Camposanto de Santa Ana de los Hornos.
La epidemia del cólera, 1833
Durante el Siglo XIX se presentaron cinco pandemias de cólera. Casi todas ellas iniciaron enAsia, para pasar después a Europa y los EstadosUnidos. En el año de 1830 el cólera se presentó enRusia y Polonia, de donde pasó a Inglaterra, después a Francia, España e Italia. En el año de 1832, la enfermedad llegó a EstadosUnidos por medio de un buque con inmigrantes irlandeses quedesembarcaron en Québec, de allí la enfermedadpasó aNuevaYork; después se propagó aNueva Orleáns y llegó a nuestro país por el puerto deTampico.Hubo otra ruta de acceso vía España-LaHabana yCampeche, de donde se extendió hacia Centro y Sudamérica.
El cólera es una enfermedad infectocontagiosa que se presenta en forma epidémica. Es trasmitida por el bacilo “Vibro cholote”, que puede vivir mucho tiempo en las materias fecales, en el suelo, en ropa húmeda y en el agua. Se trasmite por la ingestión de agua y alimentos contaminados con residuos de excrementos de animales o de personas enfermas. En esta enfermedad se distinguen tres etapas: la primera se presenta violentamente por las noches con vómitos recurrentes, sensación de resfrío y sudoración abundante; la segunda se caracteriza por la aparición de diarreas acuosas, abruptas e indoloras. En esta etapa se presenta una sed intensa, calambres musculares, debilidad, ojos hundidos, piel arrugada y temperatura baja, si no se supera puede provocar la muerte por medio de un colapso o síncope cardíaco.
El 20 de junio de 1833, llegaron noticias a la ciudad de Monclova, de que había aparecido el cólera morbo en la república; y se habían causado los primeros estragos en el cantón de Tampico. Fue el 20 de agosto cuando la epidemia hizo su parición en Leona Vicario Saltillo. Entre los muertos que hubo en Monclova, por este mal figuraron los integrantes de la familia del vicegobernador del Estado Juan Martín de Veramendi, “texano” de San Antonio Béjar, avecindado en Monclova. Dicho señor murió el 7 de septiembre, su esposa, el día anterior y su hija Úrsula, esposa que fue de James Bowie el día 10. El día 8 falleció el agrimensor Francisco José Madero, padre de Evaristo Madero Elizondo.
Veamos la memoria de Guillermo Prieto, tal como percibió aquella terrible peste en el centro del país: “Lo que dejó imborrable impresión en mi espíritu fue la terrible invasión del cólera en aquel año (1833).
Las calles silenciosas y desiertas en que resonaban a distancia los pasos precipitados de alguno que corría en pos de auxilios; las banderolas amarillas, negras y blancas que servían de aviso de la enfermedad, de médicos, de sacerdotes y casas de caridad; las boticas apretadas de gente; los templos con las puertas abiertas de par en par con mil luces en los altares, la gente arrodillada con los brazos en cruz y derramando lágrimas... A distancia el chirrido lúgubre de carros que atravesaban llenos de cadáveres... todo eso se reproduce hoy en mi memoria con colores vivísimos y me hace estremecer.
¡De cuántas escenas desgarradoras fui testigo!”.
Las normas sanitarias de tipo general que se debían adoptar para evitar el contagio del cólera iban encaminadas a conservar la limpieza, en casas y lugares públicos y sobre todo evitar las reuniones públicas multitudinarias. Además se debería tener cuidado con el aseo de los animales domésticos haciendo énfasis en los que se destinaban al consumo humano. Por otra parte se debería tener cuidado con las frutas y verduras que se fuesen a consumir.
El cólera hizo su aparición en la región de La Laguna el 30 de agosto de 1833 en los lugares llamados: Viesca, San Juan Nepomuceno, Ahuajito, Matamoros, San Lorenzo, San Isidro, Hornos y Picardías. El total de muertos en los lugares mencionados sin incluir Parras se presentaron de la siguiente forma: mes de agosto 3, septiembre 183 y octubre 16. En el rancho de Matamoros, los fallecidos fueron 5 y murieron entre el 10 y 12 de septiembre. Fueron los días del 5 al 15 de septiembre los de mayor incidencia en muertes por esta causa.
