Infantes. Paula Galinelli, en la cinta El Premio.
MÉXICO, D.F.- Es definitivo: no se necesita ser actor para protagonizar una película. En producciones mexicanas se espera la llegada de seis títulos cuyos roles principales están en personas que jamás pensaron pisar un set.
Estos filmes son El Premio, recién galardonado en el Festival Internacional de Cine de Guadalajara, donde una niña fue la protagonista; Entre la Noche y el Día, con un hombre que vivía alejado de todos, y Burros, en la que un pequeño de nueve años sorprendió a actores profesionales del elenco.
La cinta Asalto al Cine, que participó en el Festival de Sundance, echó mano de dos jóvenes; También la Lluvia, coproducción México-España-Francia, elevó a Juan Carlos Aduviri al grado de estrella junto a los experimentados Luis Tosar y Gael García Bernal; mientras que Jean Gentil contrató a un profesor para representarse a sí mismo.
¿Algo más? Marimbas del Infierno, que se presentó en el certamen de Morelia 2010, está por tener distribuidor y llevó a un roquero y a un marimbero de verdad para sus protagónicos.
"Yo creo que le damos naturalidad a la película. Estuvimos en un taller antes de hacerla, donde nos enseñaban a ser más 'ñerotes', aunque no lo necesitábamos mucho", recuerda Ángel Sosa, actor en Asalto al Cine, donde conforma al grupo de jóvenes que planea atracar a un complejo exhibidor.
Él, junto con su compañera Paulina Ávalos, también no actriz, convencieron a la crítica especializada.
La reconocida actriz Carmen Beato considera que sólo en algunos casos el uso de no actores puede beneficiar la historia.
Y uno de ellos es Francisco Cruz, su compañero en Entre la Noche y el Día, un hombre que en la vida real tiene problemas para hablar y padece una malformación en la columna que lo obliga a tener la cabeza inclinada.
"Él pudo hacerlo, era un profesional cuando se trataba de trabajar, no teníamos problemas, pero sé de casos en que no es así", cuenta la actriz.
SE PONEN DE MODA
El uso de actores neófitos en el cine es algo que puso en la palestra el realizador Carlos Reygadas desde su película Japón (2002), cuando causó controversia con una secuencia en la que un hombre mayor (Alejandro Ferretis) tenía una encuentro amoroso con una señora de edad (Magdalena Flores), con lo que alcanzaron una nominación al Ariel en las categorías de actuación.
A estos filmes le seguirían, con la misma técnica, Batalla en el Cielo y Luz Silenciosa; con esta última ganó el Premio del Jurado en Cannes 2007.
Amat Escalante, alumno de Reygadas, también lo implementó en Sangre y Los Bastardos, para la cual contrató a dos jornaleros mexicanos en Estados Unidos, encontrados en la calle, para contar la historia.
"Buscaba rostros con mucha dureza y que fueran naturales: la sangre en los nudillos (por el maltrato), la piel quemada por transitar por la calle, bajo el sol, servían. Un actor no podía tener esas características tan específicas", dijo Escalante en esa ocasión.
Muchas veces los rasgos físicos son los que atraen a los directores. Icíar Bollaín, cineasta española reconocida por Te Doy mi Ojos, quedó impresionada con Juan Carlos Aduviri, boliviano, a quien sumó al elenco de También la Lluvia.
Bollaín incluso modificó el papel que hizo Aduviri, de ser un hombre de 40 años a uno más joven y enérgico en esta historia que retrata los sucesos que sacudieron a Bolivia a principios de este siglo, cuando unas maniobras legales privatizaron el agua en Cochabamba.
"Siempre me ha gustado el cine, es más, mis primeros salarios se iban directo a comprar casetes VHS y reproductores. El cine es mi fascinación, mi pasión, mi razón de ser, pero jamás pensé en ser actor. De hecho lo que quiero es ser director, a ver si lo puedo lograr", comenta Aduviri.
NIÑOS ALGO ESPECIAL
Algo similar ocurrió con el director Odín Salazar, creador de la película Burros, quien necesitaba en el elenco a un niño menor de 10 años.
Lo buscó exhaustivamente y encontró a Abimael Orozco. "Me ayudó bastante, fue alguien que se aprendía sus textos sin problema", recuerda.
Con los no actores existe un trabajo especial. Se platica con ellos para que comprendan al personaje, y a veces minutos antes de rodar se hace otra vez lo mismo. Los actores profesionales requieren de menos asesoría.
Paula Markovicth, directora del filme El Premio, el ganador en la reciente edición del Festival Internacional de Cine en Guadalajara, trabajó en el set con una niña pero comenta que no hablaba con ella de manera especial.
Para sacar las emociones de una pequeña atrapada por la dictadura, sólo le explicaba lo que necesitaba.
"No soy de decir: recuerda cómo te sientes cuando se te pierde una muñeca; no, para nada, sólo les decía (a los tres niños que aparecen en el filme) qué debían hacer. Y ella tenía (Paula Galinelli) algo especial".