Luis Fernando Tena, técnico de la selección Sub-22, intenta recomponer el camino ante Uruguay, uno de los rivales más difíciles, el próximo martes. (El Universal)
Mendoza, Argentina.- En México, la Sub-17 se convierte en foco principal. Esplendorosa, capta la admiración de millones, mientras una multitud se agolpa en torno al Estadio Azteca, con el anhelo de adquirir boletos de la final del Mundialito.
En Argentina, opaca y decepcionante, la representación que compite en la Copa América 2011 es ignorada por completo. Dadas las condiciones en que viajó la delegación tricolor y sus posteriores complicaciones, salir bien librada de territorio sudamericano era, sencillamente, misión imposible.
El prestigioso certamen de la Conmebol, del que tanto trabajo costó obtener una invitación permanente desde 1993 -cuando México se ganó la misma admiración que hoy tienen los niños de 17 años- es visto con indiferencia por la afición. Los pocos aventureros que se encuentran en el país, para apoyar al Tri Sub-22, preparan el regreso tras el duelo del próximo martes ante Uruguay, ante los nulos argumentos futbolísticos exhibidos frente a Chile y Perú.
"No estamos poniendo como excusa eso -la presencia de jóvenes en un torno de jerarquía mundial-, tenemos la responsabilidad de representar a México, por eso duele", reconoce Héctor Reynoso, quien de convertirse en refuerzo de última hora en la Copa de Oro, pasó de los festejos, en el torneo de la Concacaf, a los disgustos y frustraciones en la competencia sudamericana.
"Hay que pensar en Uruguay, sabiendo que tenemos que mejorar, trabajar como equipo y que nos sirvan estas derrotas", añade el central, quien no deja de reconocer la falta de trabajo debido a que algunos de ellos tuvieron que viajar a Estados Unidos para reforzar al Tri mayor, debido al lío de dopaje ya resuelto. Y después, muchos más emigraron por la indisciplina vivida en Quito, tras un duelo de preparación.
En esa sintonía, la ya de por sí desfavorable circunstancia que representaba competir con futbolistas de 22 años ante figuras mundiales de la talla de Humberto Suazo, Paolo Guerrero o Diego Forlán, se descompuso todavía más con los viajes de un extremo a otro del país; sin embargo, Reynoso no se resigna.
"Tenemos que hacer algo que valga la pena. No nos excusamos. Duele perder. Uno aspira a hacer las cosas bien. Quisimos trabajar en equipo y no nos alcanzó", lamenta Reynoso, decidido a no darse por vencido.
Giovani dos Santos, cuyo propósito principal de venir a este torneo era precisamente la coincidencia con su hermano Jona, admite la complicación.
"Es difícil y complicado pensar en la calificación", acepta, cabizbajo. "Pero aún hay esperanzas y hay que seguir intentando", dice poco convencido.
Dentro de todo, explica, "ahora viene Uruguay, por lo que jugaremos contra un oponente más complicado -de lo que era Perú-, así que veremos qué pasa", añade el mediocampista con un aire de dolor.
