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EL SÍNDROME DE ESQUILO

OPINAR EN TIEMPOS DE CAMBIO

Vigente. El libro de Joaquín Machado de Assis no dista mucho de los tiempos actuales.

Vigente. El libro de Joaquín Machado de Assis no dista mucho de los tiempos actuales.

VICENTE ALFONSO

Esta semana leí una novela que, años más años menos, lleva un siglo habitando libreros y bibliotecas: Esaú y Jacob, del brasileño Joaquín Machado de Assis.

Asombrado por su actualidad, escribo esta reseña que no considero tardía, pues el contenido del libro encaja perfectamente en los tiempos que vivimos.

La novela de Machado cuenta la historia de los hermanos Pedro y Paulo, quienes se enfrentan por razones políticas: Pedro es imperialista, Paulo republicano. Ambos sueñan con ser poderosos, aunque por razones distintas...

Paulo desea transformar la sociedad en la que vive, Pedro conservarla. En la habitación que comparten, Paulo cuelga un retrato de Robespierre, mientras Pedro cuelga uno de Luis XVI. Para acentuar todavía más las diferencias entre los hermanos, el autor los hace enamorarse de la misma muchacha: Flora. El misterio del libro estriba en saber si la joven ama a alguno de los dos.

Hasta aquí, la historia pareciera un vulgar triángulo amoroso. La presencia de los Pedro y Paulo se antojaría un recurso para mostrarnos cómo el mismo entorno suele generar personas con ideas diferentes. Es en ese punto donde Machado asesta un golpe maestro: corren los últimos días del imperio de Pedro II, y en el Brasil estalla la lucha por el poder.

En un ambiente tan inestable, expresar cualquier opinión se vuelve peligroso. Conforme las cuartillas avanzan, Pedro y Paulo aparecen firmes en sus convicciones, mientras los demás personajes dudan de lo que sienten.

Quienes antes eran aliados, hoy se atacan. Enemigos que no podían ni verse, hoy se abrazan. El padre de Flora, que es político, también vive con el corazón dividido: la mitad del tiempo es monárquico y la otra mitad republicano, según quién vaya ganando la guerra, por supuesto.

Machado destaca cómo algunos personajes intentan lucrar con el discurso del cambio. Para hacerlo se vale de un recurso gracioso.

Hay una pastelería en la ciudad que se llama "Confitería del Imperio". Lleva treinta años con ese nombre. Cuando parece inminente que los republicanos tomen el control, el dueño del negocio manda modificar el letrero a "Confitería de la República". Entonces las tendencias cambian otra vez, y el comerciante ve con tristeza que su nuevo letrero es inservible.

Alguien le sugiere que mande pintar otro que diga "Confitería del Gobierno", así no se proclamará ni con la República, ni con el Imperio. La respuesta del pastelero es que "ningún gobierno deja de tener oposición. Y cuando las oposiciones bajen a la calle, se toparán con ese letrero y pensarán que las desafío, cuando lo que yo busco es el respeto de todos".

"Las revoluciones siempre traen gastos", sentencia un personaje que pasa por allí. "Voy a pensarlo", replica cínico el pastelero, "tal vez convenga esperar uno o dos días a ver qué vientos soplan".

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