La creación de un Estado de La Laguna es un tema recurrente de la vida regional, asociado a una pertenencia incómoda a los Estados de Coahuila y Durango respectivamente, de cada uno de los ciudadanos de la Comarca Lagunera, que viven a uno y otro lado del Río Nazas.
La razón de esa integración deficiente, se debe a un centralismo que a través de la historia favorece de manera inequitativa a las ciudades capitales o mejor dicho, a los políticos que mandan en esas capitales, con grave detrimento de la calidad de vida en el resto del territorio.
Ese favoritismo centralista tendría remedio si impulsáramos el desarrollo pleno de nuestras instituciones republicanas, para que de verdad funcionen el sufragio efectivo, la división de poderes la autonomía municipal, etcétera; y sin embargo, la ambición desenfrenada en la lucha por el poder, mantienen una realidad contraria a la observancia de tales principios.
Por ello el deseo de lograr una integración política de la población que ocupa el asiento territorial en las cuencas de los ríos Nazas y Aguanaval, permanece como algo que además de positivo resulta congruente, en la medida en que hace suyas para efectos de gobierno, fronteras geográficas marcados por la madre naturaleza.
Se entiende que esa sociedad lagunera que actualmente asienta en el territorio referido, aliente un estilo específico de vida comunitaria, que incluye un mismo proyecto cultural, de desarrollo productivo y de convivencia con el medio ambiente y como tal, hace pensar en que es conveniente y necesaria una forma de gobierno regional único, que integre y haga posible ese proyecto.
Hace doscientos años cuando se fijaron los límites entre Coahuila y Durango, las grandes ciudades de la Comarca no existían y por tanto, es lógico que el desarrollo urbano plantee años después la modificación de las fronteras políticas, ayer como un sueño, hoy como una iniciativa y mañana tal vez como una exigencia que antes no tenía sentido y después lo tuvo como ahora lo tiene.
La creación del Estado de La Laguna es posible mediante la reforma al artículo 43 de la Constitución de la República, y de hecho existe una iniciativa de Ley que como proyecto de decreto fue presentada en la Cámara de Diputados al Congreso de la Unión el 8 de marzo de 2007, por el entonces diputado Carlos Bracho González, como portavoz de un número importante de ciudadanos tanto de Durango como de Coahuila, que integrados en el Comité Estado de La Laguna, han luchado durante décadas sosteniendo esta bandera.
Por lo que toca a la porción coahuilense de La Laguna, el deseo de crear una nueva entidad federativa ha cobrado nuevo impulso hoy día, como rechazo al poder omnímodo que desde Saltillo ejerce el estilo Moreira de gobierno, que ha encontrado el modo de reducir la vida pública coahuilense a los parámetros del viejo sindicalismo corporativo, que somete a los agremiados alternando el palo y la zanahoria, que explotan para propósitos de control político el miedo y el hambre.
La idea del Estado de La Laguna hoy día, intenta funcionar como reconstituyente del tejido social desgarrado tras cinco años de moreirato y el refrendo conseguido para prolongar su imperio seis años más. Sin embargo, si por perseguir ese sueño posible, pero de largo plazo, descuidamos la deprimida realidad actual de nuestros partidos políticos y organismos sociales intermedios, la búsqueda de la utopía operará en contra. En tal caso la pérdida de la autonomía de nuestros municipios, el control del sufragio en manos de la aplanadora electoral y en resumen el vasallaje, determinarán el fondo y forma de nuestras estructuras políticas por mucho tiempo.