DESPERTAR... ES LA GRAN BATALLA
"El bien y el mal"
Después de una comida suculenta, y la convivencia con personas de varias partes del mundo, compartiendo las costumbres de cada lugar y sobre todo los casos de liberación y exorcismos que en lo personal se ha tenido conocimiento y la experiencia misma de los que compartíamos el pan y la sal en torno a aquella mesa. Finalizada la sobremesa, nos dispusimos a ir a asearnos para asistir a la adoración del Santísimo Sacramento en la capilla hermosísima de esta sede del Episcopado Mexicano. Fue un acto solemne de gran gozo y de paz. Después de este momento, de este oasis de plenitud, tuvimos una hora de descanso antes de asistir a la siguiente conferencia en punto de las 17:45 horas, "La espiritualidad del exorcista" a cargo del responsable de la pastoral educativa en la Arquidiócesis de México. Comenzaba la conferencia haciendo una reflexión sobre cuál habría de ser la "Espiritualidad de un Exorcista" y para cualquier cristiano que desee liberarse de sus opresiones o problemas, y para ello se hace referencia a un pasaje que siempre encontraremos respuestas a esas interrogantes.
El pasaje a que se hace referencia es el de (Mt 13, 54). ¿De dónde obtuvo estos poderes y esta sabiduría? Hermanos ¿de dónde obtenemos nosotros esa sabiduría y estos poderes que hacen posible que el demonio nos obedezca? La respuesta es clara... de Dios mismo... del único que tiene poder sobre el demonio y sus huestes... De Él y sólo de Él. De esa presencia amorosa de Dios en Él mismo, que como hombre permitía que se transmitiera libremente a quienes se le acercaban. Es por ello que Jesús fue fácilmente reconocido por los espíritus demoniacos: "Sabemos quién eres... Y sabemos que has venido a destruirnos". (Mc 1,24).
Cuando la santidad de Dios se hace manifiesta en el hombre, los demonios tiemblan, saben que Dios lo habita y le ha comunicado su poder por lo que ante un santo no tiene poder, no tiene salida... serán de nuevo expulsados al averno. En San Pablo encontramos el más preclaro ejemplo de la irradiación de esta santidad. Los demonios lo conocían y sabían que con una sola palabra de él, tendrían que huir, como es el caso de la chica aquella que adivina poseída por el demonio y que con una sola palabra de San Pablo la exorciza (Hech 16, 16-18). En este caso vemos cómo el demonio conocía bien a Pablo y su misión, y con una sola palabra el demonio obedeció y dejó libre a la muchacha. Algunos piensan que basta con seguir el ritual y con ello el demonio obedecerá. Esto es, por lo general un error. El mismo libro de los hechos de los apóstoles nos ilumina sobre esta situación, cuando dos "exorcistas ambulantes" quisieron que en nombre del Señor Jesús echara fuera a un espíritu con resultados poco recomendables (Hech 19, 13-15). Vemos pues la importancia de irradiar esta santidad, ya que es ésta de donde proviene el poder para erradicar a los demonios.
Un exorcista que no vive en este estado de santidad verá pocos resultados en su ministerio, pues sólo de la comunión con Cristo y con su Santo Espíritu, nos vendrá la fuerza para erradicar al demonio.
Debemos reconocer que somos hombres débiles que nos enfrentamos, como dice San Pablo a las potestades y dominaciones espirituales (Ef 6, 12), por lo que nuestras armas para derrotarlos no pueden ser sino espirituales como lo menciona la misma carta de San Pablo.
Fijémonos que los mismos apóstoles, que no habían terminado su formación espiritual, no podían expulsar cierta clase de demonios... (Mt 17, 21) ya que para ello, se requerirá un estado de santidad más elevado.
Esta vida de santidad se adquiere como lo señalan todos los maestros espirituales con una vida espiritual intensa, bajo los cimientos de seis grandes pilares: La oración, El ayuno, La lectura y meditación del Santo Evangelio, La frecuencia a los Santos Sacramentos, La práctica de la humildad y La devoción a la Santísima Virgen María. Siendo estos temas que en general deben ser vividos por el pueblo de Dios que ha de buscar con asiduidad la santidad. Observemos estos puntos con un poco de detenimiento.
ORACIÓN. Cuando hablamos de oración tenemos que entendernos como "hombres de oración". San Pedro de Alcántara decía que debemos de tener al menos dos horas de oración. Si revisamos el evangelio y la vida de Jesús, nuestro maestro, vemos que Jesús pasaba las horas en oración... (Lc 6,12) esto lo mantenía fuerte. Nosotros no debemos pensar que podremos ahuyentar al enemigo de la "naturaleza humana" si no somos hombres de oración. Es necesario que el exorcista pase, como diría Santa Teresa, "Largas horas de oración..."; de manera que el misterio de Dios transforme su corazón y lo llene de fuerza y sabiduría. Continuará...
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"QUIEN NO VIVE PARA SERVIR, NO SIRVE PARA VIVIR".