"En aquellos tiempos"
Una de las cosas en que me entretengo es en recuperar los viejos artículos que mi padre, don Emilio Herrera Muñoz, escribía en el periódico. Al leerlos me doy cuenta, de que en esta ciudad siempre hubo un gran interés por preservar la cultura. Eran muchas las personas y los grupos involucrados, y eran muchas las cosas que se hacían sin que se tuvieran muchos apoyos gubernamentales.
Si a esto le añadimos la labor social desarrollada, y que algunas veces los dos tipos de funciones se combinaban, podremos decir que esta ciudad luchaba a brazo partido para convertirse en un buen lugar para vivir. Sólo eso, un buen lugar para vivir.
Nada más para mencionar algunas cuantas cosas: La cámara Junior, aquellos jóvenes que habían sido reclutados principalmente de la Comercial Treviño, se empeñaban en repartir los desayunos escolares aunque muchas veces sentían desánimos por no contar con los medios económicos para hacerlo (hablo del año 1952, antes que de que el gobierno se encargara de este rublo). Les quedó la satisfacción de que su labor fuera reconocida a nivel mundial.
Por su lado, el Club de Leones se ocupaba de organizar el Carnaval, en donde se elegía reina y rey feo. Para eso se tenían que hacer labores con el fin de recolectar dinero y poder concretar las obras sociales de cada club.
En el ramo de lo cultural, En aquellos años, el maestro Vilalta ya empezaba a pasar largas temporadas en la región en donde organizaba conciertos que en aquel tiempo se ofrecían en el casino de la laguna o en la XETB, o en el centro español. Lo mismo, se montaban cosas como María Fernanda.
En aquellos tiempos, comenzaban las necesidades de crear escuelas que tenían que ver con el arte, como la de Carmen de Mora en Gómez Palacio que era de declamación. En Torreón , el maestro Zermeño tenía una de piano, y su propia Nieta Normita se convirtió en una niña prodigio que llegó a presentarse en la Ciudad de México y a muchos tenía entusiasmado.
La misma Enriqueta Ochoa desarrollaba una labor cultural importante en la P.V.C. Otra vez, volviendo al lado de lo social, por el 53, 54 se conformaron los grupos de los adolfitos y los corbatones que entre otras cosas se encargaron de organizar la fuente de la juventud en la plaza de armas con el fin de recaudar fondos para la vacuna Salk en contra de la poliomielitis.
Fueron aquellos los primeros tiempos en que la Señora Pámanes comenzaba a organizar sus espectáculos que se llegaron a presentar en el jardín de los Cipreses. Ya en los años 55 se comenzaba a hablar de la necesidad de fundar una escuela de música que jamás se hizo.
Por lo general, cuando nos referimos a los viejos tiempos, hablamos del grupo de Cauce y la revista que ellos editaban. Pero también se encargaban de organizar conferencias de diferentes temas, les gustaba aparte de la literatura, la filosofía, y otras cosas, hubo grandes expositores, como Peyrallo Carvajal o Pedro Garfias.
Eran los tiempos en que Pilar Rioja hacía sus pininos, en que Mercedes Shade mostraba las destrezas de su violín y a veces se juntaba con el Maestro Vilalta para ofrecer conciertos. Eran otros tiempos, por supuesto, donde aún la esperanza de tener una vida humana no se nos iba esfumando entre los intereses de aquellas personas que comenzaron a dilinquir y aquellos que se dejaron sobornar para que los primeros se salieran con la suya.
Cuando perdimos el rumbo, cuando al ciudad se nos fue de las manos, cuando la mentira de que para ser feliz necesariamente se necesitaba dinero comenzó a imperar en nuestra juventud que desconoce lo que nuestros padres hicieron por el bien de otros y no por el bien propio.
Esos fueron los mismos tiempos que comenzaron a establecerse las principales tiendas y fábricas que hoy son un orgullo regional y que llegaron a crecer y a brillar a base de trabajo.
Ahora hay demasiado lujo y demasiado joven que se ha dejado engañar por el oropel y no quiere darse cuenta de que lo que prevalece es la cultura de la muerte que de ninguna manera puede considerarse humana.
Basta salir a la ciudad para darse cuenta de que se está desmoronando. Ahora todo se lo dejamos a las autoridades, el trabajo cultural y el trabajo social. Ahora prevalece la desconfianza, nos han refugiado en nuestros propios hogares. Nos estamos acostumbrando a vivir en la soledad y en la pobreza, en esta maldita soledad y pobreza.
Antes, cuando no había medios existía el orgullo de hacer de realizar cosas. Porque había una exigencia social y personal. Antes teníamos una ciudad sin tantas pretensiones metropolitanas, donde la escuela de estudios más importantes era una escuela comercial. Hoy contamos con un chorro de mal llamadas universidades. La diferencia es abismal.
Antes no existía el glamour de las escuelas con clase o del pasto sintético. Y ya lo he dicho antes, aquellos alumnos mantuvieron los desayunos escolares, los carnavales, los inicios del teatro en Torreón, los inicios de la afición por la buena música, los inicios de los compromisos del trabajo social, y cuantas cosas más que ni siquiera recordamos.
Esa es la historia que falta en Torreón, la que nos vuelva a recordar que esta ciudad se hizo a base de orgullo, de trabajo, de tesón, de sueños, de deseos.
¿Dónde ha quedado nuestra ciudad?