La delincuencia, enfermedad social
Un enfoque diferente, pero real y sin tapujos; los delincuentes no son extraterrestres son personas con padres, hermanos, hijos y amigos, pero están enfermos.
El alcoholismo fue considerado un vicio durante miles de años apenas hace tres décadas que se empezó a reconocer como una enfermedad, por cierto progresiva y mortal.
Debemos como sociedad aceptar que combatir la delincuencia demanda diagnosticar las causas para dar el medicamento adecuado y a la vez prevenir, vacunando a los niños y jóvenes contra esta progresiva dañina y mortal enfermedad.
Los versados en el tema como serían sociólogos y psicólogos pudieran evaluar las causas que ciertamente no son las económicas pues nuestra nación en muchas otras ocasiones ha estado más amolada que ahora, sin embargo, las personas no delinquían como sucede hoy.
Todos los miembros de esta sociedad somos responsables en mayor o menor medida de lo que sucede.
Ejemplo de ejemplos las grandes televisoras que se engullen de riqueza y hacen más daño social que algunos grandes capos; estos nada éticos empresarios invaden con gran impunidad el seno familiar de millones de hogares y dejan sus repugnantes producciones como “mujeres de la mafia o mujeres asesinas” y otras linduras que atrapan a niños jóvenes sin absolutamente ninguna censura y venden la enfermedad del crimen como venden el alcohol y los cigarros.
Lo perverso de estos grandes empresarios es que su forma y capacidad del daño social es mayúsculo y por eso debemos considerarlos superdelincuentes y lo más lamentable, los pensadores sociales al menos a los que el pueblo tenemos acceso a través de las mismas televisoras están al servicio de estos pillos y jamás morderán la mano que les da de comer.
Oiga usted como sociedad vemos como causa regocijo que se den de baja a miles de policías al año que fueron contagiados por la corrupción cuando debemos sentir pavor por que estas personas tienen la ineludible responsabilidad de seguir cubriendo sus necesidades económicas y no saben de algún oficio que se los permita, por lo cual sabemos a dónde se incorporarán.
La ley del trabajo contempla una enfermedad de riesgo de trabajo adquirida en el ejercicio de un trabajo a un patrón. En nuestro caso el patrón es la sociedad y aunque esta arriesgada consideración pudiera parecer además de atrevida e insultante para una golpeada nación, debemos estar conscientes que estos policías fueron, en algún momento nobles cadetes que intentaron servir y fueron inoculados de virus ya sea por dinero o por amenaza a su vida y a su familia o ambas.
Así como sociedad debemos decir ya basta a la indolencia y solucionar causas, no efectos.
Por cierto una felicitación al Cabildo por el paseo dominical de la Colón, indudablemente dará más fruto que los impresionantes desfiles de uniformados armados. Nos faltan las áreas deportivas en el río, obra ya autorizada, pero que sigue en el limbo. Así pues aceptemos que más policías no arreglan el problema, además no hay dinero suficiente para militarizar la nación o establecer un estado de sitio total. Es urgente que usted y yo y todos busquemos qué hacer para que estas personas delincuentes, que sufren y hacen sufrir a sus familias y a la nación encuentren otras formas dignas de ganarse la vida.
Por cierto, un reproche a los grandes empresarios que hoy se rasgan las vestiduras, sin embargo, les piden a los contratistas que los trabajadores no tengan antecedentes penales. Así pues todas las personas que algún día cometieron un error y pagaron con cárcel no pueden obtener un empleo honrado, entonces ¿adónde cree usted que van a sacar su “chivo”?
Así por mi parte ya basta que todos nos hagamos tontos y no hagamos algo real, con un enfoque diferente, y ya no estemos atenidos a las autoridades que ya fueron totalmente rebasadas.
Torreón, Coahuila.
Arturo Pedro Salas Juárez,