Los mercados bursátiles globales evolucionaron favorablemente durante la segunda mitad del 2010. Los de las economías emergentes registraron nuevos records históricos, mientras que los de los países desarrollados recuperaron terreno rápidamente.
Este auge bursátil se debe, esencialmente, a la política monetaria laxa que ha instrumentado la Reserva Federal (Fed) de Estados Unidos (EU), particularmente desde que en agosto pasado Ben Bernanke insinuó que habría otra ronda de relajamiento cuantitativo.
El comienzo del 2011 ha sido, sin embargo, atípico. Los precios de las acciones en los países desarrollados suben con altibajos, mientras que las de los emergentes están cayendo.
Esto pudiera deberse a que los analistas internacionales ven para este año mayores rendimientos en los mercados bursátiles de las naciones desarrolladas que en los de las emergentes.
La razón principal es que las primeras tienen baja inflación, bajas tasas de interés y están al comienzo de una recuperación; mientras que las segundas enfrentan presiones inflacionarias, están elevando sus tasas de interés, y van a frenar en algo su crecimiento.
Los inversionistas buscan el mejor destino para sus capitales, pero sin que surja entre ellos la preocupación de que el auge requiere de una política monetaria extremadamente laxa, sin la cual los precios de las acciones en todos lados serían menores a los actuales. No parece inquietarles que la política de tasas de interés cercanas a cero, así como la inyección de liquidez, sean una señal de que los bancos centrales están todavía muy preocupados por la fragilidad de sus economías.
Las autoridades monetarias de los países desarrollados, pero muy en especial las de EU, no están convencidas de que la recuperación económica, a pesar de que cada día cobra mayor fuerza, pudiera sostenerse sin el apoyo de las políticas públicas.
De hecho, Bernanke insistió a principios de este mes en sus comparecencias semestrales ante comités del Senado y la Cámara de Representantes de EU, que la debilidad del mercado laboral y la existencia de capacidad ociosa contendrían las presiones inflacionarias, lo que permitiría mantener las tasas de interés bajas por un período prolongado.
Este señalamiento marca un conflicto entre las expectativas de los mercados y las de las autoridades monetarias estadounidenses respecto al desempeño económico y los resultados de las empresas este año, por lo que, al final del día, alguien se va a equivocar.
Los mercados descuentan un crecimiento de las economías igual o superior al del 2010 y esperan que las utilidades sigan creciendo, por lo menos, al ritmo de ese año.
Mucho de ese crecimiento, sin embargo, se debió a una mejora en los márgenes de las empresas, que recortaron gastos y despidieron personal para hacer un uso más productivo de su planta laboral durante la recuperación.
Esto no se puede repetir de manera indefinida. Las empresas necesitan que sus ventas crezcan a mayor ritmo que sus costos para que sigan incrementando sus utilidades, pero esto no se ve fácil hacia delante.
El aumento de las cotizaciones de las materias primas y el petróleo eleva los costos de las empresas, que tratarán de trasladarlos en alzas de precios para sus consumidores.
Si la Fed tiene razón, no podrán hacerlo porque se los impedirán el alto desempleo, la capacidad ociosa y la competencia del exterior. En esta situación caerían los márgenes y las utilidades, lo que afectaría negativamente los precios de las acciones.
En cambio, si los inversionistas tienen razón, entonces las empresas podrán trasladar sus mayores costos a precios y conservar sus márgenes de ganancia. En este caso la Fed se habrá equivocado en su diagnóstico de que no habría presiones de precios por un largo tiempo y tendrá que elevar anticipadamente las tasas de interés, lo que no será una buena noticia para los mercados.
Los mercados financieros no estarán, además, exentos de sobresaltos, sea por el agravamiento de los problemas geopolíticos en el Norte de África y el Medio Oriente, por el alza de los precios de las materias primas y el petróleo y su impacto sobre las expectativas inflacionarias y las tasas de interés, o por complicaciones severas de la deuda soberana de alguno de los países periféricos de la Eurozona.
Me parece, por consiguiente, que la expectativa de muchos analistas de que los mercados bursátiles continuarán al alza es un espejismo bursátil que no es fácil de justificar ante esos problemas potenciales y tanta cautela de los bancos centrales.
No obstante, la creciente liquidez es una garantía de corto plazo para ellos. En consecuencia, los precios de las acciones quizá sigan subiendo en los meses siguientes, pero por ahora no hay fundamentos para que esa tendencia alcista sea duradera.