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Empezar a actuar ante el cambio climático

A la ciudadanía

GERARDO JIMÉNEZ GONZÁLEZ

Actualmente es reconocido que el cambio climático constituye el problema ambiental de mayores dimensiones en el planeta, el cual, según constatan los expertos, puede responder a ciclos naturales de enfriamiento y calentamiento de la tierra, pero también se acepta que las actividades humanas inciden en su manifestación reciente, particularmente a aquellas que hacen uso de combustibles fósiles y otras que generan emisiones de gases de efecto invernadero que propician el aumento de la temperatura, producto de la retención de una parte de rayos utravioleta en la atmósfera. Estudios recientes estiman que ese calentamiento de la tierra tendrá efectos adversos para la naturaleza y la sociedad a nivel global, y con expresiones específicas en diferentes partes según la vulnerabilidad que presenten.

Así, se espera que los bosques templados sean seriamente afectados por este fenómeno, lo que anticipa impactos graves para quienes habitamos en regiones como la Comarca Lagunera, que por su ubicación geográfica en la parte baja de la cuenca de los ríos Nazas-Aguanaval resentirá, además del aumento en las ya de por sí altas temperaturas, una disminución de los volúmenes de agua disponibles en la actualidad, ya que la pérdida de la masa forestal en la Sierra Madre Occidental implica que tendrá menor capacidad de captación de agua y, por consecuencia, se reducirán los escurrimientos y filtraciones que alimentan los cuerpos de agua dulce de los que depende la economía y sociedad lagunera. Es por ello que resulta inaplazable modificar los patrones de uso del agua, particularmente la subterránea, no sólo frenar la sobreexplotación del acuífero principal, sino para crear reservas que nos permitan enfrentar fenómenos meteorológicos extremos como las sequías y la elevación de la temperatura.

Otro de los impactos que se espera es en los ecosistemas naturales donde se pone en riesgo la biodiversidad existente, aspecto también preocupante para quienes habitamos dentro de esta cuenca hidrográfica (Nazas-Aguanaval) y región económica (La Laguna), puesto que debido a las actividades antrópicas realizadas en apenas dos centurias hemos destruido gran parte de los ecosistemas y reducido considerablemente la diversidad biológica albergada en ellos. En los dos ámbitos, son pocos los espacios donde aún se encuentran estos recursos en buen estado de conservación, algunos de ellos ya sujetos a estatus de protección legal y socio-institucional como área naturales protegidas, otros en estudio y unos más a nivel de intención, protección que ha requerido un enorme esfuerzo, en gran parte emprendido desde la sociedad civil por la débil e inconsistente política ambiental, principalmente de los gobiernos locales.

Ciertamente, mientras que las principales fuentes emisoras de gases de efecto invernadero no realicen acciones trascendentales que reduzcan la cantidad de sustancias contaminantes del aire atmosférico, particularmente las localizadas en el vecino norteño y el gigante asiático, el problema persistirá en una longitud de tiempo que puede abarcar más de una generación, lo cual, no obsta para que hagamos el mayor esfuerzo, dentro de lo posible, por revertir los procesos de deterioro ambiental que enfrentamos.

Al respecto ya se han emprendido algunas iniciativas, tales como la recuperación del bosque en la parte alta de la cuenca mediante el pago de servicios ambientales a sus dueños, con el Proyecto Irritila, aunque también debemos emprender otras dirigidas a controlar las principales fuentes emisoras como la reducción del hato ganadero, de los automóviles y la aplicación de tecnologías verdes en industrias contaminantes y en los cultivos intensivos, o la recuperación del acuífero principal y la ampliación de los espacios protegidos.

Sin embargo, algo que debemos tener presente es que la mejor manera de enfrentar este fenómeno se encuentra en desarrollar una conciencia colectiva del problema que nos obligue a cambiar nuestros hábitos de vida y a fomentar la participación ciudadana que incida en la toma de decisiones de que quienes generan las emisiones y de los que las regulan.

En este contexto destaca el Programa de Educación Ambiental que emprende la Fundación Jimulco en la reserva ecológica del mismo nombre, con las acciones que realiza entre docentes y estudiantes de primaria, secundaria y preparatoria de todas las escuelas de esta área natural protegida municipal, enfocadas a informarles sobre el cambio climático global y los posibles impactos que tendrá en los ecosistemas y la población, pero también a diseñar, mediante un ejercicio de participación colectiva, las medidas de adaptación y remediación que se puedan aplicar en sus comunidades y reserva, como una respuesta a este fenómeno.

Su importancia radica en que constituye en, quizá, el primer programa formal que se emprende en la región desde la sociedad civil con apoyo oficial para enfrentar el cambio climático, de tal manera que el Secretariado Técnico responsable de elaborar un Plan de Acción Regional contra el Cambio Climático, convocado por los industriales de la transformación, pero que reúne amplios sectores representativos de la población y gobierno de la Comarca Lagunera, le han acogido como una de sus acciones pioneras de la cual se espera resultados que pueden ser replicables en otros ámbitos.

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