Foto: LA I
Casos como el de Sandra Lizbeth Zapata Mendoza son, por desgracia, el reflejo de que algunos niños y niñas con discapacidad no reciben la atención adecuada en las escuelas regulares y que por lo tanto, los objetivos de su integración están muy lejos de cumplirse.
A cinco meses de que inició el ciclo escolar, Sandra todavía no recibe los libros de texto de quinto de primaria, ni mucho menos cuenta con materiales de apoyo que pese a su ceguera, le ayuden a aprender en clases como el resto de sus compañeros.
La maestra del grupo en la escuela, la primaria 15 de Septiembre de la colonia Miguel de la Madrid, en Gómez Palacio, ni siquiera conoce el sistema Braille y tampoco tiene la disposición para aprenderlo, pues rechazó el ofrecimiento que le hicieron en el Centro de Capacitación para Invidentes y Discapacitados para que tomara clases.
Araceli Mendoza, madre de la menor dice que la pequeña nació prematura, a los siete meses, con desprendimiento de retina.
Con la llegada de la edad escolar, ambas se han enfrentado a la discriminación y el rechazo de compañeritos de grupo y de los propios maestros.
Libia, la mejor amiga de la niña es quien la acompaña a la hora del recreo y la apoya con las lecciones, "pero cuando no está ella, pues yo me quedo sola, sentada en el salón... cuando entré a la escuela los maestros pidieron a los demás que me apoyaran, creo que ya se les olvidó", dice con tristeza.
La madre de Sandra refiere que sólo el maestro Gregorio, en cuarto grado, le ha dado una atención especial y se ha esforzado por integrarla al resto del grupo. En todo lo que va de este ciclo escolar, la niña muestra un escaso progreso en su aprendizaje, los cuadernos están en blanco y "cuando está en clase sólo se la pasa sentadita en su lugar, pues la maestra no le presta atención y pareciera que nada más da la clase para los demás", dice Araceli.
Esta situación ha provocado que en ocasiones, Sandra no quiera asistir a la escuela. A sus diez años, la pequeña acude a las clases de Braille que dos veces por semana.