Dirán que nada tiene que ver una cosa con la otra pero muchos piensan que los medios masivos son los principales educadores de los pueblos. Por lo menos, algunas investigaciones han demostrado que muchas personas los usan para saber modos de comportarse en lugares o situaciones desconocidas para ellos. Y esto, desde el siglo XIX cuando, a raíz de la revolución industrial se tuvo que emigrar del campo a la ciudad. Hoy esa migración se hace de país a país y la manera de asimilar las nuevas costumbres es recurriendo a los medios de comunicación.
Por lo mismo, el estado debiera de establecer políticas educativas que se extendieran a los medios. Ahora bien, toda política de este tipo surge forzosamente de un paradigma ideológico que puede ser social, cultural o religioso y que en un pueblo que se dice democrático debería discutirse ampliamente.
No estoy seguro de que exista una ideología clara, social que justifique la apatía que para los medios se tiene. Bueno, ni siquiera estoy seguro de que justifiquen el sistema educativo que debería de ir más allá que aprender mal un oficio mediante el cual poderse defender en la vida. Un sistema educativo que muchas veces parece que se inclina ante el amo (los países del primer mundo de quien se quieren obtener inversiones) y se ajusta a la requisición de producir obreros o mano de obra y para que sea barata, en cantidades industriales.
Por principio de cuentas, los medios de comunicación y muchas veces la escuela, son la peor opción para conocer la visión nacional del mundo; me explico. Deberíamos de comenzar por el principio, conocernos a nosotros mismos, lo que somos territorialmente y lo que hemos sido en la historia donde conformamos esto que hemos bautizado con el nombre de patria. A los medios de comunicación les repugna lo que es la Patria y no se diga lo indígena. Fuera del mexican curios para los turistas, la provincia mexicana no se ve reflejada en la televisión; ni la música mexicana es sólo lo que esta nos vende. Por ejemplo: ¿Sabe usted cual es el instrumento que caracteriza a Chiapas? Pues la marimba. ¿Conoce usted la música purépecha? Imagínese si la conocerán los jóvenes. Y así podríamos ir enumerando todas las regiones de nuestro país. Sin embargo de Tex Mex y de raperos nos llenan hasta por los codos, porque la industria cultural ha elegido esa música para educar a nuestros sentidos y nuestra sensibilidad.
Y si no nos conocemos nosotros mismos como pueblo desde donde podemos establecer la visión del mundo, porque a fin de cuentas, educar de eso se trata, de establecer una visión del mundo, un deseo, una aspiración, un puerto donde llegar. Obvio, si nosotros como mexicanos no tenemos visión del mundo, somos presa fácil de aquellos que nos quieren imponer la suya. El señor Schramm tiene ganada la partida, los medios de comunicación nos están enseñando como dirigirnos a ese primer mundo que la manera de vivir americana del consumismo, la guerra y la deshumanización del hombre. Lo que reproduce la televisión mexicana son los usos y costumbres de nuestros vecinos: Por ejemplo, en la novela de las siete, una representante de gobierno va a recoger a un niño huérfano que vive en una hacienda (¿Existen las haciendas en México? ¿Qué pasó con la ley agraria?) ¿Cuándo ha sucedido eso en nuestro país? ¿Y todos esos niños de la calle porque siguen estando en situación tan precaria? ¿Donde están las instituciones de beneficencia? Los medios, como las novelas, los cuentos, el Arte, deberían ser un reflejo de nuestra patria; no solo de esa patria idealizada que se quedó estática en el muralismo, sino la de todos los días.
Si no tenemos una visión cultural fuerte desde donde partir, va a ser muy difícil que nos sintamos alguien que podamos aportar algo a esta globalización o el tan taimado cosmopolitismo que más que ser real es ideal.
¡Si!, ser cosmopolita, para pertenecer al primer mundo. Ir a nueva York y desayunar en Tiffani (Truman Capote) que es muy diferente de ir a México y comer en Prendes. (Que a estas alturas ya estará rebasado) ¡Alto! ¿Qué el cosmopolitismo no inicia en comprender que pertenecemos a la cultura occidental (Que es la mitad del mundo porque la otra es la oriental) cuyos cimientos son la cultura griega y al latina (Homero, los trágicos, Safo, Virgilio y demás). No es estar enterado de lo que fueron las guerras médica y las púnicas. Saber de Alejandro, del imperio Romano, del siglo de Pericles, de la civilización que se ha venido gestando a través de todos estos acontecimientos: Carlo Magno, los capetos, la edad media, las gestas de caballería, San Agustín, Santo Tomás, los enfrentamientos con los musulmanes, Mahoma, el renacimiento, la construcción de los reinos europeos, las cruzadas, las leyendas, los imperialismos (el francés el inglés y el español, sin olvidar el alemán y el holandés) Marco Polo y el redescubrimiento de oriente, el gran Can, Colón y las tierras del gran Can. ¡Cosmopolita! A lo mejor todo se reduce a tener un Ferrari y no tener con qué echarle gasolina. Eso pasa con los celulares.
En este mundo cosmopolita se nos ofrece la facilidad de estudiar el chino mandarín. (Si fuera el japonés podría leer a Mishima en su idioma; así aprendería lo que es tener orgullo nacional). Este idiomita se me hace que se esta convirtiendo en el de los obreros. (Made in China). El francés ya no tiene el abolengo de antaño y el inglés se reduce a lo comercial: No a Joyce, ni siquiera a Hemingway o a Fitzgerald (ahí está el gran Gatsby como un botón de muestra o Una tragedia americana de Theodore Dreiser, por si queremos seguir el american way of life). Y el alemán queda en el olvido como Goethe y Shiller; porque tampoco la televisión nos enseña a ser buenos cosmopolitas y el sistema educativo ¿quién sabe?
Es más esa política cultural podría referirse al cosmopolitismo. Un inicio podría ser apocalipsis, los gringos enseñándonos a ver nuestras propias culturas. Pero de que tiene que haber una política de que vaya más allá que producir mano de obra barata, tiene que haberla. Un rayo de luz para tener esperanza en el mundo que vivimos. (¡Si tuviéramos legisladores!).