El miércoles pasado se cumplió el 176 aniversario del nacimiento de Mark Twain.
Google, el buscador de internet más utilizado del mundo, puso en su página principal una imagen conmemorativa: dos niños vestidos a la usanza del siglo XIX, pintando una cerca. La recepción que tuvo la imagen es un buen ejemplo de la polémica que sigue generando el autor.
La imagen se inspira en uno de los capítulos de Las Aventuras de Tom Sawyer: el protagonista convence a sus amigos para que le den sus pertenencias más preciadas a cambio de pintar una valla, lo que era un castigo para él.
No faltaron quienes de inmediato se lanzaron a interpretar la imagen, y aún a decir cómo la hubiese interpretado el propio Twain.
Así, por ejemplo, el portal norteamericano christianscience.com tituló su nota: "Si Twain viviera, estaría leyendo esto en una ipad". El texto hace énfasis en el interés que generaban en Twain las novedades tecnológicas, y rescata dos hechos para argumentarlo: que fue uno de los primeros escritores en utilizar la máquina de escribir y que fue la primera persona de Nueva Inglaterra en instalar un teléfono en su casa.
Por su parte, el portal cubadebate escribió: "Google (puso) a Tom Sawyer y Huckleberry Finn a pintar su logotipo. No estamos muy seguros de que al fundador de la Liga antiimperialista de los Estados Unidos le hubiera agradado la idea de ver sus personajes al servicio de una corporación".
La polémica acompañó siempre el trabajo literario del autor, cuyo verdadero nombre era Samuel Langhorne Clemens. Nunca le han faltado críticos severos y lectores fervientes. Ernest Hemingway solía decir que toda la literatura americana proviene de Huckleberry Finn. Otros creadores como T.S. Eliot y William Faulkner también la ponderaron como uno de los clásicos de la literatura universal, y no se medían en elogios.
No obstante, cuando recién fue publicado, en 1885, el libro no fue muy bien recibido. Centenares de bibliotecas en Estados Unidos la prohibieron alegando que atentaba contra los valores familiares. También que era una agresión a los principios de la fe. Y se le censuró argumentando "falta de pulcritud gramatical y modales toscos, obscenidad, baja estatura moral y ateísmo".
Hace unas semanas en este espacio iniciamos un debate interesante acerca de otra de las obras del autor: esa dupla de cuentos conocida como "historia del niñito bueno e historia del niñito malo". En ambas piezas opera la misma dinámica, en realidad una constante en Twain: es peligroso sacar conclusiones absolutas y moralejas fáciles. Si algo debe fomentar la literatura es la visión analítica, el diálogo, el intercambio de argumentos.
Como he escrito en otras ocasiones, el problema según mi punto de vista es que se ha relegado a Twain al papel de un autor superficial y "para jóvenes". Queremos una lectura pasteurizada, sencilla, que no provoque conflictos en el lector, pero que al mismo tiempo le deje enseñanzas invaluables.
Lamentablemente, Twain no es eso. Es un autor que se lee, se sufre y se disfruta porque hace pensar, porque nos mete en problemas. Tras las anécdotas chuscas y llenas de acción, tras los relatos habitados por personajes de la picaresca del Mississippi, Twain encuentra las vetas del conflicto humano: trata como pocos los laberintos de la identidad, de la justicia, de la verdad.
Hay mucho dolor y mucha denuncia entre sus líneas. Una fascinación por la esencia humana, sobre todo esa capacidad que tenemos para decir algo distinto a lo que en realidad pensamos.
Pareciera que ni entonces, ni hoy, los lectores reparamos en la advertencia que abre Huckleberry Finn, y que transcribo aquí:
"Los que traten de ver alguna intención en este relato serán demandados ante la ley, quienes pretendan ver en él una moraleja serán desterrados, los que piensen que obedece a un plan serán fusilados".
Comentarios: vicente_alfonso@yahoo.com.mx
