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Exigir cuentas

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LUIS FERNANDO SALAZAR WOOLFOLK

La información que señala a un colaborador de Humberto Moreira como inversionista millonario en negocios inmobiliarios y de telecomunicaciones en Coahuila y Texas, es un botón de muestra que revela el verdadero rostro del gobernador con licencia.

Dado el bajo perfil del implicado que debe toda su carrera a Moreira y el estilo autoritario del grupo político familiar que dirige este último, resulta impensable que el funcionario haya actuado por su cuenta, razón por la cual la hipótesis del "prestanombres", resulta de planteamiento obligado.

Lo anterior con mayor razón, porque la inclusión de negocios de comunicación en el patrimonio cuestionado, se revelan como parte de un proyecto que reconoce en los medios, herramientas útiles para conseguir, mantener y acrecentar el poder político.

Ante la revelación cuyo comentario nos ocupa, también es razonable la sospecha según la cual, la deuda pavorosa y sin precedentes contraída por el gobierno de Moreira, es el resultado de transferir recursos públicos a patrimonios particulares de los allegados al gobernador con licencia.

Beneficiario del colapso del viejo PRI, erigido en líder del tricolor que postula a Enrique Peña Nieto como su carta en la elección presidencial del año entrante, Moreira propone el regreso al pasado como solución a los problemas de México y en Coahuila recrea el sistema de partido de estado corregido y aumentado.

El hallazgo de la riqueza inexplicable no constituye una sorpresa, porque desde hace cinco años Moreira administra el Estado a su cargo como su patrimonio particular, en un escenario en el que no existe ni la rendición de cuentas, ni la división de poderes, ni ningún otro medio de equilibrio o contrapeso, hasta el extremo insólito de imponer a su hermano consanguíneo como candidato a sucederlo en el cargo, a despecho de las propias reglas del viejo PRI, lo cual es mucho decir.

Ante la realidad ominosa descrita con antelación, es obvio que los coahuilenses no podemos esperar la solución de nuestros problemas ni del Gobierno Federal, ni de un mesías, sino sólo de nosotros mismos. La inexistencia de factores políticos externos a la entidad, que hagan posible la solución a semejante lacra, obliga a pensar en la elección a celebrarse el próximo tres de julio, como la única posibilidad para que el Coahuila actualmente postrado en el autoritarismo y la violencia, diga no la hermano y se vuelva a poner de pie en el marco de la normalidad democrática y en el camino del desarrollo humano social y económico.

Es cierto que durante los últimos cinco años, los recursos públicos han sido destinados al financiamiento del proyecto político particular de la familia Moreira, con los que se han erigido estructuras electorales perniciosas, que hacen de la pobreza herramienta de control político.

El control de las masas en base a los programas de ayuda social, convertidos en limosnas que se utilizan como moneda de cambio en la obtención de votos, hace muy difícil la tarea de revertir el proceso de manipulación que se encuentra en marcha, pero nada es imposible.

Lo que resulta indiscutible en el caso, es que el resultado de la elección y el destino de Coahuila para los próximos seis años, depende de cada uno de los coahuilenses y en nuestras manos está, hacer de la próxima elección el momento de exigir a Moreira las cuentas que hasta ahora no ha rendido. La opción es reencontrar nuestro destino con cara al porvenir o que las cosas sigan igual, durante otro sexenio de autoritarismo, corrupción, mediocridad y empobrecimiento.

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