LOS NORTEAMERICANOS Y EL SARAMPIÓN
El 5 de diciembre de 1846, el general John E. Wool llegó a Parras al mando de un contingente de 3, 000 hombres, algunos de los cuales fueron atacados por una epidemia de sarampión severa. El virus de la enfermedad lo tomaron de San Antonio en ese otoño de 1846, allá se presentaron algunos casos de sarampión entre los soldados, la cual en apariencia se había combatido, pero el mal volvió a aparecer durante el trayecto a Parras.
Algunos de los enfermos sanaron durante el recorrido. Se tuvo la experiencia médica de que sanaban más pronto los que continuaban con su actividad cotidiana que los que se quedaban guardando cama. De los militares que llegaron enfermos a Parras pocos se recuperaron del sarampión cuando entraban en un estado grave; algunos enfermos se dormían sin mayor complicación y por la mañana entraban en un “shock” que les causaba la muerte. Cuando Wool salió de Parras el 17 de diciembre, dejó un total de doce soldados enfermos, quienes fueron acogidos por algunos “piadosos” parrenses para continuar su atención en tanto mejorase su salud. Se tienen noticias que al menos dos de ellos murieron y fueron enterrados en Parras.
EL CÓLERA DE 1849
En el año de 1849, se presentó en nuestro país una nueva epidemia del cólera y por consiguiente nuestra región no quedó exenta de ella. Esta enfermedad en la década de los cuarenta, tuvo su origen en Asia para luego pasar a Europa y de allí se propagó a América por medio de los inmigrantes que huyeron de la terrible crisis de alimentos que padecía el Viejo Continente. Las consecuencias de esta pandemia fueron terribles pero con una ligera disminución de víctimas en comparación a la del año treinta y tres.
Como consecuencia de la guerra con Estados Unidos, el territorio nacional, resultó ser un escenario propicio para dar cabida a aquel terrible mal. Los cuatro jinetes del Apocalipsis volvieron a hacerse presentes en nuestra patria. Vino la guerra, el hambre y la peste representada por el cólera, que fue causal de infinidad de muertes.
El cólera se presentó en la región de Parras en mayo de 1849. Junio fue el de mayor incidencia en cuanto al número de muertos con un promedio de 13 decesos por día. De 15 muertes mensuales promedio que se daban en los primeros meses de ese año de 1849, en el mes de mayo hubo un incremento para llegar a 39, en junio subió a 389 (73 niños y 316 adultos), en julio bajó a 38 y en agosto hubo un pequeño aumento con 79 muertes (14 niños y 65 adultos). Entre las personas notables de Parras que murieron de este mal, se encuentra el señor Andrés de la Viesca y Montes, padre del general Andrés S. Viesca.
En la villa de San José de Viesca y Bustamante la enfermedad se dejó sentir en los meses de junio y julio de 1849. En junio hubo 127 difuntos y en julio 40. No se tienen los datos del 26 de julio al 14 de septiembre de 1849, porque el señor cura de la parroquia de Viesca, don Anacleto Lozano traía extraviado el libro de defunciones.
En el camposanto de San Lorenzo de La Laguna se enterraron algunos de esos fallecidos por el cólera; y fueron 14 en el mes de junio y 45 en julio. En el panteón de la llamada Vega de Marrufo, se sepultaron los muertos que hubo en el área del rancho de San José de Matamoros, en los meses de junio y julio, se enterraron allí un total de 45 individuos.
Con motivo de la epidemia, el 9 de julio de ese año de 1849, los habitantes del rancho de La Concepción, “haciendo uso de su nuevo camposanto, dejaron de ocurrir a sepultar a sus cuerpos a la Vega de Marrufo”.
Por tal epidemia en Parras, en junio de ese año de 1849 se abrió el camposanto de San José, que se situó al noroeste de la población en los terrenos que perteneció a la cofradía del mismo nombre.
CONCLUSIÓN
Los casos de epidemias que hemos tratado en los renglones anteriores, no son los únicos que se presentaron a lo largo de 250 años de la vida cotidiana de la población del suroeste de Coahuila. Sin embargo creemos que son las más significativas en cuanto al número de víctimas que ocasionaron.
