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Ernesto y Humberto

No hagas cosas buenas...

ENRIQUE IRAZOQUI

L coahuilense es desde hace un año de talla nacional. Ernesto en cambio, su cercanía con Felipe Calderón lo proyectó durante todo este sexenio en los canales de televisión de alcance a través de todo el país.

Hoy los dos están dando el espectáculo. Ernesto, quien es el candidato del presidente de la república para ser el abanderado de Acción Nacional a la primera magistratura federal, y el profesor, que hace casi un año llegó a la dirigencia del Comité Ejecutivo Nacional del PRI. El primero, aunque cuenta con todo el apoyo del calderonismo, tiene enfrente la difícil tarea de remontar la sensible desventaja que tiene en las encuestas ante los propios contendientes panistas, Josefina Vázquez Mota y Santiago Creel para luego anhelar que podrá remontar las decenas de puntos que tiene el PAN ante el PRI en la carrera por la sucesión presidencial.

En tanto, el profesor Moreira, que hasta hace poco navegaba en aguas tranquilas y sin escollos en pos de acompañar al PRI, en la persona de Enrique Peña Nieto de regreso a Los Pinos, ganando de calle las elecciones locales que se le presentaban, de repente se ha visto envuelto en medio de una tempestad merced de la cuantificación y exposición de la deuda que se contrajo mayormente cuando él gobernaba a su estado.

Casi 34 mil millones de pesos es el monto que Coahuila debe a los bancos y por ello, en el caso de Ernesto Cordero, es usado como argumento para atacar verbalmente al máximo jerarca del Partido Revolucionario Institucional, mucho más allá de existir un interés real de establecer realidades y deslindar responsabilidades de quienes pudieron haber obrado dolosamente en la tramitación de créditos fuera de norma.

En tanto, el contraataque ha sido severo, Moreira espetó que Cordero y sus partidarios están de alguna manera envueltos en los negocios de los casinos, ahora que resulta tan atractivo políticamente denostar sobre ese tema, en particular luego de la tragedia del Casino Royale en Monterrey y la posterior revelación que Jonás Larrazábal, hermano de de Fernando, alcalde de la capital neoleonesa recibía fajos de billetes de algunos otros casinos en la propia Sultana del Norte, en presumible acto de extorsión oficial.

Con acusaciones de este tipo entre estos dos actores relevantes de la política mexicana, no hacen sino abundar en el ánimo ciudadano la clase de politiquería que se hace en esta nación. Lamentable es que los argumentos utilizados para colocarse de mejor forma ante el electorado son acusaciones de la más baja ralea en vez de propuestas sensatas que pudieran llevarnos a mejores situaciones.

No lo han elegido así Humberto y Ernesto, su decisión es ser integrantes de ese gran elenco de políticos de coyuntura y convenencieros que les impide pensar un poco en el país y que sólo los hace responder a los intereses personales o de grupo.

Parece entonces que nuevamente las campañas negras y de desprestigio serán tenor en las elecciones del año entrante, tal y como fue la contienda de 2006, donde las acusaciones y descalificaciones terminaron por ser más importantes que las ideas y propuestas de construir un mejor México. Ernesto y Humberto es lo que hasta ahora muestran.

Hoy es el día en que los mexicanos conmemoramos el surgimiento de nuestra patria tricolor. El ritual del Grito de Dolores, que se celebra en casi todas las presidencias municipales, en los palacios de gobierno y en la Plaza de la Constitución en el Distrito Federal, es un referente anual que nos recuerda nuestra identidad mexicana, ahora tan afligida.

Aun así, debe ser motivo de moderado júbilo (no se puede soslayar la tragedia de la inseguridad que vivimos) y orgullo ser hijos de esta tierra que ha visto nacer a decenas de millones de compatriotas, aunque sea por momentos.

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