Sólo es la moda de preguntarle a alguien qué libros leen y sorprenderse de no tener una gran cultura literaria. Fuera del morbo no creo que haya más, porque bien es sabido que en México, el promedio de lectura es casi un libro al año.
Mas a la gente le gusta presumir lo que no hace o lo que no es. Cuando a uno le dicen que Fox confundió el nombre de Borges, ¡ah!, todo mundo lo agarra de carrilla sin confesar que tampoco él se había dado cuenta de que el nombre era Jorge y no José. Se va uno en la finta. Es como si a cualquiera le preguntaran cuál es el nombre de pila de Burgoa, que es el texto que llevan los licenciados en Derecho, en alguna materia. Sin embargo, eso da de qué hablar. Si tenemos una cultura de menos de un libro al año, ¿qué andamos pretendiendo que nuestros políticos tengan un conocimiento literario profundo? Son políticos y no maestros de literatura; a mí lo que me interesa es que el político tenga las soluciones para sacar al país del hoyo en que está metido, no que me comente la nueva novela de Murakami, (y menos se le ocurra imitar a "yo el supremo" de Roa Batos).
Se nos informa que la librería del Fondo va a cerrar. Eso tampoco demuestra que en Torreón haya falta de lectores porque hay otras librerías que han tenido éxito y van viento en popa. Cierto es que el Fondo de Cultura tiene un acervo que no tienen otros; pero para mi gusto personal, hace tiempo perdió su rumbo. Era una librería para estudiantes, o sea, con libros baratos. Desde hace unas décadas encareció sus productos y desde ahí los dejó fuera de la posibilidad del mexicano medio. No puedo dejar de reconocer que ahí había cosas que no puedes conseguir fácilmente en otras librerías, por ejemplo el libro de las campañas de Álvaro Obregón. (Ocho mil kilómetros en campaña). Otro libro que conseguí ahí fue uno de entrevistas de Cristina Pacheco. Habrá que comprar lo que ofrece, en las que quedan.
Y no necesitamos una feria como la de Guadalajara para encontrar qué leer. Eso, ya no es el problema; el problema sigue siendo el costo del libro. Un ejemplo: la saga de Posteguillo sobre el Africano, entre 350 a 400 pesos cada tomo. Son tres, total: casi mil doscientos pesos. (Lo bueno es que ya recibimos nuestra Navidad). Ya salió el cuarto tomo, según me informa mi librero, sobre otro rey romano. Como ya tengo algunos títulos pendientes de conseguir, ni quise enterarme.
Claro, también conseguí una biografía de Aníbal de Editorial "El País" en 75 pesos, la otra cara de la moneda: digo por el precio y por el personaje, ya que el enemigo de africano es Aníbal y entre los dos se efectúan las guerras púnicas, que es el tema que me tiene entretenido en estos días.
Me imagino que la Feria de Guadalajara es algo así como el paraíso de los lectores. Tendrá de todo y mucho. (Espero que nos sean como las ferias que se han realizado en nuestra ciudad, de enciclopedias y best seller). Me veo en medio de ella, deseando, con mi sueldo de maestro en los bolsillos y con mis capacidades limitadas para la lectura. ¿Cuántos libros puedo comprar? ¿Y cuántos de esos que compre puedo leer? Me podría dar cuenta de lo que existe y que no conozco; y me acuerdo que cuando veía el programa de Ricardo Garibay e Ikram Antaki, ese coraje me daba, de escuchar autores que no podía conseguir en mis librerías. Pues entonces, ¿para qué tanto argüende? Si les digo que ya tengo lista de espera, más lo que se vaya acumulando esta semana.
Otra cosa, siempre que se habla de libros se piensa en literatura y no solamente la literatura se escribe. Cada profesión tiene su larga lista bibliográfica y cada especialidad sus autores. Así como no puedo pretender que todo mundo conozca a Moragas que es un autor que habla sobre teorías de comunicación, así tampoco se le puede pedir a todos que diserten sobre Joyce o sobre Murakami (ambos sin ser premios Nobel merecedores de serlo). Pero la gente se deja llevar y cae en la trampa. ¿Qué pasaría si al hablar de sus autores favoritos alguien dijera que es Du terreil, o para estar en la moda, su libro predilecto las novelas de J.K. Rowling (Harry Potter). Muy su gusto. Agatha Cristie fue una novelista muy popular que después se convirtió en autor de culto. Ya quisiera alguien escribir algo como "La ratonera", y si le escarbas, de ahí te puedes conectar con toda la novela negra, incluyendo al maestro de cuento corto Edgar Allan Poe.
Hay que saberse meter en las librerías y buscar en los estantes aunque te miren los dependientes como bicho raro. Un consejo, no les preguntes a ellos que no saben más de lo que puedan leer en sus computadoras. Ellos te ayudan cuando tienes el autor, o el título, o quizá el tema. La novedad, la novedad hay que buscarla en los estantes inferiores. Es como puedes dar con Banana (así se llama una autora japonesa) o con Updike y su conejo. Si no tienes en ese momento para conseguirlo, lo comienzas a desear y a ahorrar. Un día te decides y vas y lo compras; y entonces el librero te dice que ya los devolvió. (Así se me fue Muerte en Venecia de Thomas Mann y otros títulos suyos que eran unos libros rojos; si alguien andaba buscando que regalarme esta Navidad, pues ya sabe).
Bueno, esos son gajes del oficio. Hay veces que la decisión inmediata es importante, sobre todo si acudes a las librerías de segunda y vez una colección de Aguilar y dices mañana vengo por ella al cabo quien se la va a llevar; y ándale que otro con tus mismos intereses, por lo menos toma la precaución de apartarla. Insisto, hay gente que lee y sabe apreciar los libros y los autores. Uno después se anda consolando porque encontró las novelas históricas de Jean Plaidy que ya había leído, pero que había tenido que regalar. (Esta es otra saga, la de los Plantagenet y me falta el tomo VI y VII).
Esto del libro es un pasatiempo como otros hay que coleccionan discos u otros objetos. Piensa uno que nos hace más humanos. ¿Será?