L A personalidad de Fernando Henrique Cardoso tiene, como Brasil, varias fronteras.
Cardoso el intelectual abrió el camino a una re-consideración de la realidad latinoamericana a partir de la diversidad que, paradójicamente, nos une. Unidad en la diversidad, fundada por Cardoso en datos, comparaciones, sumas y restas del acontecer social.
Cardoso el político cortó amarras con un pasado de dudas, engaños y auto-felicitaciones para indicar las carencias reales, las posibilidades verdaderas a pesar de las cargas de la realidad a menudo disfrazada por ese gran mal latinoamericano: la oratoria.
Cardoso el presidente puso al día la agenda nacional de Brasil. No se detuvo en los rezagos del país. Indicó las metas del adelanto, viéndolas con claridad y persiguiéndolas con tenacidad, los males o el pasado no se aliviarían del todo pero serían parte de una política global de desarrollo. Infraestructura, salud, educación, civismo: bajo Cardoso, Brasil dio un gran salto hacia el futuro al tiempo que atendía los problemas del pasado. Entendió que no hay porvenir sin pasado, pero que el pasado no puede determinar el porvenir.
Como internacionalista, el Presidente Cardoso llevó nuestra voz a los grandes foros, a las Naciones Unidas, a los cuerpos legislativos de Europa y Norteamérica, con proposiciones de desarrollo que requieren la cooperación global. Su voz nos dio presencia y dignidad a todos los iberoamericanos. Con Fernando Henrique, mostramos lo mejor de nosotros mismos.
Hoy, al cumplir ochenta años, Cardoso no vive un dorado retiro. Junto a los presidentes Ernesto Zedillo y César Gaviria, dirige acciones concretas pero graduales para combatir el tráfico y consumo de estupefacientes. A este programa, junto a Gaviria y Zedillo, Cardoso ha traído una amplitud de miras lejos de la miopía de algunas políticas anti-drogas de propósito accidental.
Son todos éstos, motivos para celebrar las ocho décadas de un gran brasileño continental, de un gran latinoamericano mundial.