Con la Medalla Belisario Domínguez en el cuello, Cuauhtémoc Cárdenas pugnó por que las Fuerzas Armadas dejen de estar expuestas a "riesgos derivados de una función que no les corresponde", la de combatir al narcotráfico. Así acrecentó el michoacano la larga lista de instituciones y personajes opuestos al empeño del presidente Felipe Calderón de enfrentar a soldados y marinos con la delincuencia.
Más tarde, en una comida del jueves pasado con consejeros de Nacional Financiera, Calderón afirmó que "para atrás, en seguridad, ni para tomar vuelo". Insiste en la presencia de las fuerzas federales porque "sí inhibe la acción de los delincuentes" y éstos deben permanecer "el tiempo que se necesite para que ahí ¡se construyan nuevas instituciones policiacas y ministeriales!" ¿Nuevas?
Sostiene el primer mandatario que Ejército y Marina, además de agentes federales de la SSP, deben continuar en la "guerra" declarada por él hasta en tanto el país cuente con 32 cuerpos policiacos capaces de enfrentar al hampa. Esto no va a suceder en decenios porque el narcotráfico creció a su máximo en 11 años de regímenes panistas y corrompe y destruye a su paso a cuantos órganos de seguridad le ponen enfrente.
Así adquiere fuerza la versión de que el gobierno de México, por sí mismo, ha perdido dicha "guerra" y requerirá de apoyos de Estados Unidos y hasta de la ONU para salir del pantano sangriento. Vicente Fox insiste a Felipe Calderón en bajar las armas y buscar armisticios con los cárteles. Así lo ha de ver.
Y lo espeluznante: de acuerdo con la información del Instituto Mexicano para la Competitividad, publicada por El Universal, de 2007 a 2010 -en pleno calderonismo- se multiplicó la posibilidad de que una persona sea asesinada o secuestrada.
Cuauhtémoc Cárdenas advirtió a Calderón que la democracia, la seguridad y la justicia son asuntos de la autoridad civil y a los criminales se les debe atacar por un cuerpo especializado, creado y preparado para ello.
Advirtió el fundador del Frente Democrático Nacional, del cual se derivó el PRD, que el combate a la delincuencia ha sido insuficiente, porque no basta con el enfrentamiento directo ni con descabezar a bandas criminales.
Ni voces como la de Cárdenas o de expertos internacionales convencen a Calderón de que su propósito de combatir al hampa en condiciones carentes de una estrategia, congruente y efectiva, sólo conducen a elevar la cifra trágica de más de 50 mil muertos y a aumentar las extorsiones o cobros por "derecho de piso" a comerciantes, agricultores y empresarios.
EN CUANTO A CORTAR CABEZAS, de pronto se decidió buscar la de Joaquín Guzmán Loera, "El Chapo", porque su muerte o captura significaría reconocimiento a los presidentes Calderón y Barack Obama, ambos urgidos de aplausos ante la proximidad de elecciones en México y Estados Unidos.
En estos días sube de tono la confesión de Jesús Vicente Zambada Niebla, "El Vicentillo", quien en Chicago reveló el pacto de la DEA con el Cártel de Sinaloa, según el cual debía de brindarse protección a "El Chapo" y éste proporcionar informes de las otras mafias.
Si "El Chapo" ha dado "tips" a la DEA sobre movimientos de "Los Zetas" o los Beltrán Leyva, eso explicaría -informó el "New York Times"- las capturas de capos de mediano nivel imputadas al Ejército y a la Marina. Sin embargo, el poderío de "Los Zetas" y de "La Familia Michoacana", entre otros, no disminuye.
De "El Chapo" se han escrito historias truculentas o de su habilidad para vivir por años en Acapulco, Puerto Vallarta, Durango o fuera de México. Pero, como dijo un obispo, el poderoso capo es omnipresente. Sólo si unen esfuerzos los gobiernos de Obama y de Calderón se le podrá detener.
"El Chapo" tiene fama de rudo y, de ser reaprehendido, no diría cómo salió caminando del presidio de Puente Grande y a quien pagó 20 millones de dólares por su liberación. Por éste y otros presuntos pactos, probablemente no lo dejen vivir si lo localizan.
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