apasionante de aquellos momentos ocurridos a ambos lados del Atlántico que han determinado lo que somos.
Como en un juego de espejos, Fuentes nos hace ver que nuestra relación con el poder se gestó en buena parte más allá del Atlántico: la forma en que Cortés derrota a los aztecas es un reflejo de la forma que Roma derrota a los iberos. Caupolicán, jefe araucano que murió empalado durante la conquista en lo que hoy es Chile, tuvo las mismas visiones que del otro lado del atlántico el padre Francisco de Victoria transmitía a sus alumnos en la Universidad de Salamanca. En España, El Cid trata a sus hombres como más tarde lo harán los conquistadores en la Nueva España y posteriormente los libertadores latinoamericanos. Además analiza magistralmente cómo se construyeron las democracias europeas, fruto de un largo proceso. Y en muchos rasgos es inevitable reconocernos.
A la precisión de los datos y a la lucidez de las reflexiones se suman todas las potencias que Carlos Fuentes tiene como narrador, de modo que muchos pasajes de nuestra historia aparecen como relatos de lo auténtico. Eso se traduce en una lectura ágil, enriquecedora, que encuentra su complemento idóneo en la selección de imágenes que contiene la edición del Fondo de Cultura Económica. Comentarios: vicente_alfonso@yahoo.com.mx
