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'Faltaba el amor y la entrega'

Profesión. Desde hace 11 años, Susana Dingler se ocupa de ayudar a las personas a sobrellevar sus enfermedades y duelos.

Profesión. Desde hace 11 años, Susana Dingler se ocupa de ayudar a las personas a sobrellevar sus enfermedades y duelos.

CRISTAL BARRIENTOS

A pesar de convivir a diario con la muerte, Susana Dingler Gutiérrez es una mujer sensible al dolor de las personas cuando pierden a un ser querido. Siempre cuida cada una de sus palabras porque sabe muy bien que un error podría interferir en el proceso de recuperación de los deudos.

A la muerte y al sufrimiento, dice Susana nadie se acostumbra. Desde hace 11 años se dedica a apoyar a las personas que pierden a sus seres queridos por una enfermedad o un accidente, y ahora también por la violencia.

Susana Dingler es una de las fundadoras del Centro de Tanatología del Hospital Universitario, que fue inaugurado un 20 de diciembre y cumplirá cuatro años en 2011. En este lugar, personas de escasos recursos reciben terapia para aprender cómo afrontar la muerte de un ser querido.

 LABOR ALTRUISTA

Susana Dingler Gutiérrez es tanatóloga y tiene 54 años de edad. Está convencida que sus ganas de ayudar a los demás las heredó de sus padres y abuelos, quienes se han caracterizado por su labor altruista a favor de la Comarca Lagunera.

Por ejemplo: su abuelo, Francisco Dingler Van Vliet ayudó a la construcción del puente que comunica a Torreón con Gómez Palacio, pues su mensaje era siempre: "cooperen para el puente"; incluso en este lugar hay una placa en su honor.

Su papá, Francisco Dingler Alba fundó el Pentatlón en Torreón y creó la Policía Especial que tenía como función llevar a las personas alcoholizadas a sus casas para evitar accidentes, y su abuela, Cuca Alba, estuvo al frente de la Cruz Roja en labores altruistas.

Susana recuerda que Gloria, su madre, siempre le decía: "aquel que toque la puerta, hay que recibirlo, ya sea escuchándolo o compartiendo con él", mientras que su padre, a la hora de la cena y ya cuando sus 12 hermanos estaban a la mesa, les preguntaba "¿cuál es tu obra del día?".

El consejo de su padre fue siempre ver lo bueno y no lo malo de la vida. Fue así como Susana Dingler creció con personas altruistas y de todas las maneras de ayudar a las personas, decidió estudiar Tanatología, la razón: le costó mucho superar la muerte inesperada de su madre, después la de su hermano y también enfrentó la pérdida de cinco amigas y otros familiares.

 ENOJO

"Yo estaba enojada con Dios cuando murió mi mamá hace 14 años, un 10 de febrero, y la primera vez que escuché hablar de Tanatología fue a través del padre Humberto Ríos, que en paz descanse, y fue así como comencé a acercarme a esta profesión".

Después se abrió el diplomado de Tanatología en la Ibero en donde perteneció a la primera generación de estudiantes. Tiempo después la universidad la invitó a coordinar este taller.

"Antes al diplomado lo manejaban nada más por el área clínica, pero yo le puse el corazón y el sentimiento, así como el acompañamiento y calidez. El médico y el personal de salud y los psicólogos ya tienen el conocimiento, pero faltaba el amor y la entrega".

La Tanatología es el estudio de la muerte, explica Susana, quien continúa como coordinadora del diplomado en la Ibero. Además imparte un taller en Casa Íñigo para sostener, sanar y sentir, para trabajar todo tipo de duelos.

"Manejo todos los duelos, no nada más el de pérdida física, pero para ayudar a los demás tuve que superar mi propio duelo. La muerte de mi madre me afectó muchísimo porque sentía que apenas nos estábamos entendiendo y fue muy doloroso porque fue de manera inesperada, no estaba enferma de nada".

Susana dice que se enojó mucho con Dios, pero con la Tanatología entendió que cuando hay pérdida significativa no hay que preguntarse el porqué sino el para qué. La muerte de su madre la hizo recapacitar y disfrutar el aquí y el ahora.

 CENTRO DE TANATOLOGÍA

Su trabajo en el Centro de Tanatología en el Hospital Universitario consiste en contener el dolor de las personas que están pasando por un duelo.

"En mi profesión me siento muy plena porque en el centro atendemos hasta diez personas al día. Yo me enfoco más a la etapa terminal, en ayudarlos a que encuentren el camino con Dios o a recuperarse".

En esta profesión, dice Susana, es necesaria la capacitación constante porque una palabra mal dicha o un acompañamiento inadecuado, puede inquietar más al paciente terminal y a su familia.

"Es más allá que decir 'échale ganas' o 'no te vas a morir', por eso hay que prepararse cada vez más".

Susana asegura que a pesar de los años, nunca se va a acostumbrar al sufrimiento de los demás. Su única meta es seguir ayudándolos a darle un sentido al dolor y a superar lo más pronto posible su duelo.

"Estar afuera de la situación, el no estar involucrada sentimentalmente con la familia en duelo, me permite ayudarlos para que encuentren el para qué de ese sufrimiento".

En su experiencia como tanatóloga, dice que los niños son los que menos le temen a la muerte, pues sinceramente creen que se van a ir al cielo, mientras que el adolescente asume su situación como inevitable.

"El adolescente suele decir 'si me va a tocar me va a tocar', y por su parte los adultos creen que al llegar a cierta edad van a disfrutar por fin de los viajes y de la familia, y por eso les cuesta más trabajo aceptar su enfermedad, pues se enojan con la vida porque ahora que pueden disfrutar ya no pueden".

Por eso el consejo de Susana es vivir en el aquí y en el ahora.

"No hay que esperar a una jubilación para disfrutar, tampoco a que los hijos se casen o tengan nietos para realizarse. También me he dado cuenta que los adultos mayores tienen mayor apego a la vida".

En el sufrimiento y la enfermedad, también se pueden encontrar cosas buenas, asegura Susana.

"En los momentos de enfermedad y de duelo es cuando nos podemos dar cuenta quiénes están con nosotros realmente, porque creo que todo lo que sembramos en esta vida lo vamos a cosechar".

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Escrito en: Hi Centro de Tanatología

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