El tamaño de Pessoa
Cinco de los más grandes autores portugueses nacieron el 13 de junio de 1888. Ese día a la misma hora vieron la luz por primera vez Fernando Pessoa, Álvaro de Campos, Alberto Caeiro, Ricardo Reis y Bernardo Soares. No es una casualidad, en realidad todos ellos eran uno solo: Fernando Antonio Pessoa Nogueira.
El poeta es un fingidor. / Finge tan enteramente / Que hasta finge que es dolor / El dolor que de veras siente.
Fernando Pessoa
A pesar de tratarse de uno de los grandes nombres de la literatura europea, en vida Fernando Pessoa fue muy poco conocido.
Tras la muerte de su padre Joaquín Pessoa, cuando tenía cinco años, la familia emigró a Durban en Sudáfrica, donde el joven Fernando pasó la juventud y más tarde regresó a continuar sus estudios de artes en Lisboa, para permanecer el resto de sus días desempeñando diversos oficios. No hay registro de que tras su retorno a la ciudad natal haya salido de ella. Por el contrario, según los testimonios de quienes convivieron con él, “Pessoa era un hombre solitario, tímido, poco comunicativo. Salía siempre al mediodía. Iba a un café cercano a la casa que compartía con su madre, se sentaba y pedía al mesero: ‘Deme siete’ lo que quería decir que deseaba alcohol. Bebía mucho. Al terminar su bebida se marchaba”.
Durante el día trabajaba haciendo traducciones de cartas comerciales del portugués al francés y al inglés, y tal parece que nunca tuvo que cumplir con un horario preestablecido. Redactaba durante las noches, con los ceniceros del departamento repletos.
EL HOMBRE DESDOBLADO
Su hermana Henriqueta lo recordaba como “un niño silencioso que casi no jugaba y que ya escribía desde entonces”. De regreso en Portugal se instaló con ella y su madre en la calle Cohelo da Rocha, donde dedicaba la mayor parte de su tiempo a la literatura y a hacer horóscopos. Era tan prolífica su labor que al día de su muerte guardaba en un baúl 27,543 documentos, de los cuales sólo una parte ha visto la luz. No se trata sólo de poemas, hay notas de lectura, diarios, horóscopos, trabajos de astrología, textos políticos, listas bibliográficas, correspondencia, canciones, prosa, obras de teatro, traducciones... En vida editó sólo un libro titulado Mensagem, que envió a un concurso sin mucha suerte. Hasta entonces no había publicado sino unos cuantos poemas en revistas de poca circulación.
En el caso de Pessoa, el ‘yo’ se fragmentó en múltiples personalidades a las que llamó heterónimos. En una carta aclaró el asunto: No podrá decirse que son anónimos o pseudónimos, pues en realidad no lo son. La obra seudónima es la del autor en su personalidad, salvo el nombre con el que firma, la heterónima es el autor fuera de su personalidad, es de una individualidad completa fabricada por él, como si fueran los parlamentos de cualquier personaje de cualquier drama suyo. [...] Puse en Caeiro todo mi poder de despersonalización dramática, puse en Ricardo Reis toda mi disciplina mental, investida de la música que le es propia, puse en Álvaro de Campos toda la emoción que no debo ni a mí ni a la vida. [...] Las obras de estos tres poetas forman, como se dice, un conjunto dramático; y se halla debidamente estudiada la interacción intelectual de las personalidades así como sus propias relaciones personales. Todo esto constará en biografías próximas, acompañadas, cuando se publiquen, de horóscopos y tal vez de fotografías. Es un drama en gentes en vez de ser un drama en actos.
Más que un truco literario, el asunto del desdoblamiento en diversas personalidades es un recurso de vida. Es posible que el fragmento 152 del Libro del desasosiego firmado por Bernardo Soares, contribuya a esclarecer aún más esta cuestión. En él, dice Pessoa: Me quedo pasmado cuando termino algo. Me quedo pasmado y desolado. Mi instinto de perfección debería impedirme acabar; pero debería impedirme incluso empezar. Pero me distraigo y obro. Lo que obtengo es un producto que no resulta de una aplicación de mi voluntad, sino de una concesión que ella hace de sí misma. Empiezo porque no tengo fuerza para pensar; termino porque no tengo alma para interrumpir. Este libro es mi cobardía.
No contento con montar ese ‘drama en gente’, con multiplicarse a través de sus heterónimos, Soares nos sugiere que todo lo escrito no podría ser sino un aproximación a un texto único, total, pero por completo inaprensible. Así parece quedar asentado en el fragmento 148 del ya citado volumen: Todo cuanto el hombre expone o expresa es una nota al margen de un texto borrado por completo. Con más o menos suerte, por el sentido de la nota, inferimos el sentido que podría ser el del texto, pero queda siempre una duda, y los sentidos posibles son muchos.
DESDE LA IMAGINACIÓN
Mucho se especula acerca de la vida privada de Pessoa, sobre su adicción al alcohol, su filiación religiosa o política, su situación amorosa y su completa abstinencia sexual, puesta en duda por los Consejos a las mal casadas en los que explicaba a las mujeres cómo traicionar a sus maridos en el pensamiento. La práctica consiste en imaginarse gozando con un hombre A cuando se está copulando con un hombre B.
Bernardo Soares es posiblemente el más cercano de los heterónimos al verdadero Pessoa. Como lo explica Richard Zenith en un prólogo al Libro del desasosiego, se trata de un poeta que escribe prosa, un soñador que razona, un místico que no cree y un decadente que no goza. A través de este personaje de su drama, el portugués sugiere que el mejor sitio para vivir no es la vida misma sino la imaginación, el sueño como el único espacio donde es posible anular las contradicciones de la existencia.
Anticipándose a Borges, Soares/Pessoa plantea la simultaneidad como la insuperable forma de escapar a la terrible condena de habitar un espacio y un tiempo determinados. En el fragmento 157 del texto antes mencionado, apunta: Sí, soñar que soy por ejemplo, simultáneamente, escindidamente, el hombre y la mujer de un paseo que un hombre y una mujer dan a las orillas de un río. Verme, al mismo tiempo y con igual nitidez, de igual modo, sin mezcla, siendo las dos cosas con igual integración en ellas, un barco en un mar del sur y una página impresa en un libro antiguo. ¡Qué absurdo parece esto! Pero todo es absurdo, y el sueño lo es menos que todo.
Sobre la dimensión de este gran autor quedan de manifiesto las palabras de Alberto Caeiro en un poema titulado El guardador de rebaños: Desde mi aldea veo cuanto de la tierra se puede ver del universo. / Por eso mi aldea es tan grande como cualquier otra tierra / porque soy del tamaño de lo que veo / Y no del tamaño de mi altura.
El mismo Pessoa en voz de Caeiro dejó la constancia de su paso por el mundo: Si después de yo morir quisieran escribir mi biografía no hay nada más sencillo. Tiene sólo dos fechas, la de mi nacimiento y la de mi muerte, entre una y otra todos los días son míos.
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