Desde el principio del mundo, la humanidad ha intentado probar lo que la realidad es. El mito, el rito, la religión se basaban en la fe, el arte acudía a la intuición o a la representación de las cosas, es la filosofía el primer sistema que intenta probar lo que las cosas son y se desarrolla la ontología y por fin la ciencia piensa que su método es mucho más efectivo y solamente establece como real lo que puede probar por medio de un método inductivo.
En pleno siglo XX no nos damos cuenta, porque nunca le prestamos atención, que hay una nueva metodología que nos acerca a la verdad y que nos asegura estar alejada de la mentira. Por un lado son los medios masivos de comunicación y por el otro son los políticos.
Los medios, sobre todo los audiovisuales, dicen presentarnos las cosas. Nos hacen ver y escuchar. ¿Qué tanto nos hacen ver y qué tanto nos hacen escuchar? Un botón de muestra sería lo que a principio de los años treinta pasó en los estados unidos con un programa de radio producido por Orson Well que era una adaptación de H.G. Wells donde se suponía que los marcianos nos estaban invadiendo. Todo el país entró en pánico puesto que se lo creyeron. (Es una de las pruebas de la gran credibilidad que pueden tener los medios). Eso fue la radio y sin tanta tecnología como la que tiene ahora, imagínese lo que la televisión es capaz de hacer, si te dice que lo vez y que lo escuchas, pero lo que no te advierte es que aquello puede tratarse de una realidad ficticia, dramatizada, inventada, sacada de su contexto, montada en otra perspectiva para que tú tomes un determinado punto de vista sobre determinadas personas o situaciones. Y esto puede ir desde comunicadores sin ninguna ética profesional, que saben que el morbo es un excelente negocio y lo explotan sin otra finalidad más que obtener ganancias: la nota roja, los talk shows, la información basada en suposiciones, o la información plena y burdamente manejada. La semana pasada me tocó ver a X reportero entrevistando a supuestas personas que trabajaban para un partido sosteniendo pancartas o distribuyendo publicidad y les hacía confesar que les pagaban poco pero además les hacía decir que iban votar por el partido contrario, pasándose por el arco del triunfo la ley que dice que el voto es secreto. Claro que llegar a estos excesos es uno de los límites de la vulgaridad y la ética periodística. Son las cosas que hacen que los medios pierdan su credibilidad; pero deja lana como cualquier prostitución.
Uno sabe que en el periodismo, todos los medios tienen una corriente ideológica a través de la cual se interpreta la realidad. Cuando uno ve las noticias debiera saber desde donde le está hablando al empresa periodística y desde donde el reportero. De este tema hay mucho escrito e investigado.
Por otro lado, el político es otro protagonista que nos habla de la realidad. Sus afirmaciones pretenden ser mágicas, como si nos estuviera diciendo créeme porque lo digo yo. Ha esto ha venido acabar la ideas de Montesqueau y de Rosseau de la democracia y de la voluntad del pueblo. No es necesario ser rey omnipotente para que alguien llegue a la cúspide del poder y diga: la verdad soy yo. (No dije el estado, dije la verdad).
Caso patético Hitler y Musolini. Estos son obvios en los que todo mundo estará más o menos de acuerdo de lo negativo que puede ser para las sociedades dejarse embaucar por profesionales de la demagogia. Casos más polémicos sería mencionar a Stalin, a Mao y a los Castro (los de Cuba) y a Chávez. Yo nunca he comprendido como es posible que sistemas que según esto dicen representar al proletariado, derivan en las dictaduras de estado imponiendo un solo punto de vista y se le presenta como el punto de vista del proletariado y al que no está de acuerdo con ella se le elimina de la sociedad y de la historia no importando que en el pasado haya sido primordial su apoyo para llegar al poder. Stalin se deshace de Trosky y Castro de Huber Matos. En China se desata la revolución cultural y Chávez va por el mismo camino de sus ancestros imponiendo un solo punto de vista sobre la realidad. Según esto para que no haya desviaciones ideológicas.
Ahora, con las elecciones, estamos viviendo de una manera o de otra el síndrome del político omnipotente que nos quiere hacer ver la realidad a partir de la subjetividad. Lo estamos escuchando todos los días: si tienes hambre, pues tu hambre lo está escuchando todos los días: que el mexicano puede vivir con seis mil pesos, que ya no somos un país pobre, que hay mucha inversión por venir, que ya se está combatiendo la inseguridad, que ellos saben como, Que ahora va a venir supermán.
La ficción mediática y la ficción política no está del todo bien estudiada. (Si en la región hay siete escuelas de comunicación y algunas más relacionadas con la sociología y las ciencias políticas, debería de estudiarse con más seriedad). Sería interesante saber cual es el México ficcional que cada uno de los partidos nos quieren vender, aunque más o menos lo suponemos. Los medios han inventado todo un México que no existe ni siquiera en disneylandia, es el México de los Jodidos de Azcárraga donde hasta los temas melodramáticos se repiten porque no existe algo llamado creatividad (y se repiten en canales que se hacen la competencia).
Yo prefiero buscar la realidad por medio de la ficción literaria, o acercarme a ella por la filosofía la ciencia, hasta por la religión. Dudo de todo lo que me dice el político y el medio, De lo único que muchas veces estoy seguro es de que me quieren engañar.
¿Será cierto?