Mal servicio. Una larga espera tuvo que hacer Eugenia en una institución bancaria pese a que se había instalado una máquina que da los turnos para que los clientes esperen cómodamente sentados.
Eugenia llegó de prisa al banco para pagar el saldo de su tarjeta de crédito. De repente observa en el área de cajas que no hay el tradicional laberinto para los clientes, quienes deben esperar de pie su turno para pasar con la cajera y hacer sus operaciones bancarias.
En el banco hay una televisión que presentan los productos del banco, se escucha a lo lejos la plática de una cajera con el cliente y el timbre de los teléfonos.
Después de varios segundos, Eugenia sigue de pie y busca desesperadamente si hay un contador visible que proporcione los turnos para pasar a pagar con el cajero como sucede en otros bancos, pero en ese instante no lo encuentra. Sólo encuentra un reloj en un muro que se encuentra con las cajeras que da la hora y la fecha de ese día. Ve una tele de 32 pulgadas colocada en el techo a la entrada.
Con la intención de preguntar a las cajeras que están ocupadas o al propio gerente que está en su escritorio, voltea su cabeza en varias direcciones sin ver nada ni nadie que la auxilie, por lo que opta mejor en sentarse como lo hicieron otros clientes.
Aunque está sentada, Eugenia está inquieta porque sabe que esto no es lo común en un banco para tener un turno y pagar su tarjeta de crédito, la cual tiene vencimiento de ese día por lo que no puede marcharse sin pagar.
Afortunadamente, un cliente ve su desesperación y le señala que debe sacar un turno de una máquina que se encuentra en la entrada, pero que no había visto por entrar tan apurada.
Molesta porque no hay ningún ejecutivo que la orientará sobre el procedimiento nuevo para pagar en cajas, pero sobre todo porque entraron cuatro personas después de ella, camina a la máquina y ve las opciones en la pantalla: cliente con tarjeta y visitante, por lo que toca la pantalla en la segunda opción.
Con su número de turno 96 en la mano se sienta y molesta comenta con una mujer de al lado sobre la mala atención que se le da a los clientes por no orientar sobre este nuevo servicio.
Con dos cajeras atendiendo, los minutos van pasando y no hay movimiento en la pantalla del televisor, en donde en un pequeño extremo está el contador.
Después de 15 minutos se da cuenta que en sí sólo hay una cajera que atender a los clientes, ya que la otra aparentemente está destinada para clientes conocidos del banco.
Para la molestia de varios clientes que ya habían sacado su turno, observaron que el contador diferenciaba los clientes del banco con tarjeta a los visitantes, así que Eugenia se levantó para pasar su plástico y tener el tercer turno más el 96. Pasaron 30 minutos y Eugenia sabía que ya le tenía que tocar, ya que lo haría por ser cliente con tarjeta o por ser visitante.
La tecnología ayuda en hacer más cómoda la espera del turno en caja, pero se requieren más cajeras y orientación sobre el nuevo sistema de turnos.