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Elba Esther

OPINIÓN

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Sergio Sarmiento

Hace años escribí que Elba Esther Gordillo era un notable ejemplo de todo lo malo que puede generar el sistema sindical mexicano, pero añadí que en varias batallas importantes la maestra había tenido el valor para colocarse del lado correcto a pesar de las presiones en contra.

En ese entonces me refería a su respaldo al intento de aplicar el IVA a alimentos y medicinas, lo cual habría sido un paso crucial para construir un sistema fiscal más sensato, eficaz y justo. El compromiso de Gordillo por lograr esta reforma le costó no sólo la coordinación de los diputados del PRI sino incluso su propia participación en el partido.

La misma impresión he tenido en estos últimos días cuando he visto a la maestra comprometer toda su fuerza en dos reformas importantes. La primera, el Acuerdo para Reformar la Carrera Magisterial, el cual busca que los incentivos de la carrera magisterial se otorguen no en función de los cursos que tomen los maestros sino del desempeño de los alumnos. La segunda, el Acuerdo para la Evaluación Universal de Docentes y Directivos, que establece la obligatoriedad de las evaluaciones para maestros y directores de escuelas.

Uno podrá cuestionar la prueba Enlace y otros instrumentos de evaluación. Puede también objetarse que los acuerdos carecen de dientes para sancionar a maestros y directores que no tengan un buen desempeño. Ciertamente la Alianza por la Calidad de la Educación no ha ofrecido, hasta ahora, los resultados deseables. Pero mejorar la rendición de cuentas de maestros y directores es el camino correcto y los dos acuerdos tienden precisamente a ese objetivo.

No hay ninguna varita mágica que vaya a darle la vuelta de un golpe al sistema educativo mexicano. Serán necesarios años o décadas de esfuerzos para construir una educación medianamente competitiva. El camino, sin embargo, transita necesariamente por las evaluaciones y la transparencia en la información. Además es importante que haya formas de premiar a los buenos maestros y de sancionar o incluso despedir a los malos. Esto es algo que las reformas realizadas no han siquiera contemplado.

Pero el hecho de que haya que seguir avanzando no significa que debamos cerrar los ojos ante lo logrado. Tampoco podemos borrar el papel que la maestra Elba Esther ha tenido en este esfuerzo.

Si en este momento pudiéramos eliminar de un plumazo a la maestra de la dirección del SNTE, es muy probable que en su lugar surgiera un grupo radical como los que hoy controlan al sindicato en Oaxaca y Michoacán. Esto no ayudaría ni a la educación ni a los alumnos. Sería más bien una tragedia que podría arrastrar a la educación nacional a los abismos que hoy se sufren en Oaxaca.

Los mexicanos debemos seguir presionando para que mejore la calidad de la instrucción en el país. Pero no podemos rechazar por simple reflejo político las medidas que buscan una mejor calidad en el sistema educativo de nuestro país. Ni a los personajes que las han promovido o las han permitido.

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