Realmente las epidemias son fenómenos naturales convertidos en raros designios, que en forma de enfermedad colectiva tratan de borrar al hombre de la faz de la tierra; y llegaron a nuestra región a pesar de la escasa población existente. Las epidemias, en ocasiones, eran verdaderas pandemias que se manifestaron en forma primaria en las más remotas regiones del mundo, y llegaron hasta estas desoladas tierras de Coahuila por la natural migración de los mortales.
En siglos pasados se pensaba que las epidemias eran de origen divino en el que “...Dios Nuestro Señor misericordiosamente aflige a este pueblo, la que por secretos de la Divina Providencia esté quitando la vida a muchísimos habitantes por el mal comportamiento de los mortales”; y de esa forma veían con cierta resignación aquellas claras llamadas de atención de la Divinidad Suprema.
Anterior a las epidemias que se dieron en tierras novohispanas, el viejo continente se vio muy socorrido por epidemias recurrentes de diferente tipo durante la Edad Media, debido principalmente a las pavorosas costumbres de sanidad observadas por los habitantes de por allá, en donde reinaban la suciedad y la promiscuidad, bajo un sistema de fanatismo religiosos que imperaba en sus conciencias.
Este tipo de enfermedades colectivas difieren entre sí por la extensión y magnitud de las mismas, la endemia es cualquier enfermedad habitual que se presenta entre los individuos sin mayor trascendencia; una epidemia ataca a una población o país determinado; y la pandemia se presenta en muchos países y regiones del mundo a la vez.
Las epidemias a las que nos hemos referido, han sido las más comunes en nuestro país, sin ser todas las que se dieron en las tierras descubiertas y que se originaron con la llegada de aquellos hombres “blancos y barbados” que llegaron de más allá del mar. En el centro y sur de la Nueva España hubo otro tipo de enfermedades epidémicas, como las del tifo (matlazahuatl), la fiebre amarilla, el vómito negro y la del enigmático cocoliztli; epidemias de las cuales no se tuvo que lamentar en nuestra región.
Es conveniente dejar en claro de que la conquista del Nuevo Mundo se llevó a cabo pormedio de lo que podemos decir “una guerra bacteriológica” y las enfermedades causadas por los virus traídos por los conquistadores se convirtieron en las grandes aliadas de esa conquista. La infección de los naturales de la viruela, sarampión y tifo fueron elementos determinantes en la caída del imperio Azteca. Las epidemias del Siglo XVI, fueron claras evidencias de la “unificación bacteriana del planeta”, un antecedente elemental, y muy lamentable de la llamada globalización de la que hoy tanto se habla.
Aquel contagio provocado por los españoles, fue un acto culposo, mas no doloso de su parte, porque al llegar ellos a estas tierras bien pudieron haber tomado de los naturales enfermedades para ellos desconocidas.
Hoy en día las enfermedades epidémicas de la antigüedad, como el sarampión, la viruela y el tifo, han sido controladas por las vacunas y por otros adelantos científicos, sin embargo el cólera ha persistido. Por otra lado han aparecido otras que en la antigüedad no se conocían o al menos no se sabía que existían, como es el mal del SIDA, que tantos estragos causa a diario en todos los rincones de nuestra tierra.
gilparras47@yahoo.com.mx. Fuentes:
.-Archivo Parroquial de Parras. Libro de difuntos del año de 1849.
.-Archivo Parroquial de Viesca, Coah. Libro de entierros de las fechas mencionadas.
.-Cinco epidemias de cólera morbus. Un verdadero azote del Siglo XIX. Revista Médico Moderno.
.-Gillet Mary C. Army Historical Series. The Army Medical Department. 1818-1865. Center of Military History. United States Army. Washington D.C. 1987. The War With Mexico. The Taylor and Kearny Campaigns. history.armedd. army.mil/booksdocs/civil/gillet2.
.-Juan Martín de Veramendi. El texano que murió en Monclova. Año de 1833. htp://www.caminorealdemocnlova. com./veramendi.html. p.p 8, 9/13.
.-Prieto Guillermo (Fidel). Memorias de mis tiempos. 1828 a 1840. Librería de la Vda. de C. Bouret. México. 1906.