Siglo Nuevo

El universo errante de Jarmusch

CINE

El universo errante de Jarmusch

El universo errante de Jarmusch

Arturo González González

Siempre fiel a su peculiar visión de la vida y a un estilo reflexivo y detallista, Jim Jarmusch ha conseguido convertirse en el paradigma del cine independiente norteamericano.

Un inexpresivo joven blanco vaga sin rumbo por las calles de Manhattan. Casi 30 años después, un misterioso hombre de color camina decidido pero sin prisa por la blanca Almería en busca de una pista. Entre uno y otro, fuera y dentro de escena, pasa la vida... con música, cigarros y café. ¿Y luego? La espera. El humo. El tiempo. ¿Andar o quedarse? Da igual pero no es lo mismo. A fin de cuentas, el destino está en ninguna parte. Porque en este mundo la única ley que impera es la de Jarmusch, el cineasta del cabello blanco, la ropa negra y el lente oscuro.

EL INICIO DEL VIAJE

James R. Jarmusch nació el 22 de enero de 1953 cerca de Akron, Ohio, en el seno de una familia clasemediera de ascendencia irlandesa, alemana y checa. Su infancia y adolescencia las pasó entre sus ocupaciones escolares y su afición por el cine B, la literatura Beat y el rocanrol.

Cuando terminó la High School inició una travesía en busca de su vocación. Se mudó a Chicago y se inscribió en una escuela de periodismo. Luego a Nueva York para entrar a la Universidad de Columbia y estudiar literatura con la intención de convertirse en poeta. Antes de terminar la carrera viajó a París, donde trabajó en una galería de arte y cultivó su gusto por el séptimo arte. Al regresar a la Gran Manzana, la hizo de músico para ganarse la vida hasta que fue aceptado en la Graduate School Film. Y así comenzó su carrera en la pantalla grande.

VIDAS SIN SENTIDO

La primera película de Jarmusch, Vacaciones permanentes (Permanent Vacation, 1980), fue su proyecto final de universidad y gira en torno a un joven llamado Allie (Chris Parker) que vagabundea por Manhattan en busca de un sentido para su vida. De pronto consigue unos dólares y aborda un barco con rumbo a París. Además de los rasgos autobiográficos, pueden observarse en bruto inquietudes y manías del director, como su parsimoniosa forma de contar historias, los personajes inexpresivos y la omnipresencia del cigarro, la música y la literatura. Tras ver el filme, los sinodales decidieron no otorgar el título universitario al novel cineasta.

Pero Jim no se arredró y en su siguiente obra, Extraños en el paraíso (Stranger than Paradise, 1984), retoma el espíritu de su ópera prima. La desazón por la existencia, la ausencia de conflicto dramático y el minimalismo argumental son elementos que están presentes en la cinta, en la que se muestra el viaje que tres jóvenes hacen de Nueva York a Florida y Cleveland. Rodada en blanco y negro, con ínfimo presupuesto y un reducido equipo técnico, obtuvo la Cámara de Oro en Cannes y es considerada una referencia del cine independiente norteamericano.

Luego de críticas encontradas por sus dos primeros trabajos, el respeto como realizador lo consiguió con Bajo el peso de la ley (Down by Law, 1986), en donde plasma la peculiar relación de tres reos desconocidos entre sí que logran escapar de prisión pese a que dos de ellos no se hablan porque están peleados y el tercero apenas entiende el inglés. Más centrado en la interacción de los personajes que en la fuga, Jim captura con ingenio otra de sus preocupaciones centrales: las barreras del idioma. Sobresale la excelente fotografía de Robby Müller, con quien continuaría trabajando.

Con Tren misterioso (Mystery Train, 1989) y Una noche en la Tierra (Night on Earth, 1991) Jarmusch se consolidó como cineasta independiente, con un lenguaje cinematográfico más depurado y un nuevo recurso: el abordaje paralelo de historias distintas. En la primera película retrata la aventura de dos adolescentes japoneses, una italiana y un inglés durante un día en Memphis. En la segunda, muestra la interacción de cinco taxistas de distintas ciudades con sus pasajeros durante una noche. La crítica alabó casi de forma unánime ambas producciones al grado de que El tren... fue nominada a la Palma de Oro en Cannes y Una noche... ganó el Independent Spirit Awards de 1993. A partir de entonces, el estadounidense adquirió la categoría de culto.

