S Omos un país ensimismado. El proceso electoral de 2012 nos ha hecho cerrar la atención a lo que ocurre más allá de nuestras fronteras. La atención de los medios está concentrada en darle seguimiento a las declaraciones de los precandidatos a la Presidencia. Sin embargo, mientras nos miramos al ombligo, hay focos que se prenden fuera de México y que no parecen importar.
Desde hace ya un par de años, los periódicos The Washington Post (WP) y The New York Times (NYT) han publicado una serie de reportajes sobre el nivel de cooperación entre los gobiernos de México y de Estados Unidos en torno al combate al narcotráfico en México, sobre los resultados de la estrategia del gobierno mexicano y sobre los procesos abiertos por la justicia estadounidense contra los capos de la droga mexicana, como el que se abrió en Chicago en contra de Vicentillo Zambada.
La más reciente información publicada por el Washington Post (WP), firmada por los reporteros Nick Miroff y William Booth el pasado 23 de octubre, cuestiona severamente la información dada por el gobierno mexicano en torno a la efectividad de la destrucción de plantíos de marihuana.
Contrariamente a lo que nos dicen las autoridades mexicanas sobre los alcances de la estrategia de combate al narco, los reporteros del WP afirman que "el gobierno mexicano está permitiendo que la producción de marihuana y de opio alcance niveles récord".
Por su lado, la reportera Ginger Thompson ha publicado una serie de reportajes en el NYT en los que ha dado un seguimiento al involucramiento del gobierno estadounidense en la lucha contra el narcotráfico en México. En su más reciente entrega, del pasado 24 de octubre, Thompson afirma que el gobierno de Obama mantiene informantes en territorio mexicano, agentes que han infiltrado los cárteles de la droga y que incluyen incluso a "funcionarios electos" (léase legisladores, alcaldes o gobernadores).
Hace apenas una década información como la dada a conocer por los reportajes de esos periódicos, o incluso por las filtraciones de WikiLeaks en torno al fallido operativo de "Rápido y Furioso", habría provocado una fuerte reacción por parte de la clase política mexicana y en particular por quienes están en el Congreso.
Pese a ello, ha ocurrido una desatención a esta información. Si bien es cierto que la canciller Patricia Espinosa ha acudido en varias ocasiones al Senado a comparecencia para tratar los temas de la relación bilateral, e incluso estaba llamada la semana pasada a la Cámara de Diputados, pero su comparecencia fue cancelada de último momento, lo cierto es que la rendición de cuentas en torno a la agenda de seguridad ha sido a cuentagotas, al tiempo que los precandidatos a la Presidencia han mantenido un absoluto desinterés con respecto al estado de la relación bilateral, mientras que los senadores le han bajado de tono a sus declaraciones.
De hecho, en el sitio de la Comisión de Relaciones Exteriores para América del Norte del Senado, cuya presidenta es la senadora Adriana González del PAN, no hay una sola reacción a los hechos más recientes. El último comunicado de esa comisión es del 25 de mayo de 2011 y en la sección de "Relación México-Estados Unidos", pareciera como si esta comisión hubiese dejado de emitir comunicados en 2008.
Los tiempos electorales y estos momentos de "emergencia nacional" han acallado a los senadores y los hacen olvidar su obligación constitucional de revisar la política exterior y de demandar una rendición de cuentas al Poder Ejecutivo.
Es cierto, el concepto de soberanía ha cambiado de una manera drástica en los últimos años. Todavía en la década de los noventa, cualquier indicación de una "intromisión del gobierno estadounidense" en asuntos de seguridad o de política mexicana aprestaba a los senadores a sacar su mejor colección de frases nacionalistas para "defender la soberanía de México."
Este sexenio se ha caracterizado por el sigilo más absoluto en torno a los temas de seguridad. Desde que empezó la guerra contra el narcotráfico, los mexicanos nos hemos enterado mucho más de los pormenores de la cooperación bilateral por la información dada a conocer por funcionarios de Estados Unidos o por los medios de ese país que por fuentes mexicanas.
Apenas la semana pasada, en una cumbre de negocios en Querétaro, Arturo Sarukhán, el embajador de México en Estados Unidos, recurrió a una muletilla del protocolo diplomático para decir que la relación bilateral entre México y Estados Unidos "pasa por uno de sus mejores momentos". La frase del embajador no podía llegar en peor momento, pero el silencio de los legisladores parece otorgarle la razón. Somos un país ensimismado.