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EL ÚLTIMO BASTIÓN

SALVADOR KALIFA

Los sobresaltos bursátiles durante la primera quincena de este mes tuvieron que ver más con los problemas de deuda soberana europeos, la politiquería que acompañó a las negociaciones de aumento en el límite de deuda de Estados Unidos (EU) y el temor de otra recesión global, que con la reducción en la calificación de la deuda de largo plazo de EU.

El anuncio de S&P llegó, como sucede siempre con las agencias calificadoras, tarde, pero sirvió como excusa a los inversionistas para dar vuelo a sus inquietudes respecto a los problemas de deuda soberana de Grecia, Irlanda, Portugal, Italia y España, así como sobre la salud de la economía mundial, en particular la de EU, en vista de sus datos desalentadores recientes sobre producción y empleo.

Los problemas de deuda soberana de Grecia, Irlanda y Portugal no se resolverán en el corto plazo. Con ajustes profundos, apoyos externos y suerte, quizá terminen para fines de esta década. Los de Italia y España son menos severos y, en ausencia de un efecto contagio, pudieran superarse en 3 ó 4 años.

Esos plazos, así como las manifestaciones de descontento de las poblaciones de esos países por las medidas de austeridad de sus gobiernos, garantizan periodos recurrentes de volatilidad financiera por varios años, sin considerar los daños que ocasionaría una eventual cesación de pagos de alguno de dichos países.

La situación en Estados Unidos no es por mucho tan difícil, pero sus políticos se han encargado de complicarla al no mostrar el aplomo y la inteligencia necesarios para plantear una solución de largo plazo efectiva y convincente a sus niveles de déficit y deuda pública.

En el corto plazo, sin embargo, el gran problema es que las políticas fiscal y monetaria expansivas desde que estalló la crisis en el otoño de 2008, si bien lograron rescatar a la economía de EU de una recesión, no han podido encauzarla en una trayectoria de crecimiento sano y sostenido, fincado en el gasto de los consumidores y la inversión de las empresas.

Los consumidores no gastan porque su confianza es baja por el alto nivel de desempleo y su abrumadora deuda hipotecaria, mientras que las empresas no invierten más porque el bajo gasto de los consumidores las deja todavía con capacidad ociosa.

En dicho contexto, las economías de Europa y EU necesitan más dosis de estímulo gubernamental, pero las autoridades de la mayoría de esos países ya agotaron, para todo fin práctico, su herramienta fiscal. Alemania tiene algún margen de maniobra y en el muy corto plazo, quizá hasta EU, pero la gran mayoría está aplicando recortes presupuestales que van a restar impulso a la de por sí débil economía global.

En esas condiciones, la carga completa para evitar otra recesión recae sobre los bancos centrales de los países desarrollados. La tarea es monumental, puesto que en el proceso de salir de la recesión anterior la Reserva Federal (Fed) de EU, el Banco Central Europeo (BCE), el Banco de Inglaterra (BI) y el Banco de Japón casi agotaron todas sus herramientas ortodoxas y heterodoxas disponibles.

No obstante, los banqueros centrales son el último bastión antes de la recesión. Ello explica por qué en EU el comunicado de la Fed del martes pasado tuvo 3 aspectos relevantes. Primero, reconoció un crecimiento para los próximos trimestres menor al esperado en su reunión anterior.

Segundo, y lo más destacado del comunicado, sustituyó su famosa expresión de "periodo prolongado" por una fecha más concreta. Señaló, en específico, que "las condiciones económicas esperadas... es probable que requieran de niveles excepcionalmente bajos de la tasa de fondos federales al menos hasta mediados de 2013".

Tercero, la Fed no cerró la puerta a otra ronda de relajamiento cuantitativo o la aplicación de otras herramientas de política monetaria, en particular si se requieren para promover una recuperación económica más fuerte en un contexto de estabilidad de precios.

Los otros bancos centrales aplicarán medidas en la misma dirección, en función de sus realidades internas. El BI no será tan agresivo como la Fed, por las presiones inflacionarias, pero quizá veremos un cambio en la posición del BCE, que dejará de subir su tasa de referencia y hasta, quizá, decida volver a reducirla o, más dramático, aplique una ronda de relajamiento cuantitativo.

Este guión, sin embargo, ya lo conocemos y es difícil que produzca resultados mejores a los obtenidos por sus primeras versiones, que además recibieron el apoyo de las políticas fiscales. Espero, por tanto, que estas acciones de los banqueros centrales serán un último y desesperado esfuerzo para sostener la magra recuperación actual y evitar otra recesión.

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