EL SENTIDO DE LA VIDA

En la segunda mitad de los noventa Jarmusch arribó a la cima de la creatividad. En 1995 realizó Hombre muerto (Dead Man), ‘antiwéstern’ en blanco y negro que presenta a William Blake (Johnny Depp), un contador que llega a un pueblo del oeste norteamericano y de forma causal se convierte en un asesino prófugo. En su huida encuentra a un indio que lo guía a través de un viaje físico y espiritual para alcanzar su destino. El impecable guión, las formidables actuaciones, la inmejorable fotografía de Müller y la electrizante música de Neil Young, hacen de ésta una auténtica obra maestra, la cual fue nominada a la Palma de Oro.

Cuatro años más tarde dirigió Ghost Dog. El camino del samurái (Ghost Dog. The Way of the Samurai, 1999), sobre la vida de un asesino a sueldo (Forest Whitaker) entregado a la filosofía bushidō -el código de los guerreros japoneses-, que cuando descubre el plan de los mafiosos a los que sirve para eliminarlo, decide cobrar venganza sin alejarse de sus principios éticos. La cinta no sólo honra la figura de los legendarios samuráis sino que además satiriza la de los integrantes de la mafia. Por otra parte, nuevamente la literatura y las barreras del idioma juegan un papel importante.

La etapa más reciente de Jarmusch está marcada por una crisis de creatividad ocasionada por el atentado del 11 de septiembre de 2001 y su posterior regreso a la senda de la dirección. Luego de armar la colección de 11 cortos rodados a lo largo de 20 años para crear la multiforme Café y cigarros (Coffee and Cigarettes, 2003), se enfrascó en el proyecto de Flores rotas (Broken Flowers, 2005), una comedia atípica en donde se narra las vicisitudes de un jubilado y antiguo donjuán (Bill Murray) quien de pronto se entera de que tiene un hijo y es convencido por su vecino de ir en su busca. La película tuvo buena recepción de crítica y público, y ganó el Gran Premio del Jurado en Cannes.

Si Flores rotas es la producción más digerible de Jarmusch, la que le sigue, Los límites del control (The Limits of Control, 2009) es quizá la más enigmática. En ella se observa a un misterioso africano (Isaach de Bankolé) en una secreta misión en España. Aunque en esencia se trata de un thriller, rompe con todos los esquemas del género. Su ritmo lentísimo, los diálogos aparentemente anodinos y la trama oculta hasta el final, hacen del filme la antítesis del efectismo hollywoodense.

Con 58 años de edad, 30 de carrera y 10 largometrajes, el oriundo de Ohio se ha convertido en uno de los directores norteamericanos más influyentes del cine mundial, pese a navegar siempre en sentido contrario del viento dominante del huracán llamado Hollywood. Y lo mismo se vale de actores poco conocidos que de estrellas consagradas o de sus amigos músicos, para contar lo que nadie cuenta de una forma reflexiva y centrada en los detalles más que en el argumento mismo.

Su cine se cuece a otro tiempo, no al de la acción vertiginosa, y se construye en otro espacio, no en el del drama simple y sensiblero. Por eso para muchos sus películas resultan lentas, aburridas, densas, crípticas, inescrutables. “En ellas no pasa nada”, dicen. Pero lo cierto es que sí pasa... y mucho, aunque de forma casi imperceptible. Porque detrás de la mirada ácida de Jim, existe un universo alejado de convencionalismos en donde cada cuadro, cada línea, pueden significarlo todo y nada a la vez.

Correo-e: argonzalez@elsiglodetorreon.com.mx

Leer más de Siglo Nuevo

Escrito en:

Comentar esta noticia -

Noticias relacionadas

Siglo Plus

+ Más leídas de Siglo Nuevo

LECTURAS ANTERIORES

Fotografías más vistas

Videos más vistos semana

El universo errante de Jarmusch

Clasificados

ID: 607710

elsiglo.mx